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domingo, 27 de febrero de 2022

EL EMPERADOR MAYORIANO. LA ÚLTIMA ESPERANZA DE ROMA EN OCCIDENTE.

Un texto de Federico Romero Díaz

Gracias a autores como Hidacio, Juan de Antioquía y Sidonio Apolinar contamos con bastantes datos sobre la vida de este Emperador. Su nombre completo fue el de Flavio Julio Valerio Mayoriano. Nació entre el 420 o el 427 en el seno de una noble familia militar con buenas conexiones con la corte imperial. Su abuelo había desempeñado el cargo de magister militun durante el gobierno de Teodosio y sus padres estaban muy próximos al hombre con más poder dentro del Imperio en aquella época Flavio Aecio.

El líder franco Clodión el Cabelludo se somete a Aecio en presencia de su oficial Mayoriano.(Il. M.Szyszko)

Bajo la protección de Aecio inicia su formación militar. Los enemigos no eran escasos. Sus méritos contra francos y alamanes, junto a su noble cuna romana pronto le hicieron destacar haciendo que Valentiniano III le tuviera en cuenta como candidato a ser el esposo de su hija, Placidia. Sin embargo el magister militum Aecio tenia otros planes. Deseaba que el enlace de Placidia no fuera con su joven oficial Mayoriano, sino con su propio hijo Gaudencio. Así lograba emparentar con la casa imperial y colocar a su hijo en el trono. Mayoriano enojado por la decisión de Aecio se alejará voluntariamente de la corte hasta el asesinato de Aecio en el 454 a manos del propio emperador que solo unos meses después, muere a manos de dos seguidores del magister militum.

Aecio Valentiniano y Gala Placidia. Atila (2001)

Tras la muerte de Aecio y de Valentiniano III los acontecimientos se precipitan. El nuevo emperador, Petronio Máximo, que probablemente estaba detrás del asesinato de Valentiniano III, reclama al joven Mayoriano a su corte donde es nombrado Jefe de la Guardia. Sin embargo en el 455 Roma es saqueada por los vándalos de Genserico y su emperador fallece tratando de huir de la plebe enfurecida. Mayoriano, junto a su amigo Ricimero se imponen por la fuerza de las armas al candidato al trono de los visigodos, Avito siendo  Mayoriano nombrado emperador el 457.

Saqueo de Roma por los vándalos en el 455.

El imperio romano en Occidente está en una situación crítica y Mayoriano pone manos a la obra para salvar lo que aún queda y recuperar una buena parte de lo perdido. Rechaza a los incursores vándalos en Campania y recupera el control sobre el sur de la Galia derrota con la ayuda de Egidio a los visigodos, a los que fuerza a pactar. También derrota a los burgundios recuperando la ciudad de Lugdunum (Lion). Retoma el control de las ricas Sicilia y Cerdeña de los vándalos y por fin, ataca a los suevos en Gallaecia que se ven obligados a replegarse y a cesar en sus ataques en la península ibérica.

Su lucha por devolver al imperio romano su antiguo esplendor no se limitó al plano militar. Fue autor de un gran numero de leyes, muchas de las cuales se recogerán en el llamado Código Teodosiano. Redujo los impuestos y su tasación futura fue puesta en manos de funcionarios locales. Restableció la institución de los defensores, obligados a defender a los más humildes y a reportar al Emperador de los abusos cometidos en su nombre. Prohibió la costumbre de derruir los monumentos antiguos para aprovechar sus restos en nuevas construcciones y trató de limitar la sangría que suponían las ordenaciones obligatorias y los votos de celibato prematuros para el Estado.


Tras asegurar su situación militar en la Galia y en la península ibérica reunió un potente ejército con el que se dirigió a la costa levantina de Hispania. Allí estaba concentrando una gran flota de barcos con los que pasar a África. Roma si quería tener un futuro, necesitaba recuperar de manos de los vándalos la rica provincia de África. Sin sus impuestos y trigo el imperio de occidente tenía sus días contados. Hidacio nos cuenta que el astuto rey vándalo Genserico, conocedor de los planes del romano, y quien sabe si con el apoyo de Ricimero, gracias a la traición de los capitanes de los barcos romanos, consiguió adelantarse y capturar una parte de la flota reunida y quemar el resto de la gran flota romana posiblemente a resguarde en Portus Ilicitanus(actual santa Pola). La última esperanza de Roma se hundía frente a la costa de Hispania.

