Un texto de Federico Romero Díaz para HRA.
El asesinato de Cómodo en la noche de Año nuevo del 192 d.C. al 193 marcó un punto de inflexión decisivo en la historia del Imperio Romano, poniendo fin a la dinastía Aelio-Antonina y desatando un periodo de profunda inestabilidad política que se conoce como "el año de los cinco emperadores". El gobierno de Cómodo supuso una clara ruptura con el periodo anterior, hasta el punto de que muchos historiadores lo excluyen del recuento de los emperadores de la dinastía. Él fue el primer emperador de esta familia en acceder al poder en calidad de primogénito, rompiendo así con el sistema de sucesión basado en la elección del hombre más sabio y prometedor, un método que sus antecesores se vieron obligados a seguir al carecer de hijos varones.
Severo y su esposa Julia Domna en Roma tras la muerte de Didio Juliano |
El reinado de Cómodo se caracterizó por una serie de decisiones políticas que rompieron con las líneas de acción tradicionales de la dinastía. Su primer acto fue pactar la paz con los marcomanos, una decisión que le permitió regresar a Roma pero que, al mismo tiempo, puso fin a unas guerras que habían supuesto un coste insoportable para las menguadas arcas del Imperio. Para hacer frente a los gastos militares, Cómodo devaluó el denario de plata en dos ocasiones. La primera, al inicio de su gobierno, redujo la pureza del 79% al 76% y su peso de 3.85 a 3.35 gramos. La segunda devaluación, posterior, rebajó la pureza al 74% y el peso a 2.22 gramos, lo que constituyó la mayor devaluación de la moneda romana desde los tiempos de Nerón. Sin embargo, el cambio más notorio fue la ruptura de la concordia con la clase senatorial. Aunque con emperadores anteriores como Adriano ya habían existido tensiones con la curia, siempre se buscó la armonía entre el trono y el Senado. Las actitudes autocráticas, las extravagancias y la exagerada afición de Cómodo a los espectáculos circenses y del anfiteatro lo pusieron en conflicto directo con los senadores.
Cómodo sale de la arena del Coliseo a la cabeza de los gladiadores. Mural de Edwin Howland Blashfield (1848-1936). |
El historiador Dión Casio, contemporáneo de los hechos, relata cómo tuvo que aguantar la risa mientras Cómodo, desde la arena del circo, se acercó a los asientos de los senadores para amenazarlos con la cabeza de un avestruz que acababa de decapitar. Las extravagancias de Cómodo llegaron hasta el punto de intentar cambiar el nombre de Roma por
Colonia Lucia Annia Commodiana en el año 191, de rebautizar los meses del año y de reemplazar la cabeza del Coloso junto al Coliseo por un retrato de sí mismo, añadiendo un garrote y un león para representarse como la personificación del dios Hércules.
No es de extrañar, por tanto, que Cómodo tuviera que enfrentarse a varios complots de origen senatorial y militar. Uno de los más notables fue el liderado por su propia hermana Lucila, quien trató de maniobrar contra él tras ser apartada del poder. Lucila consiguió implicar incluso al influyente liberto Saotero, pero el intento fracasó, costándole la vida a Saotero y el destierro y posterior asesinato de la propia Lucila en el año 182.
