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martes, 21 de marzo de 2023

CAYO OFRONIO TIGELINO. EL PREFECTO DEL PRETORIO QUE SOLO FUE FIEL A SI MISMO.

Un texto de Federico Romero Díaz

Cayo Ofonio Tigelino (nacido en torno al año 10 en Agrigentum y fallecido en 69 en Mondragone) fue el prefecto del pretorio de la Guardia Pretoriana durante gran parte del reinado del emperador Nerón (62 - 68), de quien fue uno de sus consejeros principales. 

Recreacion ficticia de Tigelino en los últimos años de su vida(autor Federico Romero Díaz)   

Sobre su juventud poco sabemos poco. Al parecer provenía de una modesta familia de ascendencia griega originaria de Agrigentum en Sicilia. Su origen no impidió que recibiera una educación adecuada que le permitió conocer a algunos hombres de elevada condición social como Marco Vinicio o Cneo Domicio Enobardo.

No conocemos con exactitud cual fue su pasado militar, es posible que comenzara como un simple legionario y que después sirviera en puestos de bajo rango. Lo que si sabemos es que durante el gobierno de Calígula consiguió hacer amistad con las hermanas del emperador que, decidió exiliarle a Grecia tras acusarle de mantener relaciones sexuales con dos de  ellas: Agripina y Julia Livila. Tigelino, que pasó casi dos años desterrado en Grecia volvió a Roma en el 41 d.C beneficiándose de la política de retorno de expatriados del nuevo emperador, Claudio. En la capital, gracias al apoyo de Agripina la Menor, convertida tras la ejecución de Valeria Mesalina en la nueva esposa de  Claudio comenzará a brillar su estrella. Al parecer recibió una buena herencia y se dedicó a la cría y comercio de caballos en Apulia y Calabria. La proximidad a Agripina y su experiencia como entrenador de caballos de carreras le permitió trabar lazos de amistad con su hijo Nerón muy aficionado a los espectáculos del Circo Máximo, compartiendo con el joven muchas noches de fiestas y excesos. Durante esos años, esa proximidad a la familia imperial le valió el grado de caballero y el codiciado puesto de prefecto de los vigiles. 

Tigelino (RalpmTruman) al fondo y Nerón (Peter Ustinov) en Quo Vadis? (1951)

Tras el envenenamiento de Claudio, Agripina en el papel de madre del joven emperador Nerón, presionó para que se le nombrara prefecto del pretorio, tras la muerte de Sexto Afranio Burro que hasta ese momento, junto a Séneca, había orientado con prudencia el nuevo gobierno. A diferencia de ellos Tigelino no cuestionaba nunca las órdenes de Nerón y las cumplía sin tratar de replicar al Emperador. Popea y Tigelino se convirtieron, de esta manera, en dos de las personas más influyentes en la corte imperial.  No obstante, compartió el liderazgo de los pretorianos con Cayo Ninfidio Sabino.

Tigelino se hizo famoso en Roma gracias a su crueldad, a lo refinado de las torturas que aplicaba a los sospechosos de participar en las conspiraciones contra el emperador. Tuvo un papel destacado en la represión de la conspiración de Cayo Calpurnio Pisón. En otras ocasiones Tigelino eliminó a hombres simplemente por ser "potenciales rivales" de Nerón, independientemente de si eran verdaderamente culpables o no. Tuvo un papel clave  en las muertes de hombres valiosos como Petronio o el general Córbulo. Se dedicaba a organizar orgías en las que Nerón daba rienda suelta a sus perversiones.

Durante la segunda mitad de la década de los 60, el emperador se hizo cada vez más impopular por su política contra el Senado. A pesar de que Tigelino se dedico a eliminar a cualquier posible rival, finalmente una serie de rebeliones de los gobernadores provinciales derrocaron a Nerón y le condujeron al suicidio en 68. Tigelino, a pesar de sufrir una grave enfermedad, estaba preparado para todo y cuando se hizo evidente que Nerón iba a caer desertó del bando neroniano y se unió a Ninfidio que apoyaba a Galba. Logró salvar su vida prodigando regalos a Titus Vinius, el favorito de Galba, y su hija viuda, cuya vida Tigelino había salvado una vez.

Lamentablemente para Tigelino, el breve gobierno de Galba un anciano senador que trató de llevar la austeridad a la política económica de Roma no gustó a los pretorianos y fue rápidamente sustituido por Otón que, para hacerse más popular al pueblo de Roma, ordenó la ejecución del temido y odiado Tigelino que se encontraba ya retirado en su propiedad cerca de la ciudad balneario de Sinuessa. Cuando recibió la decisión de Otón y viendo que no era posible sobornar a los mensajeros que le ordenaban volver a Roma, celebró una última fiesta de despedida  y decidió poner fin a sus días para evitar la humillación de verse sometido al odio de los familiares de sus antiguas víctimas. Con el pretexto de que necesitaba afeitarse antes de partir a la capital se suicidó cortándose la garganta con una navaja.