Mayoriano fue realmente el último emperador de Occidente que intentó restaurar algo del anterior poderío romano y proteger al Imperio romano de Occidente de la desaparición. Resultó ser demasiado independiente para Ricimero, que deseaba colocar a alguien en el trono más "manejable". Eso sumado al prestigio que tenía como militar victorioso y sus ambiciones de conquistar el reino vándalo, hizo que Ricimero recelara e hiciera fracasar su expedición.TRas la derrota, a la vuelta a Italia y tras licenciar a la mayor parte de su ejercito en la Galia, será detenido y asesinado por los agentes de Ricimero en el 461, aunque también hay fuentes que dicen que pudo morir de disentería.

Edward Gibbon escribió de él en su clásico Historia de la decadencia y caída del Imperio romano: «Mayoriano nos brinda el feliz hallazgo de un carácter grande y heroico, tal como algunas veces surge, en una época de decadencia, para vindicar el honor de la especie humana»

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miércoles, 23 de febrero de 2022

LA DIETA DEL LEGIONARIO

Texto de Iván La Cioppa.

Se calcula que un legionario romano quemaba un promedio de 7.000 calorías al día. Estas cantidades no deben sorprendernos si pensamos en el agotamiento y la tensión excepcional a los que los legionarios eran sometidos, como marchas, construcción de campamentos, batallas y entrenamiento. Para sostener estos ritmos, tenían que seguir una dieta adecuada.



Según la costumbre romana, el soldado debía comer por una sola razón, es decir para ganar energía y no por placer. Tenía que mantener una conducta austera y espartana para no ablandarse. De hecho, las fuentes utilizan la expresión «cibum capere»  que simplemente significa "tomar comida".

Sin embargo si que tenemos noticia de que los oficiales se concedían buenas comilonas. De hecho, para ellos se utilizaba el verbo «epulare» que significa "disfrutar de un banquete". Baste con decir que Catón el Joven, a pesar de su fama de hombre austero, llevó a la guerra a su cocinero personal.

El alimento básico de la dieta del legionario eran los cereales, especialmente la espelta y el trigo, que eran muy fáciles de cultivar. Cada soldado recibía cierta cantidad en grano, de forma regular y su coste era descontado de su paga. Muy nutritivo y fácil de preparar era el «puls», una sopa espesa de cereales, cocinada con agua, leche y cualquier otra cosa que se tuviera a disposición.

Habitualmente, en colaboración con los miembros de su «contubernium», los legionarios molían parte de sus cereales en pequeñas muelas transportadas en carretas. El «panis militaris» se hacía mezclando harina de trigo, agua, sal, aceite y hojas de laurel: era una especie de saladilla sin levadura, que se asaba sobre piedras calientes o brasas. Con harina de trigo duro, agua y aceite se elaboraba el «buccellatum», una galleta muy dura pero muy duradera. Por lo general, se cocinaba dos veces para que quedara aún más seco y durara más tiempo.

Buccellatum


Esta doble cocción era muy importante. De hecho, las fuentes nos informan que en una ocasión, durante la guerra vándala del 533 d.C., el «buccellatum» no se coció adecuadamente y provocó la intoxicación y la muerte de 500 soldados.

Este tipo de galleta se comía a menudo durante las marchas, cuando no se disponía de tiempo para parar a comer. Por la misma razón, los legionarios siempre llevaban consigo una bolsa de cereales, algo que podía ser decisivo en caso de perder los carros de la comida, porque gracias a eso podían resistir unos días más, comiendo su contenido tanto crudo como cocido en forma de pan.

En las fuentes hay muchas referencias a la elaboración del pan por parte de los soldados romanos. Herodiano incluso nos cuenta que el emperador Caracalla, durante las campañas militares, compartía mesa con sus soldados y, como ellos, él mismo amasaba y horneaba su pan.

Otra prueba muy interesante es el descubrimiento de 120 hornos entre los restos de un campamento en «Devona» (hoy, Deers Den) en Escocia.

Entre los diversos cereales, sin embargo, había uno que no gozaba de buena fama: era la cebada, que se consideraba de nivel más bajo y apta solo para animales y bárbaros. Precisamente por eso, uno de los castigos infligidos al legionario era comer cebada en lugar de trigo, socavando así su dignidad.

