Escrito por Federico Romero Díaz.
La verdad, es que la historia cuenta con
todos los elementos de una tragicomedia. En esta narración, que parece fruto de
la mente de un literato, nos encontraremos a un joven de clase ecuestre y
huérfano de padre, Ebucio. El patrimonio que le corresponde por herencia ha
sido dilapidado por su madre y por su padrastro Tito Sempronio Rutilio que,
tratando de hacer más manejable al joven, lo inducen a iniciarse en los
misterios báquicos. En este momento entran en escena nuevos personajes: una
liberta, prostituta y amante de Ebucio, llamada Hispala Fecenia, que le disuade
de participar en unos ritos que ella dice conocer y que considera perversos. A
continuación aparecen en la narración la respetable anciana Ebucia, tía paterna
del joven, que le da cobijo tras ser expulsado de su hogar y finalmente el
cónsul Espurio Postumio Albino ante el que son denunciados los hechos. A pesar
de las apariencias teatrales del relato, los hechos fueron reales y le costaron
la vida a miles de personas.
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Representación de bacanal. |
Antecedentes
El culto de Baco en sus orígenes estaba reservado en exclusiva a las mujeres, Se reunían tan solo tres días al año
para adorar a su dios. Suponía una buena válvula de escape para las romanas,
obligadas a vivir en una sociedad que les supeditaba al hombre en todos los
aspectos, teniendo incluso prohibido el consumo de vino.
Los cambios que supusieron el éxito social
de esta religión, los introdujo una sacerdotisa de Campania llamada Pácula Annia
aproximadamente en el 188 a. C y consistieron en: el aumento del número de días
de celebración; la participación de hombres en los ritos; la apertura a todas
las clases sociales; la desmesurada ingesta de vino; la promiscuidad entre los
devotos; su carácter secreto; etc. Las reformas tuvieron un doble efecto: por
un lado el número de seguidores aumentó exponenciálmente, pero por otro comenzó
a despertar el recelo de la sociedad y de las autoridades romanas que veían en
esta religión a un peligroso grupo de extranjeros e incluso numerosos
ciudadanos romanos de todas las clases cuyos integrantes se entregaban enloquecidos al desenfreno y
al libertinaje. En algunas de las obras de Plauto, famoso autor de obras teatrales como Miles gloriosus; Aulularia;
etc, son numerosas las referencias a este
grupo religioso aludiéndose siempre a ellos como a una secta violenta, secreta
y criminal.
Esta negativa imagen será fundamental en su
posterior represión que, será
justificada en la salvaguarda de la tradición romana y en la defensa del propio
Estado pues se temía de la existencia de conspiraciones políticas contra altos
cargos de la República.
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Baco-Donisios. |
Desarrollo
de los acontecimientos
La mejor manera de conocer como se inició la
persecución es la de leer a nuestra principal fuente en esta historia, Tito
Livio. Su relato sobre los sucesos tiene todos los ingredientes
de un drama:
“Publio Ebucio, cuyo padre había
servido en la caballería con montura pública, había muerto, dejándole huérfano
a edad temprana y al cuidado de tutores. Muertos estos también, se había
educado bajo la tutela de Duronia, su madre, y de su padrastro, Tito Sempronio
Rútilo. Como, por una parte, la madre estaba completamente sometida a su marido
y, por la otra, su padrastro había ejercido su tutela de tal manera que no
estaba en condiciones de dar cuentas adecuadamente de la misma, deseaba este
quitarse de en medio a su pupilo o bien ponerlo a su merced mediante algo de lo
que acusarlo. La única manera de corromper al joven eran las Bacanales. La
madre dijo al muchacho que había hecho un voto en su nombre durante una