Recreación ficticia de Galba en el trono imperial( Autor: Federico Romero Díaz)

Como conclusión podemos decir que Tigelino fue un maestro en actuar oculto utilizando a otros para que cometieran sus fechorías. Son muchas de las acusaciones que se han vertido sobre su figura,  aunque mejor no detallarlas pues  a veces es difícil separar la verdad del insulto o de la falsa acusación. Un ejemplo: la acusación de mantener relaciones sexuales con Agripina, la mujer de Claudio y la madre de Nerón. Nunca podremos saberlo con seguridad. Hay dos cosas que definen al personaje: su ambición desmedida, su falta de piedad para alcanzar sus propias metas y la ausencia absoluta de lealtad a sus " patronos". Y a pesar de ello, es innegable que estamos ante un protagonista fundamental de un período clave de la historia de Roma.

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lunes, 13 de marzo de 2023

EL CABALLERO DE LA LEGIO VIIII HISPANIENSIS MARCO EMILIO SOTERIA. LEGIONARIO DE OSCA A CALES. ESTELA FUNERARIA


 




 La estela funeraria de Marco Emilio Soteria

 

Un texto de Ivan La Cioppa para HRA

El estudio de una estela funeraria es un apasionante viaje a través de los eones de la historia y el epigrafista un pionero que descubre mundos desconocidos sacando a la luz sus incontables riquezas. A veces surgen obstáculos que parecen insuperables pero, con sacrificio y pasión, la gruesa capa del tiempo acaba por desvanecerse y la aventura puede continuar. Una locución o una simple palabra que, a primera vista, parezca insignificante, podría resultar crucial para conocer al difunto o a quienes lo rodeaban. Un error o una marca aparentemente sin sentido puede, al contrario, dar lugar a descubrimientos sorprendentes. A continuación presentamos el estudio de una particular estela que, a ojos de un profano, podría parecer anónima y poco interesante pero que, en realidad, representa un hallazgo fundamental y bastante peculiar para conocer mejor un período concreto de la historia romana.

La estela en cuestión (EE VIII 530), de lapis Tiburtinus, rematada en punta con acroteras, sin bajorrelieves ni decoraciones, lleva un epígrafe formada de letras de tipo capital. Encontrada en la Cueva de Palombara, cerca de la antigua Cales, se conserva en el Museo Provincial de Campania, dentro del Lapidarium Mommsen.

M(arci) Aemili M(arci) f(ilii) Pob(lilia) / Soteriae equitis domo / Oscensis torquibus armill(is) / phaleris ab Imperatore / donatus(!) militis missici / veterani leg(ionis) VIIII Hispanie(n)s(is) / hic ossa sita sunt

“Aquí descansan los huesos de Marco Emilio Soteria, hijo de Marco, de la tribu Poblilia, caballero de Osca, soldado licenciado, veterano de la Legio VIIII Hispaniensis, condecorado con armillas, phalerae y torques por el Emperador.”

 


La inscripción nos da poca información pero, mediante el estudio de fuentes colaterales, podemos trazar una biografía del legionario.

Empecemos por el lugar de nacimiento. Marco Emilio Soteria era natural de Osca, en Hispania Citerior: sobre los restos de esta antigua ciudad romana se alza la ciudad de Huesca. En la zona, como narra Plinio el Viejo (Naturalis Historia III.3.4) estaban asentados los Oscenses, que dieron el nombre a la ciudad. Plutarco (Vida de Sertorio, 100.14) narra que en el siglo I a.C. era una ciudad grande, tanto que Quinto Sertorio la eligió su cuartel general y aquí murió en el 72 a.C..

Gran comandante militar y excelente gobernante, Sertorio había tomado las partes de Mario y, cuando Sila se hizo con el poder tras varias vicisitudes, se refugió en Hispania donde creó una entidad estatal independiente de Roma. Aquí emprendió una  política de integración y colaboración con los Hispánicos, tanto que instituyó en la misma Osca hasta una escuela de latín y cultura romana. Todo ello nos confirma que este centro en la primera mitad del siglo I a.C. ya tenía una fuerte conexión con Roma, así que no tiene por qué sorprendernos que un joven como Soteria deseara alistarse en el ejército romano. 

Mapa de la Península Iberica hacia la mitad del siglo I a.C

Nótese el uso preferente del término «Oscensis», usado a menudo, por ejemplo, por Tito Livio (Ab Urbe condita XXXIV.10,46; XL.43) para indicar los habitantes de esta ciudad y las minas de plata de la región. Esto explica que en el epígrafe no se cite directamente el nombre de la ciudad de Osca (como suele pasar con las ciudades de origen de los difuntos) sino el gentilicio.

La ciudad de Osca nos explica también por qué Marco Emilio Soteria estaba encuadrado entre los caballeros romanos que formaban parte de la legión. Según varios escritores como por ejemplo César los Hispánicos eran excelentes jinetes, y entre ellos sobresalían los Oscenses, tanto que en su ciudad acuñaban monedas que representaban un jinete al galope armado con una lanza. Por lo visto, Soteria pertenecía a la estirpe de estos grandes guerreros a caballo y, cuando se alistó, no pudieron sino encuadrarle en la caballería romana, una unidad en la que los romanos no destacaban y por eso confiaban a menudo en los auxiliares.

Probablemente, el difunto quiso ser identificado en su lápida como «eques oscensis» precisamente para recordar y subrayar la tradición militar de su lugar de origen.