La carne merece una mención especial. Los legionarios comían carne pero no muy a menudo porque era fácilmente perecedera, especialmente en climas cálidos y podía estropearse por muchas razones.

Apiano nos habla de una fuerte disentería en las filas del ejército de Lucio Lúculo, en la campaña española del 150 a.C., debida a carne de venado y conejo estropeada.

Lo mismo sucedió con las tropas de Corbulón en el 59 d.C. en Asia Menor.


Para evitar esta clase de problemas, generales como Avidio Casio y Pescenio Níger impusieron un rigor aún mayor a sus soldados, limitando su dieta a pan y «buccellatum».

Sin embargo, en general, la legión procuraba integrar las comidas de los soldados también con carne por su aporte energético especialmente elevado. Vegecio, como una forma de resolver el problema, recomienda reclutar cazadores y guardianes de animales para asegurar el abastecimiento de las cantidades necesarias de carne; en el «Codex Theodosianus», el cordero y el tocino están incluidos entre los alimentos recomendados en la dieta del legionario.

La arqueología nos confirma una vez más estos datos, ya que se han encontrado una gran cantidad de huesos de animales en varios emplazamientos de antiguos campamentos militares.

Para conservar mejor la carne, a menudo se utilizaba sal, limitando así la proliferación de hongos y bacterias e incluso enfermedades como el botulismo.

La sal efectivamente era un alimento muy importante, que se utilizaba también para dar sabor a la comida. Disuelta en vino, además, favorecía la retención de líquidos, previniendo la deshidratación sobre todo en zonas de clima cálido. Debido a su múltiple utilidad, a menudo se les entregaba cierta cantidad de sal a cada legionario como parte de la paga. Y por esta razón el sueldo del soldado romano se llamaba "salario". De la sal también toma su nombre una de las vías romanas más famosas: la «Via Salaria»  que comunicaba la ciudad con las salinas de la desembocadura del Tíber.

La dieta del legionario también se complementaba con queso, que se tomaba solo o en sopas o en la masa de pan. El más utilizado fue el “Caciofiore de Columella”, llamado así por el nombre del escritor latino que escribió la receta en sus crónicas, un antepasado del “pecorino” romano.



 Este tipo de queso era ideal para su uso en el ejército porque tardaba poco en hacerse, tan solo 15 días, y se conservaba durante bastante tiempo.



Los huevos también fueron ampliamente utilizados porque era fácil conseguirlos. La confirmación nos viene del examen de las letrinas descubiertas entre los restos de los campamentos.


También era muy peculiar la bebida típica de los soldados: la posca, también llamada «acetum», una mezcla de agua y vinagre, muy eficaz en quitar la sed y cuya excelente acción desinfectante reducía el riesgo de disentería.

El vino también estaba permitido, pero aguado y, a veces, mezclado con miel y especias.

Poco utilizada era la cervisia, antepasado de la cerveza, considerada bebida bárbara.

La potencia en batalla de una legión dependía muchísimo de su capacidad de alimentar a sus miembros. La calidad de los suministros podía decidir la victoria o la derrota en una batalla o poner en peligro toda una campaña militar; pues, como dice Vegecio:

"El hambre consume a un ejército más que la batalla y es más cruel que la espada".

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SCAEVA. EL PARADIGMA DEL VERDADERO ROMANO

Os dejamos un enlace por si queréis haceros con un ejemplar de "La legión que vino del mar" de Iván La Cioppa.



viernes, 4 de febrero de 2022

SCAEVA. EL PARADIGMA DEL VERDADERO ROMANO

Un relato de Iván La Cioppa para HRA

¿Por qué se hizo celebre  Marco Cassio Scaeva, centurión de la Legio VI a las órdenes de Cayo Julio César?

 La guerra civil asola todo el imperio. César, pasado el Rubicón, entra en Roma sin derramar una gota de sangre mientras Pompeyo y sus soldados se refugian en Grecia donde tratan de reorganizarse. El conquistador de las Galias sabe muy bien que la partida aún no está cerrada. Su adversario cuenta con 11 legiones que desde las provincias orientales se están moviendo hacia las costas del Epiro. Desde aquí comenzará la ofensiva. César, una vez más, debe jugarse el todo por todo y, con las pocas legiones que logra embarcar, llega a Grecia para hacer frente a lo que una vez fue un amigo fraterno con el que se había casado su hija.