enfermedad, a saber, que en cuanto se recuperase lo iniciaría en los misterios
báquicos; ahora, comprometida por su voto por la bondad de los dioses, estaba
obligada a cumplir con aquél. Él debía preservar su castidad durante diez días;
tras la cena del décimo día, una vez bañado en agua pura, ella lo llevaría al
lugar sagrado. Había una liberta de nombre Hispala Feccennia que había sido una
famosa cortesana y que no resultó digna de ser liberada pues, acostumbrada
desde su niñez a tal actividad, incluso tras su manumisión siguió dedicándose a
ella. Como sus casas estaban cerca una de la otra, había surgido cierta intimidad
entre ella y Ebucio, que no resultaba en absoluto perjudicial ni para la
reputación de él ni para su hacienda, pues ella buscaba su compañía y su amor
desinteresadamente, manteniéndolo por su generosidad mientras sus padres se lo
escatimaban todo. Su pasión por él había ido tan lejos que, una vez muerto su
tutor y no estando ya bajo la tutela de nadie, solicitó a los tribunos y al
pretor que nombraran un tutor para ella. Entonces, hizo testamento nombrando a
Ebucio su único heredero. Con estas pruebas de su amor, ya no tenían secretos
entre ellos y el joven le dijo en tono jocoso que no se sorprendiera si se
ausentaba de ella durante algunas noches, pues tenía que cumplir un deber
religioso: el cumplimiento de una promesa, hecha mientras estaba enfermo, por
la que quería ser iniciado en los misterios de Baco. Al oír esto, quedó ella
muy perturbada y exclamó “¡no lo consientan los dioses! Mejor nos sería morir
ambos antes que hagas tal cosa!”.
Lanzó luego maldiciones e imprecaciones sobre la cabeza de quien le
hubiera aconsejado así. El joven, asombrado ante sus palabras y su gran
emoción, le pidió que cesara en sus maldiciones, pues había sido su madre quien
se lo había ordenado, con el consentimiento de su padrastro. “Pues entonces, tu
padrastro -respondió ella- ya que puede que no sea justo acusar a tu madre,
tiene prisa por arruinar con este acto tu virtud, tu reputación, tus esperanzas
y tu vida”. Aún más asombrado, él le preguntó qué quería decir. Rogando a los
dioses que la perdonaran si, llevada por su amor hacía él, revelaba lo que se
debía callar, le descubrió cuando era una sierva había acompañado a su ama a
aquel lugar de iniciación, pero que nunca se había acercado por allí desde que
era libre. Sabía que aquella era oficina para toda clase de corruptelas,
teniendo constancia de que en los últimos dos años no se había iniciado a nadie
mayor de veinte años. Cuando alguien era llevado allí se le entregaba como una
víctima a los sacerdotes, quienes lo llevaban a un lugar que resonaba con
gritos, cánticos y el percutir de címbalos y tímpanos, de modo que no se podían
oír los gritos de auxilio de aquel a quien sometían a violencia sexual. Le
rogaba y le suplicaba, por ello, que se saliera del asunto lo mejor que pudiese
y que no se precipitase a ciegas en un lugar en el que habría de soportar, y
luego cometer, toda clase de ultrajes concebibles. No le dejó marchar hasta que
él no le hubo dado su palabra de que no tomaría parte en aquellos ritos.
Después de llegar a casa, su madre trajo a colación el tema de la iniciación,
diciéndole lo que tenía que hacer ese día y los días siguientes. Él le dijo que
no haría nada de aquello y que no tenía intención de ser iniciado. Su padrastro
estaba presente en la conversación. De inmediato, la madre exclamó que él no
podía pasar diez noches fuera de los brazos de Hispala; tan hechizado estaba
por los encantos venenosos de aquella víbora que no respetaba ni a su madre, ni
a su padrastro ni a los dioses. Entre los reproches de su madre, por un lado, y
su padrastro, por otro, con la ayuda de cuatro esclavos lo echaron de la casa.
