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jueves, 1 de agosto de 2024

LAS MURALLAS AURELIANAS. LOS MUROS GUARDIANES DE LA HISTORIA ROMANA

Un artículo de Federico Romero Díaz para Historia y Roma Antigua

En el siglo III se introduce una terrible novedad para el Imperio romano, ya que pasa de ser el depredador al que sus vecinos deben temer, a ser la presa que  debe defenderse. Francos, vándalos, godos, hérulos, persas entre otros muchos pueblos, rompen las fronteras e incursionan en territorio imperial sembrando la destrucción a su paso. Las fuerzas romanas, debilitadas por las continuas guerras civiles y la crisis económica, poco pueden hacer para detener a los invasores que, a veces penetran profundamente en zonas que hasta ese momento siempre habían permanecido libres de este tipo de calamidades como Hispania, Grecia o la propia Italia. La situación era francamente mala y a ello no ayudaban los continuos cambios que se producían en el trono imperial. Los emperadores, uno tras otro, tras breves periodos de gobierno, eran asesinados para ser sustituidos por otros candidatos más del gusto de sus soldados. El de emperador era un oficio con muy poca esperanza de vida en ese medio siglo que podemos situar entre el 235 (fecha del asesinato de Alejandro Severo, el último de su dinastía y el 284, momento en el que asciende al trono Diocleciano). Es en este contexto en el que Lucio Domicio Aureliano tiene que gobernar. Consiguió hacerlo durante cinco años (270-275) durante los cuales reunificó el Imperio romano, dividido en tres grandes partes (Imperio galo, Imperio romano e Imperio de Palmira) y realizó múltiples reformas que contribuyeron al fin de la anarquía militar. También construyó importantes infraestructuras entre las que destacan sobre el resto las conocidas como Murallas Aurelianas.

Puerta de Ostia hacia el 400. Il. Peter Dennis.

LA CONSTRUCCIÓN DE LAS MURALLAS AURELIANAS.

Es en este contexto de invasiones y problemas internos es en el que surge la necesidad de construir un potente cinturón de murallas que protegiera de invasores externos el corazón del Imperio. En el 271 estallaron terribles revueltas en Roma, provocadas entre otros factores por el miedo ante el acercamiento de un poderoso contingente de germanos que ya ha habían asolado el norte de Italia. El temor de los romanos estaba justificado ya que la ciudad se encontraba indefensa. Hasta ese momento el tamaño del Imperio y la fuerza de sus ejércitos la habían protegido de los bárbaros, pero eso era cosa del pasado, ya ninguna ciudad estaba realmente segura y se fomentaba, sobre todo en las más expuestas o más cercanas al limes, la construcción de murallas que le proporcionaran a las poblaciones seguridad frente a unos invasores que carecían de la habilidad de expugnar ciudades fortificadas.

Aureliano era consciente de que no podía permitirse dejar un ejército lo suficientemente grande como para proteger la capital, pero tampoco podía abandonar la ciudad y dejarla desprotegida frente a una nueva amenaza de invasión germánica. Lo más práctico era la construcción de un potente círculo de murallas que ofrecieran la sensación de seguridad que anhelaban los habitantes de la Urbs. Roma en el siglo III era una gran ciudad 
Estudio Randone, interior de la Muralla Aureliana

Ninguna población la superó en extensión hasta el Londres del siglo XVIII. No era factible amurallarla en su totalidad, por lo que se diseñó un cinturón amurallado de unos 19 kilómetros que protegía las 14 regiones augustas y las estructuras más importantes de la ciudad. Al norte y al sur seguía el antiguo límite aduanero de la ciudad de tiempos de Vespasiano. Un saliente al sur incorporó una parte de la Vía Appia para proteger el Aqua Antonina y el valle del Almo. Así se evitaba que desde allí se pudieran dominar las defensas de la ciudad. Al oeste un saliente protegía el actual Trastevere y el Janículo. El motivo era que en esa zona se encontraban los molinos de grano de la ciudad y que desde el Janículo se podía controlar la Isla Tiberina y sus puentes. En el Este se amplió el antiguo límite aduanero y se protegió una considerable área adicional en la que se encontraban acueductos importantes para Roma. La orilla del río también fue fortificada, incorporando todos los puentes urbanos. Es probable que el mausoleo de Adriano estuviera incorporado a las fortificaciones como cabeza de puente del sistema defensivo de la ciudad.


