Una de las figuras que más huella ha dejado en la historia de la filosofía, fue Séneca. Un filósofo, escritor y político romano cuya influencia perdura hasta el día de hoy. Su legado ha llegado hasta nuestros días. Séneca, conocido por su aguda inteligencia desde temprana edad, se convirtió en un destacado orador y escritor. Su obra abarca una amplia gama de temas, desde la ética y la filosofía política hasta las ciencias naturales. Sus diálogos filosóficos, cartas y tratados reflejan su compromiso con el estoicismo, una escuela de pensamiento que promueve la virtud, la razón y el autocontrol como camino hacia la sabiduría y la felicidad.
Séneca recibe su sentencia de muerte |
Séneca( 4a.C-64 d.C ), procedente de una noble familia de Córdoba, en Hispania, fue testigo de la consolidación del poder de Augusto y la llegada al trono de emperadores como Tiberio, Calígula y Claudio. Sin embargo, sería bajo el reinado de Nerón cuando Séneca desempeñaría un papel crucial.
A pesar del positivo recuerdo que la historia nos ha trasmitido de este personaje, no todo fue gloria y ejemplo en su vida. En realidad en los últimos años de su vida Séneca se construyó una imagen de si mismo como la del perfecto estoico que llegó a creerse. Sin embargo su vida real en muchos momentos estuvo muy alejada de ser un ejemplo. Cuando Séneca tenía 37 años, en el 41 d.C, se trasladó a Roma donde se convirtió en cliente de la familia del difunto Germánico. El recientemente nombrado emperador Claudio lo desterró a la isla de Cerdeña a instigación de Mesalina que lo acusaba de adulterio con Julia Livila. Allí permaneció durante ochos largos años en los que se dedicó a la escritura de sus textos filosóficos y a rogar por que se le permitiera volver. Finalmente lo consiguió gracias a que la nueva esposa de Claudio, su sobrina Agripina intercedió por él y lo nombró preceptor de su hijo Nerón que en ese momento tenía solo 14 años. En la corte se murmuraba que Séneca también tenía relaciones con la emperatriz Agripina. Había amasado una gran riqueza prestando dinero a alto interés. Se decía que al reclamar la devolución de sus enormes préstamos a las tribus británicas en el 59-60 se contribuyó al resentimiento que desencadenó la sangrienta revolución de Boudica. No tuvo reparo que poner a los planes de asesinato de Agripina, su gran benefactora, a manos de su hijo Nerón. Paradójicamente Seneca que fue victima de un tirano, también se mostró en muchas ocasiones como un colaborador activo de la tiranía.
Afranio Burro, el Prefecto del Pretorio y el propio Séneca intentaron influir en la política imperial, pero no consiguieron imponerse a Nerón por demasiados años. Séneca tuvo que soportar como sus socios en la labor de gobernar junto al Emperador eran eliminados por el ansia de independencia de un joven Nerón que, dueño de todo el poder, prefería otras amistades a su alrededor. Primero, como ya hemos dicho, con el consentimiento de Séneca y Burro, fue asesinada Agripina Minor que no se resignaba a ser relegada a un segundo plano y veía con recelo el destacado papel que sus antiguos socios en el gobierno imperial habían adquirido. Tres años después le llegó el turno a Burro, el Prefecto del Pretorio, que posiblemente, y a pesar de que muchos defienden que falleció de forma natural a causa de un cáncer de garganta, murió envenenado por orden del emperador. Ya solo quedaba Séneca de la antigua camarilla. Era un hombre inteligente, sus años y sabiduría le hacían adivinar que lo mejor era apartarse de la corte imperial, de los nuevos amigos de Nerón, su antiguo discípulo, que ahora solo escuchaba a aquellos que se esforzaban en adularle y en acompañarle en sus actuaciones públicas como artista, auriga, en sus fiestas y excesos.
LA MUERTE EN FORMA DE PRETORIANO LLAMA A LA PUERTA DE SÉNECA
Alegando problemas de salud y su avanzada edad pidió permiso para retirarse a sus propiedades aunque la treta no le funcionó por mucho tiempo. Séneca fue implicado en la conspiración encabezada por Pisón para acabar con la vida de Nerón. El Emperador al enterarse de que su antiguo preceptor estaba al tanto de la trama y que a pesar de eso no le había avisado lo condenó a muerte. Envió a una partida de pretorianos encabezada por el tribuno Gavio Silvano con una carta en la que se le comunicaba su condena.