Estatua en mármol de la Lucila real y las Lucilas de Gadiator I, II ( Connie Nielsen) y finalmente Sofía Loren como la Lucila de "La caída del Imperio romano. ( 1964) |
Finalmente, una conjura palaciega en la que participaron su amante Marcia y varios senadores y oficiales logró asesinarlo en el último día de 192. La muerte de Cómodo, que tras gobernar durante doce años falleció a los 31 años, sumió a Roma en el caos y planteó una grave crisis sucesoria. La guerra civil se hizo inevitable, con la corrupta Guardia Pretoriana como uno de los actores fundamentales en la disputa por el poder. Otros protagonistas de este momento fueron los generales que, respaldados por sus legiones en las provincias, se declararon emperadores legítimos. La situación en Roma llegó a tal extremo de degradación que el puesto de emperador fue subastado al mejor postor por los pretorianos. En este clima de confusión, Pertinax, el primer emperador proclamado, emergió como un personaje singular. Era hijo de un liberto, lo que demuestra que la sociedad romana ofrecía oportunidades de ascenso social a los individuos ambiciosos y con talento, aunque fuera una sociedad clasista. Gracias a sus méritos en el ejército y en diferentes campañas, Pertinax ascendió rápidamente, llegando a ser procurador en Dacia y, en el 170, a acceder al Senado de la mano de Marco Aurelio. Las fuentes históricas discrepan sobre su participación directa en el magnicidio de Cómodo , pero Dión Casio, Herodiano y la Historia Augusta coinciden en que Pertinax estaba al tanto de la conspiración y que esperaba noticias en su casa. Los conspiradores, liderados por el prefecto del pretorio Quinto Emilio Leto, habían intentado envenenar a Cómodo, pero al fracasar, mandaron a Narciso, un compañero de lucha de Cómodo, que lo estranguló mientras se bañaba.
Con la muerte del emperador confirmada, Leto y el chambelán Eclecto se dirigieron al cuartel de los pretorianos con Pertinax. Allí, Pertinax mintió a los soldados, afirmando que Cómodo había muerto de forma natural, y les prometió el pago de una importante suma de 12.000 sestercios a cada uno para ganarse su favor. Finalmente, se dirigió al Senado, donde en un acto de “falsa modestia”, rechazó el cargo de emperador, un ritual que se repetiría a menudo en la historia romana. El Senado, ante el hecho consumado, lo aclamó y Cómodo, que poco antes se había hecho representar como un dios, pasó a ser considerado un tirano y un enemigo público, objeto de damnatio memoriae.
Sin embargo, a pesar de sus buenas intenciones de llevar a cabo una política de revitalización de las arcas del Estado, el gobierno de Pertinax no prosperó. Las finanzas imperiales estaban vacías y se vio obligado a vender los bienes de Cómodo, incluyendo a sus esclavos, para poder hacer frente al pago prometido a los pretorianos. Además, tuvo que enfrentar varias conspiraciones, como la del cónsul Quinto Pompeyo Socio Falcón. Pero fue la insatisfacción de la Guardia Pretoriana por el incumplimiento de la promesa de pago lo que, finalmente, le costó la vida. En marzo del año 193, una fuerza de unos doscientos o trescientos pretorianos se dirigió al palacio imperial y lo asesinó, junto a su chambelán Eclecto, tras solo ochenta y siete días de gobierno.
La muerte de Pertinax desató una nueva crisis de sucesión. El puesto de emperador fue literalmente subastado. Dos candidatos se disputaron el trono: Sulpiciano, el suegro de Pertinax y prefecto de Roma, y Didio Juliano, un senador con una larga carrera militar y política. Didio Juliano, conocido por su avaricia y corrupción, ganó la puja al ofrecer 25.000 denarios por soldado, superando los 20.000 de Sulpiciano.
Didio Juliano, aunque fue proclamado por los pretorianos, carecía de legitimidad a los ojos del pueblo y del Senado. El pueblo de Roma, que lo consideraba un "parricida y ladrón", clamó por la ayuda de Pescenio Níger, un general en Oriente que se había negado a reconocer a Juliano. El débil gobierno de Juliano, que duró solo sesenta y seis días, se vio rápidamente amenazado por el surgimiento de tres contendientes al trono: Pescenio Níger en Oriente( 19 de abril), Clodio Albino en Britania y Septimio Severo en Panonia diez días antes que Níger y doce días después del asesinato de Pértinax.
Severo, con el respaldo de unas quince legiones, se dirigió hacia Roma. Su estrategia fue astuta: neutralizó a Albino, el general de Britania, ofreciéndole el título de César para que actuara como su heredero político, y se centró en Didio Juliano y Níger, el principal adversario en Oriente.
El avance de Severo hacia Roma fue imparable. Didio Juliano, abandonado por sus propias tropas, intentó negociar con Severo, pero sus propuestas fueron rechazadas. El Senado, que siempre sabía reconocer al más fuerte, lo condenó a muerte. Juliano fue asesinado en su palacio sin comprender el motivo de su muerte, tras implorar clemencia a Severo.
