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miércoles, 1 de diciembre de 2021

LOS ROMANOS Y EL ACEITE DE OLIVA. UNA HISTORIA DE AMOR

 Una colaboración de Iván La Cioppa para Historia y Roma Antigua.

Al principio de mi novela histórica "La legión que vino del mar", descubriréis que el padre del protagonista Cayo Flavio Áquila es un vendedor de aceite, actividad que años atrás lo había llevado, junto a su progenitor, a visitar Mogontiacum, donde se alistó en la Legio I Adiutrix. Muy interesante y curioso fue para mí el estudio de este alimento que, en la antigua Roma, se consideraba de fundamental importancia. El olivo siempre ha sido considerado como muy querido por los dioses y el propio Heracles blandía una rama con la que hacía brotar otras plantas de olivo. Para los romanos, la producción de aceite de oliva era tan importante que muchos escritores ilustres se ocuparon del proceso y de sus cualidades en sus obras. Entre los más famosos podemos recordar a Plinio el Viejo, Catón el Censor y Columela. 

En esta ilustración se pueden observar tres sistemas distintos de prensar el aceite en la Antigüedad.

Dependiendo de varios factores, había diferentes calidades de aceite: desde el más preciado (Oleum ex albis ulivis), obtenido de aceitunas aún no maduras, hasta el más ordinario (Oleum caducum), extraído de aceitunas recogidas del suelo y ya maduras. Sin embargo, el aceite tenía un defecto importante: se estropeaba rápidamente y por esa razón los romanos preferían conservar las aceitunas y producir el aceite cuando se iba a consumir. La importancia del aceite también se refleja en el hecho de la existencia de un profesional para negociar su venta, el negotiator oleareus. Y en tiempos de guerra, los que poseían más de 2500 metros cuadrados de olivar estaban exentos del reclutamiento. Ni siquiera en estado de emergencia se permitía suspender la producción.

También es sorprendente que solo una pequeña parte del aceite consumido por los romanos era para uso alimentario. La otra parte se utilizaba para el cuidado e higiene del cuerpo, cosmética, iluminación, rituales sagrados y medicinas. Los deportistas, por ejemplo, solían rociar sus cuerpos con aceite para protegerse del sol e hidratar la piel. Después del entrenamiento, con el estrígil se quitaban la capa de aceite, polvo y sudor, y esta mezcla no se desechaba, sino que se guardaba en un frasco para uso medicinal. Esta pomada y otras similares, siempre a base de aceite de oliva, se utilizaban para curar heridas, úlceras, cólicos y fiebre.


Los legionarios también utilizaban mucho aceite, más que los ciudadanos comunes. De hecho, lo usaban como aliño, para la conservación de alimentos y para defenderse tanto del frío como del sol: se extendían una capa de aceite sobre la piel, y servía de aislante, pues defendía de los rayos del sol y también mantenía el calor cuando la temperatura era muy baja. Al respecto, Tito Livio cuenta que durante la Segunda Guerra Púnica, hubo una gran batalla en el río Trebbia, en diciembre, en pleno invierno; el frío era insoportable y entre otros factores, los cartagineses ganaron precisamente porque se habían rociado el cuerpo con aceite y esto los había mantenido calientes en comparación con los romanos que, al no utilizar aún esa técnica, padecieron mucho más tan bajas temperaturas.

Se calcula que un legionario romano consumía, en promedio, medio litro de aceite al día, una cantidad considerable. No obstante, los ciudadanos de a pie también consumían bastante: unos 55 litros al año. Una cantidad elevada en comparación con nuestro presente. Pronto Roma ya no pudo satisfacer solo con la producción italiana las necesidades de aceite de ciudadanos y soldados así que permitió el cultivo del olivo también fuera de su península. El propio César impuso la entrega de suministros de aceite a los pueblos conquistados. Con gran sorpresa se descubrió que la Bética era ideal para la elaboración de un aceite de excelente calidad. Testimonio de ello es el Monte Testaccio, en Roma, formado en gran parte de fragmentos de ánforas de aceite procedentes de la Bética. Después de la caída del imperio en Occidente, se siguió produciendo aceite en esa zona. También los musulmanes comprendieron su potencial, llegando hasta nuestros días su producción y consumo.

Foto del Monte Testaccio

Reminiscencias del estrecho vínculo entre el aceite de oliva y la historia romana perduran hasta nuestros días, por ejemplo en un aceite especial producido en el valle del Po, relacionado con un legionario romano. Se llamaba Caio Vettonio Massimo y luchó en las guerras marcomanas lideradas por Marco Aurelio. Se dice que, al retirarse, recibió unos terrenos al pie del Monte Grappa, destinados a olivares. Sorprenderá descubrir que hoy en día se sigue produciendo aceite en esa zona de olivares y que en sus terrenos se encontró , aún intacto su sarcófago.
El sepulcro de Caio Vettonio Massimo 

La importancia del llamado "oro verde" entre los romanos puede resumirse en una cita del «De re rustica» de Columela: "Entre todos los árboles, el primero es el olivo".

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Os dejamos un enlace por si queréis haceros con un ejemplar de "La legión que vino del mar" de Iván La Cioppa.

 








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