Séneca se encontraba junto a su esposa, y su médico en una villa de la Campania, cercana a la capital romana. Ante la perspectiva de elegir entre ser ejecutado por mano ajena y suicidarse, pocos romanos optaban por la primera opción. Los romanos preferían ser dueños de su propio destino y el suicidio en esas circunstancias no era visto como algo reprobable, sino como un acto honroso. Optó por provocar su muerte y así evitar las consecuencias de una ejecución por traición. En realidad la condena era conforme a derecho, ya que Séneca había tenido noticia, o sabemos si directa o indirectamente de la conspiración encabezada por Pisón para acabar con la vida de Nerón. A Séneca no se le permitió escribir su testamento antes de morir así que decidió dejar el "ejemplo de mi vida" que como ya hemos explicado no fue todo lo ejemplar que el mismo creía. Su mujer Paulina, al conocer el destino de su esposo decidió acompañarle en su camino y suicidarse también. ante lo que su marido le contestó complacido mientras abría las venas de su propio brazo y del de su mujer :
"Paulina te he mostrado algunas formas de suavizar la vida. Prefieres la gloria de morir. No te reprocharé esa afirmación tan noble. Compartiremos fortaleza de un final tan valeroso, pero la forma de tu muerte será la más famosa"
Pero el oficial pretoriano no había recibido instrucciones con respecto a Paulina, asi que se envió la noticia a Nerón que al conocer la noticia dijo:
" No tengo nada en contra de Pompeya Paulina, Le prohíbo que muera".
El pretoriano volvió a toda prisa a la villa donde Séneca y su esposa se encontraba y los encontró con vida. Rápidamente ordenó a los criados que vendaran las heridas de Paulina. según Tácito la mujer estaba consciente aún cuando supo que Nerón no tenía nada en su contra "cedió al atractivo de la vida y no se resistió al vendaje de sus heridas. Seneca, que estaba en una habitación contigua se vio privado del dramático final de morir junto a su esposa. De todas maneras se encontraba ocupado dictando a sus dos secretarios mientras se desangraba sus últimas palabras para la edificación del público en general. Será este relato de sus últimos momentos, dictado por Séneca, antes de morir y publicado después por sus amigos el que utilice tácito para describir las últimas horas del filósofo.
Para acelerar su muerte decidió que Estacio, su medico le administrara cicuta que bebió mezclada con agua y vino. En teoría la dosis debía acabar con facilidad con el anciano que llevaba mucho tiempo alimentándose únicamente de lo que el mismo recogía en el campo, de tal manera que su cuerpo había adelgazado mucho y estaba bastante débil. Pero la dosis no debía ser la suficiente porque a pesar de sentir parálisis en sus miembros no falleció.
Representación medieval de la muerte de Séneca. |
Su anfitrión ordenó que se calentaran los baños de la villa para introducir al anciano en el agua caliente y acelerar así el flujo de la sangre que manaba de los cortes que Seneca se había practicado en las venas. Como en el baño tibio no hubo resultados le pasaron al caliente lleno de vapor donde el filósofo falleció no sabemos si asfixiado por el calor, por la pérdida de sangre o por el veneno.
Más tarde cuando el agua se enfrió sacaron el cuerpo de Séneca y el centurión le cortó la cabeza para llevarla a Roma como prueba de su fallecimiento a Nerón.
Enfrentando su final con calma y dignidad, Séneca eligió el suicidio como un acto final de autodeterminación. Su muerte marcó el fin de una vida llena de reflexión filosófica y un compromiso más o menos cumplido con sus principios. Sus escritos nos recuerdan la importancia de la introspección, el autocontrol y la búsqueda constante de la virtud y son una valiosa herramienta para enfrentar los desafíos de la vida y encontrarle sentido a un mundo en constante cambio.
Este texto esta basado en "Séneca. La sabiduría del Imperio" de Alberto Monterroso, Almuzara
Dando-Collins, S.-- Arde Roma. Ariel, 2012.
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