Un texto de Maribel Velasco
Las recientes investigaciones llevadas a cabo por un equipo internacional han conseguido secuenciar el ADN de una víctima de la erupción del Vesubio en Pompeya en el 79 d.C. Se trata de una investigación realizada por un equipo internacional de la Universidad de Copenhague, la Universidad de Roma Tor Vergata, la Universidad de Salento en Lecce, la Universidad de California en Irvine y el federal brasileña de Minas Gerais en Belo Horizonte, en colaboración con el Parque Arqueológico de Pompeya.
El estudio se ha publicado en la revista Scientific Reports.
Es una primicia absoluta porque hasta ahora solo se habían analizado fragmentos de ADN mitocondrial, es decir, el ADN no contenido en el núcleo de las células, extraído tanto de humanos como de animales de Pompeya.
Las muestras de material genético las obtuvieron de la porción pétrea, la parte del hueso temporal, el que rodea al oído. El estado de conservación de los restos era excelente, no debían haber estado en contacto con temperaturas demasiado altas. En cambio, el ADN estaba muy degradado, pero aun así consiguieron extraerlo, quizá porque la ceniza lo mantuvo en un ambiente anóxico (sin oxígeno), ralentizando así su degradación. Sin embargo, no fue posible secuenciar el ADN de la mujer.
Fotografía realizada en 1933 que muestra la posición en la que fue encontrada la pareja |
Los datos obtenidos por los científicos han permitido averiguar que el antiguo pompeyano tenía muchos elementos genéticos similares a los de los habitantes de la Italia central y de otros individuos que vivieron en Italia en tiempos del Imperio Romano. En el estudio óseo se han encontrado restos de una enfermedad similar a la tuberculosis, el llamado mal de Pott, que ataca a la columna vertebral, por lo que sufriría grandes dolores y tendría limitada su movilidad. La mujer sufría artrosis.
Se trata de un hombre de unos 35-40 años y 164 cm. de altura, y una mujer de más de 50 y 153 cm. que perdieron la vida en la llamada Casa del Herrero o de Marco Volusio Iuvenco. Es una morada modesta pero digna, adornada con unos elegantes frescos. En ella se encontraron una serie de herramientas de trabajo: catorce cinceles, martillos, una sierra, dos compases, instrumentos de escritura, una regla plegable de 0,295 m (un pie romano) y diversos elementos para el acabado de muebles, pero también varias cerraduras para cajas de madera y un carrulus para niños (una carretilla). El carácter artístico de los muebles, la calidad de los materiales encontrados y el juego de herramientas propias de un herrero, sugieren que los últimos tiempos la casa estuvo habitada por un faber arcarius, un fabricante de arcones y muebles.
La mujer tenía en una mesa frascos de perfume y varias joyas, una de cuales es un collar que consta de veintisiete amuletos de bronce, hueso y pasta de vidrio que representan diversas divinidades.
Ejemplo de casa pompeyana. Casa de la Diana Arcaizante, reconstruida por el equipo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando |
Los esqueletos se encontraron en 1933 en el triclinio (comedor). Allí se refugiaron, quizá pensando que era el lugar más seguro de la casa o porque tenían dificultad para huir: el hombre estaba en el suelo, con los brazos agarrados al borde del lecho triclinar, entre los pies, una bolsita de tela que contenía un pequeño tesoro de 26 monedas de plata, equivalentes a 104 sestercios y todavía con algún resto de las sandalias (apareció un clavo de la suela). La mujer tenía los brazos doblados bajo la cabeza rodeando otro montoncito de monedas.
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