Mapa del área que protegen las Murallas Aurelianas.

Su construcción exigió un gran esfuerzo de planificación y preparación previa (trazar la línea que debían seguir los muros, aprobar los planos, organizar la mano de obra y los materiales necesarios, etc). Antes de irse a los Balcanes donde debía hacer frente a la invasión goda,  el emperador quería dejar cerrados todos estos aspectos. Solo el trabajo de demolición y de excavación de los cimientos llevó un tiempo considerable. A la muerte del emperador en el 275 los trabajos de construcción aún no estaban acabados. Zósimo nos cuenta que se acabaron bajo el gobierno de Probo( 276-282).

En condiciones normales hubieran sido los propios soldados los encargados de realizar una obra de esta magnitud, sin embargo Aureliano necesitaba a sus soldados para luchar primero en los Balcanes y después en Oriente, así que decidió encomendar la tarea a los gremios de la ciudad que probablemente contarían en su labor con la dirección de un pequeño contingente de expertos y técnicos militares. A cambio, les concedió el privilegio de llevar el nombre de Aureliani en sus títulos oficiales.

El general Belisario ante las murallas de Roma, conquistada a los ostrogodos en el 536. Autor Pavel Simak

Las circunstancias que obligaron a la construcción de estos muros determinaron en gran manera su naturaleza. Debían construirse rápido y con mano de obra esencialmente no militar y al menor coste posible. Los muros debían ser imponentes y funcionales, no ostentosos. Por ello solo en los muros de las puertas principales podemos encontrar algún intento de embellecimiento estético. La principal finalidad con la que se construyeron fue la de proteger a Roma de una invasión germánica dando el tiempo necesario al Imperio para responder y enviar una fuerza de auxilio. No fueron concebidas para resistir el ataque concentrado de un ejército con maquinaria de asedio sofisticada. Los muros tenían una doble función de disuasión tanto física como psicológica. Otro de sus propósitos era el económico. Las murallas sirvieron para mejorar el control aduanero de los productos que entraban y salían de la ciudad limitando en gran medida el contrabando del pasado.

Estructura de las Murallas Aurelianas.

En cuanto a la estructura constructiva de los muros debemos decir que era sencilla. A base de cemento de cal y arena puzolana revestido por dentro y por fuera, con tejas o ladrillos rotos en piezas triangulares colocadas en mortero. A diferencia de las murallas de otras ciudades en las que se utilizó de forma sistemática materiales reciclados, incluso estatuas y columnas de otros edificios, en estas murallas se utilizó material nuevo. Los cimientos tenían 4 metros de ancho y la profundidad variaba en función del terreno. Sostenían unos muros imponentes de 3.6 metros de espesor y 6.1 de altura. El muro contaba con un paseo amurallado de cemento fino y almenas que elevaban la altura final del conjunto a los 8 metros. A cada 30 metros se elevaba una torre, había 381 en total. Caso todas eran rectangulares y tenían 7.6 metros de ancho y sobresalían 3.5 metros del muro del que se elevaban en unos 4.5 metros. Contaban con ventanas que permitían el uso de ballestas que podían disparar en un giro de 90 grados. El acceso a las murallas solo se podía realizar a través de las torres de las puertas, lo que era práctico ya que así se impedía el paso de civiles no autorizados a los muros.


Porta de San Sebastiano que se corresponde con antigua Porta Appia

Las murallas se caracterizan por su simplicidad en el diseño y concepción y por la notable uniformidad aportada por la dirección del proyecto que se vio obligada a utilizar trabajadores que carecían de la experiencia de las unidades militares habituadas a este tipo de trabajos. Esta uniformidad no impidió que algunas estructuras preexistentes fueran incorporadas a las murallas. Son varios los ejemplos que podemos aportar. por ejemplo los muros de contención de los Horti Aciliorum y Horti Sallustiani en el norte. También los muros del campamento pretoriano, el lado de un bloque de viviendas en la pared este con sus ventanas tapadas, el muro sur del anfiteatro castrense con sus arcadas tapiadas y varias tumbas, la más importante de ellas la pirámide de Caius Cestius cerca de Porta Ostiensis. En total una décima parte del circuito contaba con elementos preexistentes a la construcción de las murallas.


