Un texto de Federico Romero Díaz
La figura de María,
la joven emperatriz esposa de Honorio, hija del generalísimo de Occidente, Estilicón
y de Serena, sobrina e hija adoptiva de Teodosio, ha sido tratada muy por
encima tanto en divulgación como a nivel académico. Su fallecimiento, el luto
imperial que le siguió, la elección de su lugar de eterno reposo, como su
muerte pudo haber influido en la iconografía imperial de su esposo. y el
significado de su suntuoso entierro en la Basílica de San Pedro, el corazón de
la cristiandad romana son temas muy interesantes que creo debe ser conocidos.
Camafeo del siglo V que representa a Honorio y a su esposa María. |
La incertidumbre en torno a la fecha de la muerte de María
La fecha exacta del deceso de la emperatriz María ha sido
durante mucho tiempo un punto de considerable ambigüedad para los
historiadores. Existe una creencia generalizada de que María pereció en el año
408 d.C., con apenas veintidós años de edad. Esta convicción se sustenta
principalmente en una única referencia, que se encuentra en la Nueva Historia de Zósimo, que a veces
no es demasiado confiable con las fechas exactas.
Lo que resulta
particularmente llamativo, y a la vez frustrante que a diferencia de otros
personajes de la corte imperial, cuya desaparición era a menudo cuidadosamente
registrada, la muerte de la emperatriz María parece haber pasado desapercibida
para las fuentes de la época. Incluso el fallecimiento de su propia hermana fue
consignado en los registros en el año 415, un hecho que subraya la anomalía en
el caso de María.
El Duelo Imperial y la Imagen
de Honorio
Si se acepta la hipótesis de que María falleció
significativamente antes de lo que sugiere Zósimo, quizás en el año 405 a más
tardar, esto arrojaría luz sobre una particularidad en la representación
artística del emperador Honorio. Nos referimos a la imagen de Honorio con una barba corta y descuidada, acompañada de
bigote, tal como aparece en un díptico consular de marfil atribuido a
Anicius Probus y fechado en el año 406. Esta representación, que se distingue
por su inusual detalle facial, ha generado considerable interés entre los
historiadores del arte y la cultura romana.
En la tradición greco-romana, el estilo de barba que muestra
Honorio en este díptico, es decir, una barba corta y sin arreglar, era un símbolo inequívoco de duelo funerario.
Este tipo de vello facial denotaba una profunda aflicción y se diferenciaba
marcadamente de las barbas más largas y cuidadas, que eran comúnmente asociadas
con los filósofos y se consideraban un signo de sabiduría y seriedad
intelectual. Si consideramos la fecha anterior del díptico consular, del año
406, la barba corta de Honorio podría interpretarse con igual validez como una expresión de su dolor por la pérdida de
María. Esta nueva perspectiva ofrece una explicación alternativa y
cronológicamente más coherente para la aparición de este rasgo facial.
No obstante, es crucial reconocer que la barba en el contexto
romano no era un símbolo unívoco de duelo o filosofía. También podía transmitir madurez y seriedad,
cualidades que eran particularmente valiosas en un emperador joven. En el
momento en que Honorio comenzó a aparecer con vello facial en el arte imperial,
tenía aproximadamente veintidós años. Por lo tanto, su imagen comenzó a
reflejar una edad y una madurez que, hasta entonces, no habían sido tan
evidentes en su iconografía.
Existen precedentes como el de Alejandro Severo, que ascendió al trono en el año 222 con apenas
trece años. Cuando alcanzó los diecinueve años, las acuñaciones de Alejandro
comenzaron a representarlo con una barba corta. Con la clara intención de
proyectar una imagen de madurez y autoridad, a pesar de su juventud.
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Alejandro Severo con barba. |
El arte imperial romano era
una herramienta cuidadosamente concebida
para construir una imagen pública específica del emperador. Las acuñaciones
y el arte oficial, como el díptico consular, se encargarían de asegurar que esta
expresión de dolor fuera visible y comprensible para el pueblo.
