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jueves, 22 de mayo de 2025

DE LA OPULENCIA AL OLVIDO: LA TRÁGICA MUERTE Y SEPULTURA DE LA EMPERATRIZ MARÍA.

 

Un texto de Federico Romero Díaz 

La figura de María, la joven emperatriz esposa de Honorio, hija del generalísimo de Occidente, Estilicón y de Serena, sobrina e hija adoptiva de Teodosio, ha sido tratada muy por encima tanto en divulgación como a nivel académico. Su fallecimiento, el luto imperial que le siguió, la elección de su lugar de eterno reposo, como su muerte pudo haber influido en la iconografía imperial de su esposo. y el significado de su suntuoso entierro en la Basílica de San Pedro, el corazón de la cristiandad romana son temas muy interesantes que creo debe ser conocidos.

Camafeo del siglo V que representa a Honorio y a su esposa María.

La incertidumbre en torno a la fecha de la muerte de María

La fecha exacta del deceso de la emperatriz María ha sido durante mucho tiempo un punto de considerable ambigüedad para los historiadores. Existe una creencia generalizada de que María pereció en el año 408 d.C., con apenas veintidós años de edad. Esta convicción se sustenta principalmente en una única referencia, que se encuentra en la Nueva Historia de Zósimo, que a veces no es demasiado confiable con las fechas exactas.

Lo que resulta particularmente llamativo, y a la vez frustrante que a diferencia de otros personajes de la corte imperial, cuya desaparición era a menudo cuidadosamente registrada, la muerte de la emperatriz María parece haber pasado desapercibida para las fuentes de la época. Incluso el fallecimiento de su propia hermana fue consignado en los registros en el año 415, un hecho que subraya la anomalía en el caso de María.

El Duelo Imperial y la Imagen de Honorio

Si se acepta la hipótesis de que María falleció significativamente antes de lo que sugiere Zósimo, quizás en el año 405 a más tardar, esto arrojaría luz sobre una particularidad en la representación artística del emperador Honorio. Nos referimos a la imagen de Honorio con una barba corta y descuidada, acompañada de bigote, tal como aparece en un díptico consular de marfil atribuido a Anicius Probus y fechado en el año 406. Esta representación, que se distingue por su inusual detalle facial, ha generado considerable interés entre los historiadores del arte y la cultura romana.

Detalle de díptico consular romano occidental
de Flavio Probo Anicio del año 406 d.C.
representando en marfil al emperador Honorio
, vestido de forma militar, con el labarum
 (en el que se lee: "Con este signo siempre vencerás").
T

En la tradición greco-romana, el estilo de barba que muestra Honorio en este díptico, es decir, una barba corta y sin arreglar, era un símbolo inequívoco de duelo funerario. Este tipo de vello facial denotaba una profunda aflicción y se diferenciaba marcadamente de las barbas más largas y cuidadas, que eran comúnmente asociadas con los filósofos y se consideraban un signo de sabiduría y seriedad intelectual. Si consideramos la fecha anterior del díptico consular, del año 406, la barba corta de Honorio podría interpretarse con igual validez como una expresión de su dolor por la pérdida de María. Esta nueva perspectiva ofrece una explicación alternativa y cronológicamente más coherente para la aparición de este rasgo facial.

No obstante, es crucial reconocer que la barba en el contexto romano no era un símbolo unívoco de duelo o filosofía. También podía transmitir madurez y seriedad, cualidades que eran particularmente valiosas en un emperador joven. En el momento en que Honorio comenzó a aparecer con vello facial en el arte imperial, tenía aproximadamente veintidós años. Por lo tanto, su imagen comenzó a reflejar una edad y una madurez que, hasta entonces, no habían sido tan evidentes en su iconografía.

Existen precedentes como el de Alejandro Severo, que ascendió al trono en el año 222 con apenas trece años. Cuando alcanzó los diecinueve años, las acuñaciones de Alejandro comenzaron a representarlo con una barba corta. Con la clara intención de proyectar una imagen de madurez y autoridad, a pesar de su juventud.


  Alejandro Severo con barba.

 El arte imperial romano era una herramienta cuidadosamente concebida para construir una imagen pública específica del emperador. Las acuñaciones y el arte oficial, como el díptico consular, se encargarían de asegurar que esta expresión de dolor fuera visible y comprensible para el pueblo.