Denario de plata, acuñado en Osca entre el 204 y el 154 a.C. En el reverso, un caballero a la carga y la inscripción “Bolskan” (antiguo nombre de Osca) en caracteres celtíberos .

Tratemos ahora de identificar el arco temporal en el que vivió Soteria: para ello es fundamental su nomen, «Aemilius». Sabemos que la ciudad de Osca estaba situada dentro de la provincia de Hispania Citerior cuya capital era Tarraco, la actual Tarragona. Como atestiguan las fuentes, entre ellas Apiano (Guerras civiles II.48), en el 48 a.C. Marco Emilio Lépido, futuro triunviro con Octavio y Marco Antonio, se convirtió en gobernador de la provincia. En el 44 a. C., fue investido de nuevo con el mismo cargo. Probablemente fue durante su segundo mandato cuando Lépido se dedicó a continuar la política de integración hispana iniciada por César, destinada a socavar la influencia predominante de los pompeyanos en la Península Ibérica. Un instrumento fundamental fue la concesión de la ciudadanía romana, muy deseada por los múltiples beneficios que conllevaba. Fue muy posiblemente en el contexto de esta política que Lépido concedió la ciudadanía al abuelo o al padre de Soteria. Concretamente, un peregrinus, era al convertirse en civis cuando asumía los tria nomina, de los cuales el segundo, el nomen, era el del potentado que le había concedido la ciudadanía. Siendo así, podemos situar el nacimiento del difunto después del 48 a. C.

A la luz de estos estudios, el nacimiento de Soteria tampoco debe dilatarse más allá de unas décadas ya que, a través del epígrafe, percibimos que la tradición y la cultura hispánicas siguen vivas en él, al reiterar su condición de «eques oscensis» y su destreza como caballero, legado de su tierra. Una romanización prolongada hubiera disminuido inevitablemente esta conciencia étnica.

 

Para acotar aún más el lapso temporal, pasemos a examinar la legión a la que nuestro jinete perteneció: la Legio VIIII Hispaniensis o Hispana: una unidad que tiene una larga historia, famosa porque durante muchos años se creyó erróneamente que había desaparecido sin dejar rastro en Gran Britania en el siglo II d.C. Aquí nos ocuparemos sólo de una parte de su epopeya, la relativa a la época que nos interesa.

La Legio VIIII citada en la inscripción es probablemente la que Octavio reconstruyó con los veteranos de César en Italia. Al principio tomó el nombre de Macedónica, como se relata en la estela de Turciano (CIL III 551), por la victoriosa batalla de Filipos en el 42 a.C. en la que participó, como afirma Mommsen (RGDA 2 p.68). En el 29 a. C. estalló la revuelta en Cantabria (Floro, Epítome de Tito Livio, II, 33): la situación era grave y Octavio, que entre tanto había asumido el título vitalicio de Augusto e Imperator (Dion Casio, Historia romana, XLIII, 44, 2), en el año 26 decidió participar personalmente en el conflicto llevando consigo algunas legiones de refuerzo, entre ellas la VIIII, como testifica Floro (Epítome de Tito Livio, II, 33; 46-47). El Princeps y sus tropas se instalaron primero en Segisama y luego en Tarraco, como cuenta Suetonio (Vida de Augusto, 26).

Probablemente fue entonces cuando Soteria se alistó en la Legio VIIII que estaba asentada en la zona. Osca estaba, de hecho, a medio camino entre Segisama y Tarraco. Además, la legión romana siempre necesitaba buenos equites para integrar las alae que la apoyaban y, como ya mencionamos, los Hispanos Oscenses eran conocidos por ser excelentes jinetes.

La Legión permaneció en Hispania hasta el 19 a. C.: quizás precisamente por su participación en esta campaña, tomó el nombre de Hispaniensis. De aquí se trasladó a Illyricum, donde diversos hallazgos prueban su presencia en el lugar en este período: entre ellos, por ejemplo, la inscripción de Sexto Cornelio (CIL III, 13977), hallada en la zona del antiguo Tilurium, hoy Gardun, en Dalmacia. Gracias a ella, la presencia de la legión en Iliria se puede fechar entre el 19 a. C. y el 9 d. C.

Pero volvamos a Soteria: la inscripción enumera varias condecoraciones que recibió. Este dato es importante porque podemos relacionar fácilmente las acciones heroicas, precursoras de estas condecoraciones, ya sea con las guerras cántabras como con las posteriores en Illyricum.

Esta tesis podría estar relacionada con otra estela hallada en Cremona (AE 1975, 0446), que probablemente pertenezca a un conmilitón de Soteria. En algunos aspectos su epitafio es muy similar al que nos ocupa:

 T(itus) Aponius P(ubli) f(ilius) / Ani(ensis) signifer / leg(ionis) IX Hispanien(sis) / vetera(nus) dona(tus) torq(uibus) / armillis phaleris / L(ucius) Aponius P(ubli) f(ilius) / fratri fecit

Por la inscripción sabemos que Tito Aponio fue un legionario de la IX Hispaniensis y era natural de Cesaraugusta (hoy Zaragoza, cuyos ciudadanos se adscribían a la tribu Aniense que fue a identificarlos) en la Tarraconensis (antigua Hispania Citerior). Es probable que él también se alistara durante las guerras cántabras por las mismas razones que se dieron para Soteria. Y como él se habrá distinguido en alguna de las dos grandes campañas militares, recibiendo los mismos honores. La investigación sobre Aponio, por tanto, no hace más que confirmar la historia de nuestro caballero de Osca.