En contraste, la muerte de Eudoxia,
la esposa de Arcadio y cuñada de Honorio, está registrada precisión por
múltiples fuentes, en el 6 de octubre
del año 404. Arcadio demostró un profundo afecto por Eudoxia y sufrió
enormemente su pérdida, retirándose a un aislamiento casi total durante los
pocos años que le restaban de vida. La clara documentación del luto de Arcadio
por Eudoxia hace aún más inexplicable el silencio de las fuentes sobre la
muerte de María si hubiera ocurrido tan cerca en el tiempo como la de su
cuñada, lo que sugiere que pudo haber pasado antes.
El Majestuoso Reposo de María: Un Tesoro Descubierto en San Pedro
Más allá de la fecha de su muerte, los detalles del lugar de
sepultura de María ofrecen una ventana fascinante a las prácticas funerarias
imperiales y a la riqueza material asociada con el poder romano tardío. Los
restos de María fueron depositados en un sarcófago
de pórfido egipcio, una piedra de un profundo color púrpura, reservada para
la realeza y los emperadores. Su tumba se encontraba en una cripta, ubicada
debajo de la antigua basílica de San Pedro en Roma.
Colina Vaticana y la antigua Basílica de San Pedro, en Roma. Il. de las Crónicas de Nuremberg (1490). La gran estructura abovedada con ventanas a la izquierda representa el Mausoleo de Honorio.
Este lugar de descanso eterno fue redescubierto en enero de 1544 por un grupo de obreros
que estaban trabajando en la nivelación de la deteriorada iglesia de
Constantino. Su labor consistía en preparar el terreno para la edificación de
la imponente basílica actual en la Colina del Vaticano. El hallazgo de la tumba
de la emperatriz fue un acontecimiento de gran magnitud, revelando un tesoro de
depósitos funerarios. Según las notas y los informes realizados en la época del
descubrimiento, el sarcófago de María estaba repleto de ricos objetos. Lamentablemente,
la mayoría desaparecieron con el tiempo. Sin embargo, los registros nos
permiten hacernos una idea de la opulencia de la sepultura. Se documentó la
presencia de una gran cantidad de
piedras preciosas, incluyendo zafiros, esmeraldas y rubíes. Además, se
encontraron vasijas de ágata y cristal,
objetos de gran valor artístico y material.
Marliano, uno de los cronistas de la época, afirmó que entre los
ajuares funerarios había elementos
inscritos. Entre ellos, se mencionó un objeto con forma de Agnus Dei (Cordero de Dios) que portaba
la inscripción en latín MARIA NOSTRA
FLORENTISSIMA (María, nuestra flor resplandeciente). Este detalle subraya
la piedad cristiana de la emperatriz y la profunda estima con la que era
recordada. También se encontró una placa
de oro con una inscripción en griego que listaba los nombres de cuatro arcángeles: Miguel, Gabriel,
Rafael y Uriel, reforzando la naturaleza profundamente religiosa de la tumba.
Un tercer objeto notable fue una banda
de oro que contenía la inscripción DOMINO
NOSTRA MARIA – DOMINO NOSTRO HONORIO (Nuestra Señora María – Nuestro Señor
Honorio), un testimonio de la unión imperial y el respeto mutuo entre la
pareja.
Colgante de María, Louvre. Los nombres de los padres de María y de su esposo están colocados para formar el crismón. |
Los tesoros supervivientes y
el simbolismo cristiano
A pesar de la lamentable pérdida de la mayoría de los objetos
encontrados en la tumba de María, dos piezas han logrado sobrevivir hasta
nuestros días, ofreciéndonos algo tangible de la magnificencia de su ajuar
funerario. Estas dos reliquias son un simpulum
(cucharón) de cristal de ágata, que se conserva en el Museo degli Argenti
en Florencia, y un colgante
intrincadamente decorado, elaborado con ágata, oro, esmeraldas y rubíes,
que actualmente reside en el Louvre. Este colgante, que también sirve como
frontispicio del libro del cual se extrajo este texto, ha sido tradicionalmente
considerado una bulla (sello), aunque
más recientemente ha sido descrito como un enkolpion
religioso, es decir, un relicario que se llevaba en el pecho y dentro del
cual se contenía tierra con almizcle( tal vez proveniente de Tierra Santa). Cuando
el enkolpion de María fue descubierto por primera vez, contenía tierra con fragancia de almizcle, un
detalle intrigante que sugiere la posibilidad de que fuera una reliquia de una peregrinación a Tierra Santa. Este
detalle añade un matiz de profunda piedad a la imagen de María. Un lado del
colgante/bulla está inscrito con los nombres HONORI, MARIA, STELICHO, SERENA, seguidos de la palabra VIVATIS (¡Vive!). El otro lado presenta
los nombres STELICHO, SERENA, ECHERI
(Eucherius), THERMANTIA, también con la inscripción VIVATIS. Para una mujer de la que sabemos tan poco a través de las
fuentes literarias, la riqueza y el simbolismo de su ajuar funerario nos permiten
inferir que María era una figura muy
apreciada y una cristiana piadosa.
