Un texto de Marcos Uyá para HRA
A lo largo de la historia y de la cultura popular, los pictos siempre han sido asociados a la idea de guerreros bravos, valientes, feroces, tenaces, agresivos y sin escrúpulos, con una imagen exótica y misteriosa vista como personajes prácticamente desnudos y pintados o tatuados de azul, y como los indómitos habitantes del norte de Britania, cuya función principal era esperar agazapados en frondosos y tupidos bosques o lugares cubiertos por el frío hielo, para asaltar a las legiones romanas o a cualquiera que se les interpusiese en su camino
Quienes eran los pictos
La palabra picto significa literalmente «tatuado», práctica que ya hacían sus antecesores los caledonios, pero también puede derivar de la palabra celta pehta o peitha, que literalmente alude a «luchador», aunque también podría asociarse a «pies duros» que hacen referencia a su resistencia, relacionada a la hora de luchar. Otras explicaciones, es que se utilizara el término para especificar y designar a aquellos que no pertenecían bajo frontera romana, contemplando la posibilidad de un resurgimiento de los orígenes aborígenes de los habitantes del norte de la isla frente al dominio romano.
También se suele relacionar el término picto con los llamados pictones, una tribu gala que habitaba al sur del río Loira en la Galia, y que al comerciar precisamente con las islas británicas tal vez sugiera un movimiento de carácter migratorio, con lo que de ahí derivaría el nombre de pictos. Por último, se descarta la posibilidad de un origen escita, puesto que, si bien pictos y sármatas sirvieron al ejército romano en Britania, esta suposición no tiene base empírica alguna, a pesar de que autores medievales como Geoffrey of Monmouth, un cronista medieval del siglo XII, afirmase que los pictos procedían originalmente de Scythia. Geoffrey describió cómo, durante el reinado del emperador Claudio, los pictos llegaron en una flota de barcos comandados por su líder Rodric durante el reinado de un legendario rey británico llamado Marius. Según Geoffrey, Rodric desembarcó en el norte de Inglaterra y comenzó a arrasar el país hasta que Marius derrotó a los pictos en una batalla, pero luego les permitió quedarse, otorgándoles la provincia de Caithness, en el extremo noreste de Escocia.
Un poco de historia
Los romanos usaron por primera vez el nombre de pictos, en el año 297 d. C., en un panegírico, dentro de una obra llamada Panegyrici Latini, de autor desconocido, que podría haber sido Eumenio, al césar Constancio, más conocido como Constancio Cloro, que había sido nombrado por el emperador Diocleciano tras instaurar el sistema de la Tetrarquía.
Moneda de Constancio "Cloro" |
En el siglo IV aparecen de nuevo junto con otros pueblos como los escotos, que acaban de llegar de la actual Irlanda, los oscuros atacotos, y sajones, hecho que se recoge en la llamada Res Gestae. Posteriormente, otros autores como Pacatus, nombran ataques de los pictos en el contexto de la usurpación en Britania de Magno Máximo contra Teodosio en el 383, o el poeta Claudiano, que cita la creciente hostilidad picta en el momento que saben que Roma va a abandonar la isla, algo que sucede a principios del siglo V, en tiempos del emperador de occidente Honorio, en donde en los respectivos consulados de Honorio, Eutropio y Estilicón más las guerras contra los godos del 402, nombran esta problemática.
Abundan también las referencias sobre ellos en los siglos V y VI después de Cristo. Otra obra, interesante, es la de Constantino de Lyon, la Vita Germani episcopi Autissiodorensis, que habla sobre Germanius, el obispo de Auxerre, en donde se describe que los pictos se unen con los sajones para hacer la guerra contra los britanos. Pero, posiblemente, la mejor evidencia sobre los pictos en la antigüedad tardía, la encontramos en San Gildas, historiador y eclesiástico, que en su obra De excidio Britanniae, escrita hacia el 540, nos da una descripción precisa sobre estas gentes, las cuales las encasilla como feroces guerreros que, junto a los escotos, asaltan y pelean contra los britanos. Otra fuente es la de Beda el Venerable con su Historia ecclesiastica gentis Anglorum, escrita entre el 730 y 731, pero se basa en testimonios anteriores como el de Gildas o Constantino de Lyon.