En la inscripción de este último figura, además, la expresión «ab Imperatore» indicando que probablemente recibió sus condecoraciones directamente de manos de Augusto, que estuvo en la guerra del Cantábrico y en Illyricum en persona, donde dirigió operaciones desde Aquilea, aunque fuera por poco tiempo (Suetonio, Vida de Augusto, 20). Suetonio (Vida de Augusto, 25.3) y Dion Casio (Historia romana IL.14.2) también apoyan nuestra tesis, afirmando que el Princeps fue muy generoso en otorgar condecoraciones militares, una política dictada por el deseo de estimular el orgullo de los soldados y hacerlos aún más leales y menos inclinados a la rebelión. Sin embargo, la identificación de Augusto con el Imperator de la estela también está respaldada por otros elementos.

Estela de Tiberio Claudio Máximo


En primer lugar, sabemos que los dona militaria en la época imperial también podían ser otorgados por comandantes militares (Tácito, Annales. III, 21; Flavio Josefo, Antigüedades judías, VII, 1.3.13-17.). Cuando era un emperador quien lo hacía, entonces este acto se subrayaba por el gran honor que conllevaba. Tenemos ejemplos de ello en la estela de Tiberio Claudio Máximo (AE 1969/70, 00583), condecorado por Domiciano en la primera guerra dacia, y Publio Casio Segundo (Lupa 9473), recompensado por Trajano en una de sus campañas. Esto puede significar que Soteria en realidad fue condecorado nada menos que por Augusto, pues el término «imperator», que antes identificaba al comandante victorioso, sin embargo ahora fue adquirido de por vida por Augusto y entró a formar parte de su onomástica como «praenomen» con su nuevo significado, el que todos conocemos, que identificaba su nuevo rol institucional.

Por si es poco, recordemos que Tiberio, Claudio y Calígula, los siguientes emperadores, no usaron «imperator» en su titulación, un término que reapareció solo con Nerón y Vespasiano, por lo tanto después del período de datación de la estela. Al cruzar esta información, podemos afirmar que el término «imperator», sin especificar el nombre, podría ser un claro indicio de que Soteria solo conocía a Augusto como Emperador, en el significado antes mencionado. En otros casos, como el de Máximo y Segundo, si pospusiéramos la datación de la estela más allá de la primera mitad del siglo I, también habría aparecido el nombre del soberano.

Áureo de Nerón con el término "Imp." forma abreviada de Imperator, que vuelve en su titulación y en la de sus sucesores.

La cuestión de las condecoraciones y la relación con Augusto también quedaría confirmada por la presencia de la expresión «miles missicius veteranus». «Missicius» es una forma derivada del verbo «mittere» que en nuestro caso significa “despedir”. El término debe situarse en un contexto preciso. El Princeps, en el 13 a. C., llevó a cabo una importante reforma del ejército, aumentando el servicio de los legionarios de 16 a 20 años (Dion Casio, Historia romana, LIV.25.6; Tácito, Annales, I.17.2). Para evitar disturbios y descontento, Augusto dividió el servicio en 16 años “canónicos” y 4 “especiales” llamados «sub vexillum», durante los cuales los legionarios eran relevados de muchas de las funciones obligatorias en los años precedentes. «Missicius» podría referirse al soldado dado de baja inmediatamente después de este último período de servicio, mientras que «veteranus» al soldado que había completado los dieciséis años ordinarios. En la segunda mitad del siglo I esta distinción se perdió, y los dos términos se fusionaron en un solo servicio de veinte años obligatorios (afirmación respaldada por múltiples evidencias epigráficas).

En cuanto a Soteria, la presencia de ambos términos podría validar la ubicación temporal del caballero en época augustea. Pudo haber servido, primero durante los 16 años iniciales, logrando la calificación de veterano, y luego durante los 4 adicionales, luego de lo cual también asumió el estatus de «missicius». Otro dato interesante sobre el significado de este término es que Marco Emilio Soteria resulta ser el único miembro de una legión calificado como «missicius» en Italia. El término, en efecto, parece haber sido utilizado sólo en las provincias.

 

Ahora hablemos del lugar donde Soteria terminó sus días: Cales.