Tumba de Caius Cestius en la que se pude apreciar su incorporación a la muralla (derruida en parte para permitir el tráfico).

Uno de los puntos débiles que ofrecían era, en opinión de Procopio que en la orilla del Tíber las murallas estaban desprovistas, casi totalmente de torres defensivas. 

Tipos de puertas de las Murallas Aurelianas.

En cuanto a las entradas, las Murallas Aurelianas originales contaban con 29 puertas de diferentes categorías que podemos dividir en cuatro niveles:

1.- Estaban flanqueadas por dos grandes torres semicirculares. En este nivel se encuentran las cuatro grandes puertas que se correspondían con los cuatro caminos principales que llegaban a la ciudad: Vía Flaminia desde el norte, la Vía Appia desde el sur, Vía Ostiensis en la orilla este y la Vía Portuensis en la orilla oeste.

2.- En este caso se trataban de puertas únicas flanqueadas también por torres circulares. Daban servicio a vías de importancia secundaria como la Vía Salaria, Nomentana, Tiburtina  Latina.

3.- Daban servicio a caminos secundarios. Las puertas consistían en un solo arco entre dos torres del muro cuadradas, espaciadas en el intervalo habitual. Eran poco más que simples poternas aunque algunas de ellas fueron reformadas con posterioridad como la Porta Asiniaria o la Metrobia, ambas en la zona sur.
                                                          La Porta Tiburtina de las murallas aurelianas

4.- Había numerosas puertas, postigos y poternas que en muchos casos daban un servicio privado. La gran mayoría fueron bloqueadas poco tiempo después aunque otras se crearon con posterioridad a la construcción de las murallas. Al menos cinco de ellas se realizaron en el tramo del río para dar servicio a los muelles del Tíber de gran importancia económica para Roma.

Las Murallas Aurelianas a lo largo de la historia.

Las murallas que Aureliano mandó construir fueron evolucionando a lo largo de la historia de la ciudad. Sufrieron sucesivas remodelaciones y refuerzos que modificaron su función inicial y las adaptaron a las necesidades de cada momento.

A principios del siglo IV, solo 30 años después de su finalización, el usurpador Magencio, que preveía que su capital iba a ser asediada por un ejército romano, reforzó todo el circuito. Duplicó la altura de los muros y comenzó a excavar un foso alrededor del recinto, cerro varias puertas secundarias y reforzó la defensa de las restantes. Honorio de la mano de Estilicón, ya en la primera década del V, reforzó de nuevo las murallas y puertas. Doblaron la altura de algunas partes de la muralla y reemplazaron el anterior camino de ronda al descubierto por corredores cubiertos. También se creó un nuevo adarve abierto con almenas, donde se podían colocar las máquinas de guerra. Estas murallas reforzadas aguantaron en el 408 y 409 dos asedios consecutivos de los godos de Alarico. Es cierto que finalmente, en el 410, saquearon la ciudad, pero no fue gracias a que vencieron la resistencia de los defensores de las Murallas Aurelianas, sino a que probablemente sus puertas fueron abiertas desde dentro por unos habitantes desesperados por el hambre.

A lo largo del siglo V y principios del VI. Las murallas fueron reparadas en dos ocasiones jugando un papel importante en las guerras góticas de Justiniano, cuyo general, el gran Belisario las reparó y fortaleció en el 536 y en el 547.

Durante la Edad Media y el Renacimiento fueron mantenidas y ampliadas, principalmente por el papado. Ya en el siglo XIX las fuerzas nacionalistas de Garibaldi resistieron algunos días tras ellas el ataque francés. Afortunadamente, hoy aún podemos disfrutar de la grandiosidad de parte de esos muros levantados por el gran Aureliano, testigos de toda una era.






La brecha de Porta Pia, pintura de Carlo Ademollo.

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