En contraste, la muerte de Eudoxia, la esposa de Arcadio y cuñada de Honorio, está registrada precisión por múltiples fuentes, en el 6 de octubre del año 404. Arcadio demostró un profundo afecto por Eudoxia y sufrió enormemente su pérdida, retirándose a un aislamiento casi total durante los pocos años que le restaban de vida. La clara documentación del luto de Arcadio por Eudoxia hace aún más inexplicable el silencio de las fuentes    sobre la muerte de María si hubiera ocurrido tan cerca en el tiempo como la de su cuñada, lo que sugiere que pudo haber pasado antes.

 El Majestuoso Reposo de María: Un Tesoro Descubierto en San Pedro

Más allá de la fecha de su muerte, los detalles del lugar de sepultura de María ofrecen una ventana fascinante a las prácticas funerarias imperiales y a la riqueza material asociada con el poder romano tardío. Los restos de María fueron depositados en un sarcófago de pórfido egipcio, una piedra de un profundo color púrpura, reservada para la realeza y los emperadores. Su tumba se encontraba en una cripta, ubicada debajo de la antigua basílica de San Pedro en Roma.


Colina Vaticana y la antigua Basílica de San Pedro, en Roma. Il. de las Crónicas de Nuremberg (1490). La gran estructura abovedada con ventanas a la izquierda representa el Mausoleo de Honorio.

Este lugar de descanso eterno fue redescubierto en enero de 1544 por un grupo de obreros que estaban trabajando en la nivelación de la deteriorada iglesia de Constantino. Su labor consistía en preparar el terreno para la edificación de la imponente basílica actual en la Colina del Vaticano. El hallazgo de la tumba de la emperatriz fue un acontecimiento de gran magnitud, revelando un tesoro de depósitos funerarios. Según las notas y los informes realizados en la época del descubrimiento, el sarcófago de María estaba repleto de ricos objetos. Lamentablemente, la mayoría desaparecieron con el tiempo. Sin embargo, los registros nos permiten hacernos una idea de la opulencia de la sepultura. Se documentó la presencia de una gran cantidad de piedras preciosas, incluyendo zafiros, esmeraldas y rubíes. Además, se encontraron vasijas de ágata y cristal, objetos de gran valor artístico y material.

Marliano, uno de los cronistas de la época, afirmó que entre los ajuares funerarios había elementos inscritos. Entre ellos, se mencionó un objeto con forma de Agnus Dei (Cordero de Dios) que portaba la inscripción en latín MARIA NOSTRA FLORENTISSIMA (María, nuestra flor resplandeciente). Este detalle subraya la piedad cristiana de la emperatriz y la profunda estima con la que era recordada. También se encontró una placa de oro con una inscripción en griego que listaba los nombres de cuatro arcángeles: Miguel, Gabriel, Rafael y Uriel, reforzando la naturaleza profundamente religiosa de la tumba. Un tercer objeto notable fue una banda de oro que contenía la inscripción DOMINO NOSTRA MARIA – DOMINO NOSTRO HONORIO (Nuestra Señora María – Nuestro Señor Honorio), un testimonio de la unión imperial y el respeto mutuo entre la pareja.

Colgante de María, Louvre.
 Los nombres de los padres de María
 y de su esposo están
colocados para formar el crismón. 

Los tesoros supervivientes y el simbolismo cristiano

A pesar de la lamentable pérdida de la mayoría de los objetos encontrados en la tumba de María, dos piezas han logrado sobrevivir hasta nuestros días, ofreciéndonos algo tangible de la magnificencia de su ajuar funerario. Estas dos reliquias son un simpulum (cucharón) de cristal de ágata, que se conserva en el Museo degli Argenti en Florencia, y un colgante intrincadamente decorado, elaborado con ágata, oro, esmeraldas y rubíes, que actualmente reside en el Louvre. Este colgante, que también sirve como frontispicio del libro del cual se extrajo este texto, ha sido tradicionalmente considerado una bulla (sello), aunque más recientemente ha sido descrito como un enkolpion religioso, es decir, un relicario que se llevaba en el pecho y dentro del cual se contenía tierra con almizcle( tal vez proveniente de Tierra Santa). Cuando el enkolpion de María fue descubierto por primera vez, contenía tierra con fragancia de almizcle, un detalle intrigante que sugiere la posibilidad de que fuera una reliquia de una peregrinación a Tierra Santa. Este detalle añade un matiz de profunda piedad a la imagen de María. Un lado del colgante/bulla está inscrito con los nombres HONORI, MARIA, STELICHO, SERENA, seguidos de la palabra VIVATIS (¡Vive!). El otro lado presenta los nombres STELICHO, SERENA, ECHERI (Eucherius), THERMANTIA, también con la inscripción VIVATIS. Para una mujer de la que sabemos tan poco a través de las fuentes literarias, la riqueza y el simbolismo de su ajuar funerario nos permiten inferir que María era una figura muy apreciada y una cristiana piadosa.