Mapa del Lazio y de la Campania en la época de Augusto, ha sido evidenciada la ciudad de Cales

¿Cómo un jinete de Osca de la Legio VIIII Hispaniensis se encontró viviendo en esta ciudad de Campania? Tenemos dos posibles respuestas. La primera tiene que ver con el reparto de las tierras del ager Campanus realizado por Augusto a favor de los veteranos (Dion Casio, Historia romana, XLIX, 14.5; Veleyo Patérculo, Historia romana, II, 81): Soteria pudo formar parte de esta operación. La segunda respuesta, mucho más compleja, se vincula a una figura importante de la época augustea: Marco Vinicio, gran general de Augusto (Dion Casio, Historia romana, LIII, 26.4) e íntimo amigo suyo (Suetonio, Vida de Augusto, 27). Entre las diversas tareas que se le encomendaron, una fue la gobernación de Illyricum del 14 al 10 a. (AE 1895.122, Inscripción de Tusculum) y el liderazgo de la correspondiente campaña de paz en la que también participó la Legio VIIII de Soteria. Probablemente se le otorgó un segundo mando en Iliria desde el 3 a. al 1 d.C. Pues bien, Marco Vinicio era natural de Cales (Tácito, Annales, VI, 15.1). Soteria pudo haber entrado en contacto con él gracias a que era un caballero, un rol mucho más prestigioso que el de legionario (César, De bello civili, III. 71). Como caballero pudo haber realizado tareas de escolta del comandante (Flavio Josefo, Antigüedades judías, III, 5.5.93-97) o de exploración y reconocimiento (Tácito, Historiae, III, 16) cuyos resultados se solían llevar al conocimiento directo de los mandos. Es posible que Soteria oyera hablar de Cales directamente de Vinicio, quien lo habría elogiado como uno de los lugares más encantadores del Imperio. Esta reputación de la ciudad de Campania fue compartida por varios autores antiguos amantes de su paisaje y buen vino, así como de su gente (Cicerón, Epistulae ad familiares, IX, 13; Epistulae ad Atticum XVI, 11; Estrabón, Geografía, V, 3.9.; Horacio, Odas, IV, 12). Como alternativa, Soteria pudo haber conocido, si no directamente a Vinicio, a alguien de su círculo íntimo, natural de la misma ciudad. Es posible que las historias sobre la magnífica Cales hayan persuadido al caballero oscense a trasladarse a esa ciudad para vivir su merecida licencia. Una vez allí, Soteria cambió su tribu de la Galeria de Osca a la Poblilia de Cales, algo que confirma que se había integrado perfectamente en su nueva ciudad.

Finalmente, hablemos del cognomen del jinete: Soteria.

Este término parece depender de la posible ascendencia griega del oscense. “Soteria” podría derivar del griego «Σωτήρ» que significa “salvador”. El origen de nuestro jinete podría estar relacionado con la ciudad de Ἐμπόριον (en latín Emporiae, hoy Empúries), fundada en el siglo VI a.C. en las costas de Cataluña (Livio, Ab Urbe Condita, XXXIV, 9). La ciudad se convirtió en un gran centro comercial que atraía a gente de todo el imperio. Quizás los griegos supieron de las minas de plata en la tierra de los Oscenses. El encuentro entre los antepasados griegos e hispanos de Soteria podría haberse producido como un resultado de estas hipótesis.




Conclusiones

Del examen de las fuentes y de toda la información obtenida, podemos incluso atrevernos a perfilar la personalidad de Marco Emilio Soteria. Su estela, esencial y sin adornos, podría reflejar un alma sencilla dedicada únicamente al deber y al amor por Roma. El caballero vivió posiblemente de acuerdo con el Mos Maiorum, las antiguas tradiciones romanas que se basaban en la austeridad y en una moral rígida e inflexible que rechazaba la comodidad y el lujo. Sus orígenes hispanos, junto con una vida vivida como soldado romano, se encuentran en perfecta armonía con este particular estilo de vida.

La inscripción también confirma este análisis. En primer lugar, el propio trabajo del cantero parece un poco ordinario, tosco. De hecho, parece ser el trabajo de dos manos diferentes. Soteria no se preocupa por una membresía de alta calidad, solo por lo que representa. El texto parece centrarse en un punto fundamental: «ab imperator donatus». El orgullo y el honor de haber sido condecorado por el propio Emperador, por Augusto, es para él el único motivo de jactancia que le ha recompensado de una vida de sacrificios y privaciones en los campos de batalla, como parte de la Legio VIIII Hispaniensis. Tras su muerte, sólo quiere ser recordado por un motivo, por haber cumplido con su deber de soldado romano gracias a sus dotes de caballero, herencia de sus orígenes oscenses. Todo lo demás es superfluo.

En la inscripción no se menciona a nadie que encargara la obra, elemento que suele comparecer en las estelas funerarias. Esto podría significar que Soteria terminó sus días en soledad, posiblemente sobreviviendo a su esposa e hijos. Quizás un carácter duro y poco entrañable, debido a tantos años de vida militar y a las demasiadas masacres de las que había sido testigo, podría haberle retirado la simpatía de amigos y conocidos.

Sea cual sea su historia, Marco Emilio Soteria será recordado para siempre como un héroe condecorado del ejército romano gracias a su sencilla estela funeraria, única prueba de su existencia. Si estás de visita en el Museo Provincial de Campania, pasa al Lapidarium de Mommsen y detente unos momentos para rendir homenaje a un hombre que contribuyó a la grandeza del Imperio Romano.