Durante el siglo VI y VII, a la vez que al sur de Britania se formaba la llamada Heptarquía Anglosajona, en la actual Escocia también van a surgir algunos reinos pictos tras la retirada romana. En total hubo siete, que formarían la llamada Pictland, y que experimentaron luchas internas, destacando el ascenso de Fortriu en la parte noreste, y la detención de los anglosajones en su avance hacia Escocia tras perder en el 685 la batalla de Dun Nechtain contra una configuración de pictos comandados por el rey de Fortriu Bridei III.
Precisamente, tras la muerte de Bridei III en el año 706 d. C. marca el comienzo de un período inestable en la historia de los pictos cuando sus reyes lucharon en una serie de guerras contra los escotos que formaron el reino de Dál Riata. Estas guerras terminaron en el año 793 d. C. cuando un rey picto, llamado Constantin mac Fergal, colocó a su hijo Domnall en el trono de Dál Riata y lo mismo intentaron hacer con el reino vecino de Strathclyde, conocido también como Alt Clut, pero sin éxito. A Constantin mac Fergal se le atribuye una especie de unión entre los pictos y los escotos, que derivarían a escoceses, y fue el primer gobernante escocés en ser conocido como Ard Righ, o «Gran Rey» de los escoceses. Sin embargo, pictos y los escoceses pronto se enfrentaron a otra amenaza proveniente del norte: los vikingos que, desde principios del siglo IX, asaltaron las costas escocesas con una regularidad cada vez mayor. Al principio, se trataron simplemente de incursiones, pero pronto los vikingos decidieron asentarse en parte de la isla fundando el reino de York, destruyendo el de Northumbria, debilitando el reino de Strathclyde y colonizando las islas del norte, formando el llamado reino vikingo de Mann.
Tras varias derrotas de los pictos y escoceses contra los vikingos, posteriormente, Cináed mac Ailpín, más conocido en la historia escocesa como Kenneth MacAlpin, subió al poder y logró unificar de nuevo a los escoceses y los pictos y sentar las bases para una nación escocesa unida. Llegó al trono en el año 843 d. C. y extendió su reino en el momento de su muerte, en el año 858 d. C. más que cualquier otro monarca antes que él. Muchos estudiosos señalan la ascensión de Kenneth MacAlpin y sus descendientes inmediatos como el principio del fin de la cultura picta en Escocia y la transición al reino de Alba. Probablemente ya en el siglo XI, todos los habitantes del norte de Alba se habían convertido en escoceses totalmente gaelizados y la identidad picta se había olvidado, pasándose a llamar entonces el reino de Escocia.
Sociedad
La sociedad picta estaba basada en el clan, usada como mecanismo de protección entre los distintos grupos familiares, prestando especial atención al elemento ya citado del parentesco, en donde se daba extremada importancia a la genealogía, con un ancestro real o mitológico. Dentro de cada clan, había una especie de subjefe que recibía el nombre de «higher man» u hombre superior. Después, y raíz de los descubrimientos arqueológicos, podría existir una especie de «clase media» compuesta por artesanos, cazadores, metalistas, agricultores, ganaderos y fabricantes de armas. También había esclavos, como lo reflejó san Columba en su visita a los pictos del norte cuando constató que había una esclava de Dál Riata entre ellos. Por último, se constata la figura de los llamados «druidas» que, si bien no alcanzarían la importancia religiosa como entre los britanos y galos, tenían su papel trascendente en la sociedad, no como únicamente sacerdotes, sino como filósofos, poetas, educadores, compositores, hacedores de leyes, consejeros políticos, profetas o astrónomos. Fueron de los pocos que escaparían de la cristianización.
Un aspecto importante, recogido en las fuentes, es la conformación de una sucesión matrilineal, esto es, que no es que las mujeres fueran reinas, sino que el linaje proviene de las líneas de sangre de la madre o, dicho de otro modo, por los descendientes por la línea materna. Sin embargo, esto no fue común hasta finales del periodo picto, y, mientras tanto, la elección de un rey se hacía a través de los nobles en un complicado proceso en donde el candidato tenía que demostrar que sus ascendentes provenían de la nobleza y que debía de casarse con la «princesa» de uno de los siete reinos. Así se conformaban uniones estables y de larga duración.