 La Presencia de un Segundo Cuerpo y el Destino de los Restos Imperiales

Los informes del siglo XVI sobre el descubrimiento de la tumba de María sugieren una posibilidad adicional: que un segundo cuerpo fue sepultado junto a ella. Es probable que parte del ajuar funerario pudiera haber pertenecido a esta persona desconocida. Podría tratarse de Serena, la madre de María, o de su hermana Thermantia. Lamentablemente, los restos de María, que se dice que estaban envueltos en un vestido y un sudario de oro tejido, y una gran cantidad de joyas de oro y plata (aretes, amuletos, anillos, pinzas para el cabello, cintas para la cabeza) se han perdido.

Representación de Piranesi de la tumba de María.

Tanto Honorio como sus padres, Serena y Estilicón, tuvieron una participación significativa en la decisión de qué objetos se debían incluir en el ataúd de la joven emperatriz. Los inventarios del siglo XVI describen el contenido del sarcófago de María como una "vista deslumbrante. Esto deja claro el inmenso valor y el cuidado invertido en su entierro.

El Mausoleo de Honorio y el Significado de San Pedro

Los restos de María fueron hallados dentro del mausoleo de Honorio. Esta estructura, ya sea una edificación nueva o una ya existente que fue reutilizada para albergar su bóveda familiar, representa un punto crucial en la historia del entierro imperial. La muerte de María fue, muy probablemente, el catalizador que impulsó a Honorio a encargar un sepulcro personal, lo que subraya la importancia de su esposa para él, ya que el lugar de descanso en San Pedro poseía un significado profundo para el emperador.

Cuando Honorio mismo falleció en el año 423, fue enterrado en su mausoleo junto a sus dos esposas. Sin embargo, a pesar de las amplias excavaciones y la importancia del sitio, sus restos aún no han sido encontrados. Es posible que su tumba haya sido saqueada durante alguno de los múltiples saqueos que sufrió Roma a lo largo de la Edad Media. Si este no fuera el caso, los restos mortales de Honorio podrían aún estar esperando ser descubiertos, bajo  el suelo de San Pedro.

Por otro lado, existe la posibilidad de que la propia Iglesia se haya deshecho de los restos del emperador. Esta hipótesis cobra fuerza si consideramos que el mausoleo de Honorio fue rededicado en el año 757 a Santa Petronilla, una mártir cristiana primitiva. Antes de esto, el papado ya había comenzado a utilizar las criptas de San Pedro para sus propios mausoleos. Los papas romanos de la Antigüedad tardía hicieron esto para preservar para sí mismos ese espacio sagrado, el más cercano a la tumba del apóstol, protegiendo así su papel como representantes de Cristo en la tierra frente a cualquier pretensión imperial.

En cuanto a María y su compañera desconocida en la tumba, el destino final de sus restos después de su descubrimiento en el siglo XVI sigue siendo un misterio.

La historia de María, la emperatriz efímera, es un tapiz tejido con hilos de especulación y fragmentos de evidencia. Aunque su vida y el momento exacto de su muerte permanecen envueltos en cierta oscuridad, el suntuoso descubrimiento de su tumba y el simbolismo cristiano de sus ajuares funerarios nos ofrecen una visión valiosa de las costumbres imperiales y de la importancia de la fe en la Roma tardía. La iconografía de Honorio, especialmente la de su barba en señal de duelo, sugiere una conexión emocional profunda con su joven esposa, lo que añade una capa de humanidad a la figura del emperador. A pesar de las incógnitas, la historia de María continúa cautivando, recordándonos la fragilidad de los registros históricos y la perdurable capacidad del arte para transmitir emociones y significados a través de los siglos.

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