 

EL AUTOR


Ivan La Cioppa

Nació en Santa Maria Capua Vetere (CE, Italia) en 1981, tras un bachiller en literatura y letras se ha licenciado en derecho. Escritor, divulgador y experto en historia de Roma, ha publicado dos novelas históricas: “La legión que vino del mar” y “Una legión por Trajano”, disponibles también en español, y una novela de fantasía, “I figli di Akilon”. Sus obras han tenido éxito tanto en Italia como en España y en América Latina. Colabora con museos, asociaciones culturales y blogs de divulgación histórica tanto en Italia como en España.



Cubierta, diseño y reelaboración gráfica de Marco Falco - #SMCVPOP






 


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miércoles, 22 de febrero de 2023

BATALLA DE TIFATA 83 A.C.. LUCIO CORNELIO SILA CONTRA LOS PARTIDARIOS DE CAYO MARIO

Texto de Iván La Cioppa para HRA.

El monte Tifata, por su posición estratégica cerca de la gran y próspera ciudad de Capua, desempeñó un papel importante en la historia de Roma.

Esta vez os hablaré de la batalla que se libró aquí entre dos facciones romanas opuestas: los partidarios de Lucio Cornelio Sila contra los de Cayo Mario. 



Plutarco y Veleyo Patérculo nos transmiten un relato preciso de este enfrentamiento (respectivamente en Vida de Sila, 27.6 e Historia romana, II.25.  Estamos en el 83 a.C.: la guerra civil entre Mario y Sila se acerca a su fin. Mario y Cinna han muerto y los únicos obstáculos ante Sila son los dos cónsules en funciones, Cayo Norbano y Escipión Asiático. Mientras tanto Sila, después de derrotar a Mitrídates VI el Grande, rey de Ponto, volvió a Italia, decidido a recuperar el poder y vengarse. Sila marcha por la vía Apia de Brundisium hasta Campania, la región. Mientras Escipión Asiático se asentaba en «Teanum», Cayo Norbano desplegó sus tropas en el área entre «Casilinum», donde hay un puente sobre el Volturno que conecta la Vía Apia con la Vía Latina y el Monte Tifata.

Plutarco nos cuenta que, antes de la llegada de Sila, en el Tifata habían avistado dos machos cabríos combatiendo. Los dos animales habían empezado a flotar en el aire y, en un momento dado, habían desaparecido. En ese mismo lugar es justo donde según el historiador griego se desencadenó la batalla.

Plutarco y Veleyo Patérculo cuentan que Sila, mientras con sus legiones está subiendo al Tifata hacia «Casilinum», bordeando Capua, se encuentra con el ejército de Norbano que no está formado y no se esperaba un ataque. Sila aprovecha la ocasión y sin tener ningún plan de batalla, confiando en el entusiasmo y el valor de sus soldados los lanza al ataque. Las fuerzas del cónsul son arrasadas. Estamos hablando de 7000 muertos y 6000 prisioneros contra 124 bajas entre las filas de Sila. Norbano consigue escapar y se guarece tras los muros de Capua. Sila no asedió la ciudad y continuó hacia «Teanum». 


Es una decisión que podría ser indicio de que los muros de Capua eran muy fuertes y habrían dificultado un asedio. Además, Norbano podía contar con pocos soldados supervivientes y Sila consideró inútil atacarle de nuevo. 

Después de esta victoria, según Veleyo Patérculo, Sila rindió homenaje e hizo un voto de gratitud a la diosa Diana a quien el monte Tifata estaba consagrado y donde había un gran templo dedicado a ella. El comandante reiteró la consagración a la diosa del monte Tifata y las tierras circundantes, así como las aguas que allí se encuentran, célebres por su salubridad. Este acto fue sellado por una inscripción en la puerta del templo y una tablilla de bronce en el interior.

Los restos del Templo de Diana son aún visibles hoy en día bajo la Basílica de Sant'Angelo in Formis. Los vestigios del Arco de Adriano,  si bien posteriores, marcan parte del perímetro de los muros occidentales en los que se refugió Norbano. Más adelante, a pocos kilómetros, se encuentran los restos del puente romano que el cónsul no pudo defender, abriendo así el camino de Sila hacia Roma.

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lunes, 6 de febrero de 2023

DECIO MAGIO, EL CAPUANO FIEL A ROMA QUE NO SE DOBLEGÓ ANTE EL PODER DE ANIBAL.

Un texto de Iván La Cioppa para  Historia y Roma Antigua

Capua fue una de las ciudades más ricas e importantes de la historia de Roma. 

El mismo Cicerón la llamaba «Altera Roma». Sin embargo, Capua, durante la segunda guerra púnica, cometió acto de traición contra la ciudad que siempre la había protegido, o esto es lo que leemos a menudo en los libros de historia.  

Entre las páginas de «Ab Urbe Condita» de Tito Livio encontramos, inesperadamente, una verdad parcialmente diferente que salva el honor de una parte de los habitantes de Capua: no todos cedieron ante Aníbal cuando se presentó a las puertas de la ciudad, no todos se abandonaron a ese miedo tan arraigado en el ser humano como para anular la dignidad y el orgullo, haciendo que el hombre pierda su humanidad. 

Entrada triunfal de Anibal en Capua(Peter Connolly)


Livio nos dice que un ilustre Capuano, desdeñoso de la muerte y la ira de Aníbal, se mantuvo fiel a Roma (XXIII, 7-10): su nombre era Decio Magio, hombre cuyo honor hizo que el historiador Velleio Patercolo, su descendiente, en su "Historia romana", lo llamara «Campanorum princeps celeberrimus et nobilissimus vir»: "Primero entre los Campanos, hombre muy ilustre y noble". 