Religión
Parecer ser que los pictos estaban adscritos al politeísmo celta, adorando a deidades celtas y teniendo una cierta veneración animista, es decir, la creencia de que árboles, animales o cosas pudieran tener un espíritu propio. Sin embargo, de los pictos sabemos más sobre sus aspectos religiosos a la llegada del cristianismo gracias a la labor misionera de algunos monjes. El primer misionero cristiano que realmente empezó a cristianizar fue san Ninian, nacido hacia el 360 d. C., el llamado apóstol de los pictos del sur, por su labor evangélica entre estas gentes. Otro misionero importante en esta labor fue san Kentigerno, con su misión cerca del istmo de Clyde, y fundador de la actual Glasgow. Sin embargo, una serie de acontecimientos, como una rebelión anticristiana en Strathclyde, le obligaron a ir a Gales, para finalmente volver en los últimos años de su vida cerca de Kilmacolm, donde sería visitado por san Columba.
De éste último, su obra la conocemos en la llamada Chronicle of Ireland y la Pictish Chronicle. De la primera, tenemos textos que refieren a la cristianización de Escocia por parte de San Columba, que nombra la enseñanza de Columba entre los «túatha toi» (literalmente los pueblos situados al lado del río Tay) que podrían hacer referencia a los pictos, y también otro documento en donde se nombra a ellos en repetidas ocasiones en la titulada Life of St. Columba, escrita por Adomnán, abad del monasterio de Iona. De todo ello, parece ser que san Columba llegó al norte de la isla hacia el 563, concretamente a la península de Kyntire, y, aparte de ser misionero, destacó por sus labores de diplomático entre las tribus pictas, realizando supuestos milagros como el desterrar a una supuesta bestia en un lago (se identifica con el Lago Ness) tras haber matado a un picto. También visitó al entonces rey pagano Bridei I de Fortriu, aunque no consiguió convertirlo. Además, fundó varias iglesias en las islas Hébridas y el monasterio de Iona.
Tampoco hay que olvidar otros aspectos como las famosas representaciones en monolito, las llamadas «piedras pictas», en la que se esculpían o dibujaban mediante grabados todo tipo de de animales, especialmente caballos, peces o serpientes, estos últimos para los druidas era símbolo de la sabiduría y, sobre todo, figuras geométricas como ruedas que parecen representar carros o símbolos astrológicos e incluso religiosos. También hay algunas piedras que representan posibles escenas de batalla y guerreros en posición de combate. El problema es que hasta hoy, esclarecer su significado es aún un misterio, siendo una hipótesis las representaciones de la vida de algunos difuntos, e incluso nombres, linaje y parentescos.
Escena de batalla de la piedra picta de Aberlemno, que se presume muestra escenas de la batalla de Dunnichen |
La guerra
Para los pictos, la guerra fue elemento fundamental dentro de la sociedad picta y para su supervivencia. En efecto, desde niños, los guerreros pictos recibían un entrenamiento basado en la agilidad, fuerza, destreza, puntería y comunicación; y se entrenaban en todo tipo de combates. Finalmente, el aspirante, cuando llegaba a la edad adulta, y tras un largo periodo de entrenamiento, tenía que hacer una prueba pública para demostrar estar capacitado para la lucha. Si la superaba, incluso podría conseguir una especie de trofeo de guerra que demostraba que estaba preparado para la batalla. En raras ocasiones, y en tiempos de guerra, el aspirante podía luchar en la batalla y se le declaraba apto si como trofeo traía la cabeza decapitada del líder enemigo.
Guerrero picto del siglo I d.C |
El guerrero picto, como se ha dicho, ha tenido fama de ser tosco, rudo, feroz, tenaz y a veces inconsciente, pero todo eso se debe a un sentimiento de lealtad y de llamada del deber para luchar no sólo por su tribu sino por su clan. Además, solía estar representado por los famosos tatuajes, aunque no se sabe si eran realmente como tal o pinturas, que se extraía de una planta llamada isantis tinctoria, que se adherían a su cuerpo durante largo tiempo, pero que le daban un aspecto más intimidante y terrorífico. Los pictos luchaban tanto en modalidad de infantería y caballería, pero, por desgracia, las evidencias arqueológicas son pobres en el sentido de que nos puedan dar una información fiable sobre su estructura en batalla, y las escritas tampoco nos la aclaran. Lo que sí es seguro es que no formaban ejércitos permanentes y unidos, ya que cada tribu poseía el suyo propio, y el número no era demasiado alto, con lo cual se le podría catalogar como bandas de guerreros, muy afines y con un vínculo de pertenencia muy arraigado, si bien en época de los reyes cada reino llegó a tener un ejército semiprofesionalizado que servía al rey.
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