La Presencia de un Segundo Cuerpo y el Destino de los Restos Imperiales
Los informes del siglo XVI sobre el descubrimiento de la tumba
de María sugieren una posibilidad adicional: que un segundo cuerpo fue sepultado junto a ella. Es probable que parte
del ajuar funerario pudiera haber pertenecido a esta persona desconocida. Podría
tratarse de Serena, la madre de
María, o de su hermana Thermantia.
Lamentablemente, los restos de María, que se dice que estaban envueltos en un
vestido y un sudario de oro tejido, y una gran cantidad de joyas de oro y plata
(aretes, amuletos, anillos, pinzas para el cabello, cintas para la cabeza) se
han perdido.
Representación de Piranesi de la tumba de María. |
Tanto Honorio como sus padres, Serena y Estilicón, tuvieron una
participación significativa en la decisión de qué objetos se debían incluir en
el ataúd de la joven emperatriz. Los inventarios del siglo XVI describen el
contenido del sarcófago de María como una "vista deslumbrante. Esto deja
claro el inmenso valor y el cuidado invertido en su entierro.
El Mausoleo de Honorio y el
Significado de San Pedro
Los restos de María fueron hallados dentro del mausoleo de Honorio. Esta estructura,
ya sea una edificación nueva o una ya existente que fue reutilizada para
albergar su bóveda familiar, representa un punto crucial en la historia del
entierro imperial. La muerte de María fue, muy probablemente, el catalizador
que impulsó a Honorio a encargar un sepulcro personal, lo que subraya la
importancia de su esposa para él, ya que el lugar de descanso en San Pedro
poseía un significado profundo para el emperador.
Cuando Honorio mismo falleció en el año 423, fue enterrado en su
mausoleo junto a sus dos esposas. Sin embargo, a pesar de las amplias
excavaciones y la importancia del sitio, sus
restos aún no han sido encontrados. Es posible que su tumba haya sido
saqueada durante alguno de los múltiples saqueos que sufrió Roma a lo largo de
la Edad Media. Si este no fuera el caso, los restos mortales de Honorio podrían
aún estar esperando ser descubiertos, bajo el suelo de San Pedro.
Por otro lado, existe la posibilidad de que la propia Iglesia se
haya deshecho de los restos del emperador. Esta hipótesis cobra fuerza si
consideramos que el mausoleo de Honorio fue rededicado en el año 757 a Santa Petronilla, una mártir cristiana
primitiva. Antes de esto, el papado ya había comenzado a utilizar las criptas
de San Pedro para sus propios mausoleos. Los papas romanos de la Antigüedad
tardía hicieron esto para preservar para sí mismos ese espacio sagrado, el más
cercano a la tumba del apóstol, protegiendo así su papel como representantes de
Cristo en la tierra frente a cualquier pretensión imperial.
En cuanto a María y su compañera desconocida en la tumba, el
destino final de sus restos después de su descubrimiento en el siglo XVI sigue
siendo un misterio.
La historia de María, la
emperatriz efímera, es un tapiz tejido con hilos de especulación y fragmentos
de evidencia. Aunque su vida y el momento exacto de su muerte permanecen
envueltos en cierta oscuridad, el suntuoso descubrimiento de su tumba y el
simbolismo cristiano de sus ajuares funerarios nos ofrecen una visión valiosa
de las costumbres imperiales y de la importancia de la fe en la Roma tardía. La
iconografía de Honorio, especialmente la de su barba en señal de duelo, sugiere
una conexión emocional profunda con su joven esposa, lo que añade una capa de
humanidad a la figura del emperador. A pesar de las incógnitas, la historia de
María continúa cautivando, recordándonos la fragilidad de los registros
históricos y la perdurable capacidad del arte para transmitir emociones y
significados a través de los siglos.
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