Pompeyo puso su campamento en una colina a pocas millas de Dyrrachium. César ordenó a sus hombres construir una impresionante muralla de 22 km alrededor del campamento enemigo con el fin de aislarlo y dar la idea de que está sitiado y en dificultad. Pompeyo no se queda inactivo. Confiando en la superioridad numérica, realiza numerosas incursiones a lo largo de las fortificaciones cesarianas. Entre éstas hay un fuerte al sur, confiado a la octava cohorte de la Legio VI. 6000 pompeyanos se lanzan sobre él. Los defensores son menos de 500 y apenas pueden contener el choque. Es una carnicería. Muchos perecen y entre éstos los centuriones más viejos. La situación es desesperada pero aquí un hombre decide tomar el mando.  Su nombre es Marco Cassio Sceva, un centurión de hierro y granito que ya' ha dado prueba de valor durante el desembarco en Britania.

Scaeva incita a los compañeros a no rendirse y honrar a su comandante. La Legio VI siempre lo ha hecho. Confía en su coraje y no lo defraudarán. Ningún pompeyano pasará por esa parte excepto en pedazos. La lucha continúa. Arqueros y máquinas de asedio continúan la matanza pero los defensores resisten. Scaeva lucha denodadamente en primera fila tanto que la hoja de su gladio se arrugó por los muchos golpes y su escudo es desgarrado por flechas enemigas.  Una lanza se clava en su costado mientras un golpe de espada le desgarra el muslo pero nada logra detener su furia. Poco después una flecha se le clava en el ojo izquierdo. Un hombre normal no podría soportar tal dolor pero él no es como los demás. Incluso el dios Marte lo mira admirado. Lanzando un gruñido inhumano, se arranca el dardo de la órbita ocular, lo lanza al suelo, irritado, y se lanza contra los adversarios, asombrados por esa escena. En algún momento el centurión parece ceder y golpea el suelo. Por un momento el choque se detiene. 

Ilustración de James Rinere (art station.com)


Dos oficiales pompeyanos se le acercan para pedirle la rendición. Ahora, para ellos, la batalla ha terminado. Desafortunadamente se equivocan. Como un felino en espera de la presa, Scaeva se levanta de repente, agarra el gladio y los masacra ambos.  El combate se reanuda. Pasan horas interminables. Al final su cohorte honra al águila de la propia legión , rechazando a los atacantes. 

Algunos soldados llevan a César el escudo de su centurión, con 120 flechas clavadas, para mostrarles el terrible enfrentamiento que han tenido que afrontar y el valor de Scaeva. Se dice que en el campo se lanzaron alrededor de 30000 dardos enemigos. César se sorprende por tanta temeridad' y es cierto que con tales hombres conseguirá la victoria final.

Ya en Bretaña había conocido a Marco Cassio Scaeva. Después de desembarcar en la isla, a él y a algunos otros se les confió la defensa de la playa en la que se estaba construyendo el campamento. Pronto los britanos atacaron y Scaeva luchó con gran vehemencia y ferocidad . En algún momento se quedó solo, acorralado por los enemigos. Perdió el casco y el escudo pero continuó atacando. Desde el campamento vieron la escena y, inmediatamente, corrieron en su ayuda, arrastrándolo a salvo detrás de las líneas romanas. Llevado ante César, Scaeva no se enorgullece de su valentía, sino que pide perdón por haber perdido el armamento y haberse retirado. El comandante quedó impresionado por su humildad y valor y decidió premiar a ese legionario formidable con el nombramiento de centurión. 

Los legionarios de César comienzan su desembarco en Britania.

Bien visto, esa elección fue providencial. La batalla de Dyrrachium está perdida pero, gracias a Marco Cassio Escaeva la victoria de Pompeyo es efímera e insignificante. El centurión debe ser recompensado una vez más por su fidelidad inquebrantable. César lo nombra centurión primus pilus y le dona 200.000 sestercios mientras que a los supervivientes de su cohorte se les concede el doble de la paga por el resto de su servicio, además de comida, ropa y mucho otro.

Las hazañas de Marco Cassio Scaeva han llegado hasta nosotros gracias a varios autores antiguos que las han relatado en sus obras, a veces con versiones discordantes. Primero entre todos el mismo César en el De bello civile, seguido por Plutarco, Suetonio, Lucano, Floro, Appiano y Valerio Massimo. Ellos ayudaron a imprimir indeleblemente en la historia las acciones de este extraordinario centurión , paradigma del verdadero legionario romano.

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