Tras la victoria, Severo entró en Roma y se proclamó vengador de Pertinax. Disolvió la corrupta Guardia Pretoriana y la reemplazó con sus propias tropas danubianas, que a los ojos de los romanos eran poco más que "bárbaros incivilizados". Para legitimarse, se presentó como el vengador de Pertinax y se autoproclamó hijo de Marco Aurelio, creándose una genealogía falsa que se remontaba a Nerva.
Severo se dirigió a Oriente para enfrentarse a Pescenio Níger, el general aclamado por la plebe romana. Níger, que había tomado como cuartel general Bizancio, fue derrotado por las fuerzas de Severo en varias batallas. En una de las batallas decisivas, en Issos, las fuerzas de Níger fueron derrotadas y él fue capturado y ejecutado. Su cabeza fue enviada a Bizancio, una ciudad que resistió el asedio de Severo durante más de dos años. Como perdedor, Níger sufrió la damnatio memoriae, y el recuerdo que ha llegado de él es el de un general mediocre, lo que contrasta con su trayectoria militar y el apodo de "Iustus" (justo) que le dio el pueblo.
Con el este bajo su control, Severo se volvió hacia su último rival, Clodio Albino. Albino, que había sido nombrado César por Severo, era un aristócrata y general con gran prestigio y el apoyo de las legiones de Britania y de algunos senadores romanos que lo preferían a él. El conflicto estalló cuando Albino se dio cuenta de que sus derechos como sucesor se habían evaporado al ser nombrado el hijo mayor de Severo, Basiano (Caracalla), como César. El choque decisivo entre los ejércitos de Severo y Albino tuvo lugar en Lugdunum, cerca de la actual Lyon, en el año 197 d.C.. Las fuentes antiguas dan cifras exageradas de 150.000 hombres por bando, pero los historiadores modernos estiman que el número total de combatientes fue de alrededor de 30.000 a 40.000 por cada lado.
La batalla fue una carnicería con múltiples alternativas, donde incluso Severo estuvo a punto de ser derrotado. Finalmente, las tropas de Albino se retiraron y él se suicidó, aunque hay varias versiones sobre su final. Su cabeza fue enviada a Roma. Severo desató una durísima represión contra los partidarios de Albino, con ejecuciones, confiscaciones de propiedades. Sesenta y cuatro senadores fueron arrestados y veintinueve de ellos ejecutados, entre ellos Sulpicio, el suegro de Pertinax.
La victoria de Severo tuvo un alto costo, con decenas de miles de legionarios muertos, lo que debilitó enormemente a las fuerzas romanas en Britania y en todo el Imperio.
La gran riqueza obtenida de las confiscaciones, junto con la devaluación de la moneda, permitió a Severo aumentar notablemente el salario de los soldados y crear tres legiones nuevas. Esto, junto con otras reformas, le ganó la lealtad del ejército, dándole la base de poder y legitimidad necesaria para fundar la dinastía Severa.
El gobierno de Severo, que duró hasta el 211, estuvo marcado por éxitos militares, como la campaña contra los partos, y por importantes reformas legales y administrativas. Sin embargo, su política de enriquecer a los soldados a expensas de la marginación del Senado y el pueblo, resumida en su famoso consejo a sus hijos: "Vivid en armonía, enriqueced a los soldados y despreciad a todos los demás", sentó las bases para la posterior crisis del siglo III.
ARTICULOS RELACIONADOS.
LA DESCENDENCIA DE MARCO AURELIO Y FAUSTINA MENOR. UNA CUESTIÓN PARA RESOLVER
LA TRASNFORMACIÓN DE UN NIÑO EN "EL EMPERADOR FILOSOFO". INFANCIA Y ADOLESCENCIA DE MARCO AURELIO.
LA CONJURACIÓN CONTRA ADRIANO. ¿TRAMA REAL O UN PRETEXTO PARA ELIMINAR RIVALES AL IMPERIO?
LOS MÁRTIRES DEL EMPERADOR FILÓSOFO. LAS PERSECUCIONES DE LYON Y VIENNE
No hay comentarios:
Publicar un comentario