Un hombre de tal calado moral, entregado a su patria ya la justicia, no podía permanecer indiferente ante la noticia de que su ciudad había decidido traicionar a Roma y aliarse con los cartagineses. Intentó por todos los medios oponerse a ella, pero sin éxito alguno.

Mientras los senadores de Capua y los demás notables corrían a inclinarse ante Aníbal, cuando éste se presentó en la ciudad para ser honrado, Magio mantuvo su dignidad, mostrando la mayor indiferencia, paseándose por el foro, sin importarle el ilustre huésped que ya se comportaba como un gobernante La actitud de Magio enfureció al comandante cartaginés que exigió su arresto. El senado de la ciudad, ahora una mezcolanza de lacayos a sueldo de los Púnicos, cumplió con este deseo, ordenando capturar a Magio, dándole la oportunidad de defenderse ante el magistrado. Se negó a rogar por su salvación frente a sus conciudadanos que lo habían traicionado y, con la cabeza alta y descubierta, fue escoltado por las calles de su amada Capua, hacia el campamento de Aníbal. De pie y orgulloso, Magio no renunció a expresar su pensamiento por última vez frente a la gente que se había reunido para despedirse de él. Y fue entonces cuando sucedió lo impredecible: los Capuanos, arengados por sus palabras, estuvieron a punto de rebelarse y liberarlo (XXIII, 10).


Los soldados que lo escoltaban tuvieron que obligarlo a cubrirse la cabeza y, a toda prisa, lo llevaron al campamento púnico. Aníbal, consciente de ese principio de amotinamiento y habiendo observado el carisma de Magio, juzgó conveniente deshacerse inmediatamente del prisionero, enviándolo a Cartago. 

Estas páginas de Tito Livio avaloran aún más la tesis de que muchos fueron los Capuanos que hubieran preferido ser fieles a Roma.

El destino, sin embargo, premió a Decio Magio por su sentido del honor y la justicia.


El buque en el que viajaba nunca llegó a Cartago porque una tormenta lo arrastró a la costa de Cirene, donde fue liberado y recibido como huésped. El rey de Egipto, Ptolomeo Filopátor, impresionado por su historia, le concedió la libertad de elegir a dónde ir. El noble de Capua era consciente de que no podía vivir ni en Capua ni en Roma y al final se quedó en Egipto donde acabó sus días.


Decio Magio no pudo evitar la traición de su ciudad, pero su ejemplo le dio a Aníbal una lección de honor y respeto por la palabra dada.

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miércoles, 18 de enero de 2023

VOZ Y VIDA DE UNA VESTAL. BREVE RESEÑA A "ESCLAVA DE VESTA" DE MIREIA GALLEGO VERDEJO.

Resumiendo mucho, podemos decir que las vestales estaban consagradas a la diosa Vesta y que pasaron de ser dos en los primeros tiempos (aunque de eso no hay certeza) a ser ya cuatro siglos después y seis en sus últimas etapas. Estaban consideradas fundamentales para la continuidad y la seguridad de Roma. Debían ser vírgenes, de buena familia y hermosas. Eran seleccionadas por el pontífice máximo en la edad de seis a diez años. Entre sus labores destacaban: la de cuidar del fuego sagrado de Vesta que siempre debía permanecer encendido; debían permanecer vírgenes y participar en los ritos religiosos, a los que su privilegiada posición social  les obligaba, como la elaboración de la mola salsa que se usaba en los sacrificios estatales.

Su servicio duraba treinta años, los primeros diez se dedicaban al aprendizaje, los siguientes diez al servicio religioso y los últimos a la formación de las nuevas vestales. Después eran libres de volver a la normalidad o permanecer célibes en el templo que era la opción más frecuentemente elegida.

Gozaban de numerosos privilegios que el resto de las romanas no disfrutaban. De entre esas ventajas destacaba la capacidad de tener patrimonio propio sin tutor, lugar preeminente en las ceremonias y espectáculos públicos, inviolabilidad de su persona, etc. El perder la virginidad era considerado el delito más grave que podía cometer una vestal ya que ponía en peligro la continuidad de Roma. Esa falta era más grave incluso que dejar que se apagara la llama sagrada. Como la vestal era considerada hija de Roma, cualquier relación sexual que mantuviera  era considerada incesto.

Los textos sobre las vírgenes vestales en general,  son muy numerosos, y en algunos casos excelentes. Sin embargo las publicaciones que hablan de las vestales en concreto, de quienes eran, de cómo pensaban y sentían, de que les pasó, de porqué hemos conocido tan pocos nombres de estas sacerdotisas a lo largo de la historia, son muy escasas. No son muchos los nombres que han sobrevivido al paso de los siglos. Tanto es así que ya hace unos años me animé, en colaboración con el gran Francesc Sánchez( recientemente fallecido) de la web Arraona Romana a recopilar en  un artículo  gran parte de las historias y algunos de los pocos nombres conservados de esas mujeres como un homenaje a su generosidad y a la vida de servicio que rindieron a la Ciudad Eterna. Tampoco son muy abundantes los relatos literarios en los que ellas tengan la voz cantante, el papel de protagonistas. Mireia Gallego Verdejo, la escritora y divulgadora, miembro fundador de Divulgadores de la Historia y administradora del excelente y veterano blog Atenea Nike, ha venido a poner remedio a la situación con su nueva novela "Esclava de Vesta".