El joven, entonces, se marcho a casa de una tía paterna, Ebucia, y le explicó
por qué había sido expulsado de su casa; por consejo de ella, al día siguiente
informó sin testigos al cónsul Postumio sobre el asunto. Postumio le dijo que
regresara nuevamente a los dos días; al mismo tiempo, preguntó a su suegra
Sulpicia, mujer respetable y juiciosa, si conocía a una anciana llamada Ebucia,
que vivía en el Aventino. Ella le respondió que la conocía como una mujer
respetable y de estricta moral a la antigua usanza; el cónsul le dijo que era
importante que se entrevistara con ella y que Sulpicia debía mandarle recado
para que viniera. Ebucia vino a ver a Sulpicia y el cónsul, entrando como por
casualidad, llevó la conversación hacia Ebucio, el hijo de su hermano. La mujer
estalló en lágrimas y comenzó a lamentase de la desgracia del joven, a quien
habían despojado de su fortuna los que menos debían haberlo hecho.
TITO LIVIO, Historia de Roma.
Libros XXXVI-XL…cit.
El cónsul expuso ante el Senado el caso y los
senadores escandalizados ante las imágenes que pintaba en su discurso Espurio Postumio Albino aprobaron un senado-consulto o decreto (Senatus consultum de Bacchanalibus)
sobre la materia. Se describía el culto a Baco como una falsa religión causante
de libertinaje, lujuria y crímenes y denunció la “impía conjura” de los
seguidores de ese “culto extranjero” integrado por “hombres afeminados, corrompidos
y corruptores”, en los que las mujeres “son el origen del mal”.
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Discurso ante el Senado. |
Se calculó en unos siete mil el número total
de adeptos y se ofrecieron recompensas a aquellos que les delataran. Los
sospechosos eran citados ante las autoridades y si no acudían se les
consideraba en rebeldía. Si se consideraba que habían profanado sus cuerpos
eran condenados a muerte, en caso contrario se les condenaba a penas de prisión.
No obstante Tito Livio nos cuenta que los condenados a muerte fueron mucho más
numerosos que los encarcelados. A las mujeres se las entregaba a sus familias
para que las eliminaran discretamente en el seno de sus casas. Se prohibieron
las cofradías de adoradores de Baco pero no su culto, que quedó condicionado al
cumplimiento de una serie de requisitos de muy difícil cumplimiento. Los santuarios tanto de Roma, como del resto
de Italia fueron destruidos, exceptuando aquellos en los que existiera un altar
o imagen consagrada desde hace muchos años.
Conclusión
Publio Ebucio y su amante la liberta Hispala
Fecenia fueron generosamente recompensados cada uno con la cantidad de cien mil
ases.
Tras la emisión de este senatus consultum
estaba la facción que en ese momento tenía más influencia en Roma: un grupo de
senadores radicalmente conservadores agrupados en torno al célebre Marco Porcio
Catón, opuestos a las corrientes helenísticas, cada vez más fuertes, que
favorecían los senadores agrupados en torno a los Escipiones.
Tras la persecución, el culto a Baco, muy
arraigado especialmente en el Sur de Italia, no desapareció, simplemente fue
adecuado a lo aceptable para los valores más tradicionales de la sociedad y el
Estado romano.
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Templo de Baco ( Balbeek, Líbano) |
El rechazo a las prácticas homosexuales que se producían en las bacanales reafirmó el antiguo
valor de la virilidad romana. Las mujeres romanas, tras los desastres de la
larga guerra contra Cartago y la gran mortandad masculina que este enfrentamiento bélico implicó a Roma, habían ganado en independencia y autoridad. No obstante, tras la persecución, quedaron
de nuevo claramente sometidas a la autoridad masculina del pater familias.
BIBLIOGRAFÍA
Historia de Roma. Tito Livio. Libros XXXVI-XL.
Plauto y el Dios de la libertad y del vino: Liber-Dionisio-Baco. Manuel a. Marcos Casquero. Universidad de León.
El consumo de vino en el mundo romano. Gema Vallejo Pérez. Universidad de León..
Bacanales, el escándalo que sacudió Roma. Pedro Ángel Fernández Vega. National Geographic España.