Es un excelente relato de la vida de una vestal(ficticia) Occia, de la familia de los Valerio que sufre la inquina y el desprecio más profundo de su hermana mayor, Claudia que, con sus intrigas y maquinaciones, irá trayendo la desgracia más absoluta no solo a nuestra joven protagonista, sino prácticamente a todos aquellos a los que ama. Occia, a causa de las maniobras de su cuñado, resulta elegida siendo muy niña para ser vestal y en contra de su voluntad, ingresa en la Casa de las Vestales. Allí transcurrirá su vida austera y plenamente dedicada al culto a la diosa. El relato, además del componente humano que lleva aparejado, resulta de lo más interesante para cualquier amante de la antigua Roma, pues sirve de pretexto a la autora para contarnos, con una habilidad narrativa sorprendente, no solo los grandes momentos políticos de los gobiernos de Calígula o Claudio sino también aspectos más costumbristas de la sociedad romana en general y sobre todo de las vestales: como era la vida de estas mujeres; en que consistía el culto a Vesta; cuales eran los privilegios y obligaciones de ser vestal; que comían; como se organizaban para el culto; cuales eran los castigos que sufrían si faltaban a sus deberes, etc. No se piense el lector de estas líneas que le estoy recomendando una novela tierna y divertida sobre la vida de una joven Vestal. En absoluto, la novela como ya he indicado es rigurosa hablando desde un punto de vista histórico y a veces refleja de una manera brutal y descarnada lo dura que podía ser la vida y la muerte en esa ciudad. Es sorprendente también y eso que ya me pasó con su novela anterior, lo rápido y fácil que se leen sus poco más de 300 páginas, te quedas con ganas de seguir leyendo sobre Occia y sobre esa Roma, ya dueña de casi todo el mundo, al menos del conocido, de la primera mitad del siglo I.

Es, en definitiva mi fórmula favorita para la novela histórica( diversión + rigor histórico), mezclar la vida de un personaje real o ficticio(eso da igual) con la narración seria y rigurosa del contexto histórico en los que se desenvuelve la intriga. He leído a algunos divulgadores, "profetas de la verdad" decir que con la novela histórica no se puede aprender historia. Yo sinceramente creo que eso no es cierto, en especial si leemos las novelas de Mireia que, siempre son divertidas pero fieles al contexto histórico en el que se desarrolla. Un perfecto ejemplo de ello es su anterior novela "Servilia: La mujer que cambió el destino de Roma", que hemos reseñado ya en este blog.

En conclusión y con ánimo de no aburrir al lector de estas líneas solo me queda animarle a hacerse con una novela en la que la diversión y el aprendizaje están garantizados. Una inversión perfecta ¿No os parece?

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jueves, 5 de enero de 2023

¡ABRAN PASO A MI AMO! . LA FIGURA DEL ANTEÁMBULO.

 Un texto de Iván La Cioppa para HRA

¿Cuántas veces hemos visto a personas serviles, auténticos lacayos ponerse a las órdenes de los así llamados poderosos y acabar, al final, haciendo el ridículo? Bien, pues son personajes que ya existían en la antigua Roma y se les llamaba “anteámbulo”, que significa literalmente “aquel que camina por delante”. 


En la vida real, el “anteámbulo” solía ser un esclavo o un liberto que, por la calle, caminaba delante de su amo (o de su patrón, si era un liberto) y le abría literalmente paso por la muchedumbre, si era necesario incluso a empujones y codazos, gritando «fate locum domino meo» (abran paso a mi amo). 

Calles romanas( Serie Rome, HBO)
Tenemos constancia de esta figura en la obra de Suetonio, Marcial, Juvenal y Plinio el Joven. 

El caso es que a veces el “anteámbulo” se esmeraba tanto que daba lugar a situaciones embarazosas, como podemos leer en una epístola de Plinio (Ep. 3.14, 7.).

El abogado, magistrado y escritor romano nos cuenta una anécdota cuyo protagonista es un tal Larcio Macedón, ex juez, hombre altivo e intransigente, sobre todo con sus esclavos. El hombre estaba paseando por las termas, en Roma, precedido por su “anteámbulo” que, ni corto ni perezoso, tuvo el valor de pretender que un caballero, un exponente de la prestigiosa Clase Ecuestre, le cediera el paso a su amo, y le rozó una mano. 

Este último, airado, se dio la vuelta de pronto y abofeteó no el siervo, el responsable de la ofensa, sino a su amo, el pobre Larcio: algo que lo hirió en el honor, además de dolerle.

 Curiosamente, Larcio Macedón años después halló la muerte en las termas (las de su mansión en Formia) a manos de sus esclavos quienes, cansados del trato inhumano que les daba su amo, lo mataron de una forma especialmente cruel.



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