martes, 28 de diciembre de 2021

JULIANO, EL APOSTATA. LA HISTORIA DEL ÚLTIMO EMPERADOR PAGANO DE LA ANTIGUEDAD

Un texto de Ivan La Cioppa para Historia y Roma Antigua 

Con estas palabras Amiano Marcelino se refiere a Flavio Claudio Juliano, uno de los últimos defensores del «Mos maiorum» y de la religión pagana contra el cristianismo que lo tildó de «apóstata»

"Un hombre ciertamente digno de ser incluido entre los genios heroicos, admirable por sus ilustres hazañas y majestad innata"

Miniatura de Juliano realizada por Iván La Cioppa

Convertido en emperador a los 32 años, reinó apenas 20 meses, un tiempo muy breve en el que, sin embargo llevó a buen fin una política tanto dentro como fuera de sus fronteras que le proporcionó un puesto de importancia en la historia romana . Su madre Basilina era hija del prefecto pretoriano Julio Juliano, mientras que su padre Julio Constancio era hermanastro del emperador Constantino. Debido a su ilustre linaje, todos esperaban una brillante carrera para el pequeño Juliano. Lamentablemente, el destino se ensañó inexorablemente con su vida. La madre murió pocos meses después de darle a luz. Cuando tenía seis años tuvo que enfrentarse con otra tragedia. Constantino murió, dejando el Imperio a sus tres hijos Constancio, Constantino y Constante, quienes, para fortalecer su poder, mandaron ejecutar a todos aquellos familiares considerados peligrosos. Entre ellos también se encontraba el padre de Juliano, Julio Constancio, asesinado junto a su hijo mayor, sus hermanos y sobrinos. Solo se salvaron los más pequeños, Juliano y Galo. El primero fue enviado a Capadocia donde, aislado y bajo estrecha vigilancia, recibió una educación cristiana por parte del obispo Eusebio. La asignación de como tutor de Juliano de Mardonio, un ilustre hombre de letras muy apreciado en la corte supondrá un brusco cambio en la formación espiritual de nuestro protagonista. Fue él quien estimuló en el joven la pasión por la cultura clásica y la fe en la religión pagana, que logró mantener bien escondida por miedo a seguir el mismo destino de sus seres queridos.

Apartado de la vida política y social y traumatizado por el exterminio de su familia, Juliano se dedicó por completo a sus estudiosy a escribir numerosas obras literarias. El poder y la ambición eran para él los males que habían llevado a Roma al colapso cultural y político. Según Juliano el cristianismo había desvirtuado la verdadera esencia del Imperio. La única solución era regresar al «Mos maiorum» y la religión antigua. Pasaron los años y después de varios altibajos, el destino finalmente le fue propicio. El emperador Constancio II, ahora solo en el poder y en dificultades políticas y militares, decidió confiar en su único pariente superviviente, su primo Juliano. Fue nombrado “César” y enviado a Galia para restaurar el orden en la provincia. Juliano aceptó el puesto aunque no tenía formación militar: para otros hubiera representado un problema, pero no para él. Durante su vida había estudiado obras como los “Comentarios” de César, las “Vidas paralelas” de Plutarco y las “Historias” de Polibio con las que había aprendido, al menos teóricamente, el arte de la guerra. Se puso manos a la obra y, con la ayuda de su amigo Salustio, comenzó a entrenarse y educarse en el combate.

Como César y Trajano, lucharía junto a sus soldados en el campo de batalla, no se limitaría a dar sus órdenes desde lejos. Legendaria fue su victoria en la batalla de «Argentoratae» o de Estrausburgo en el 357 contra los Alamanes y en las siguientes, que devolvieron a la estabilidad la frontera del Rin.

Batalla de Argentoratum, 357


Sus hazañas resonaban ahora en todo el imperio. Su valentía y humildad se hicieron proverbiales. No le gustaba el lujo y llevaba una vida espartana, siempre dispuesto a escuchar a los demás y corregir sus errores. Su carácter pronto le ganó la simpatía y el respeto de sus soldados. Mientras tanto, Constancio, celoso de su primo y necesitando tropas para desplegar contra los partos, le pidió que le enviara aproximadamente la mitad de su ejército. La noticia fue mal recibida por los soldados acantonados en «Lutetia», actual París, que no querían dejar a sus familias en la Galia. Hubo un levantamiento y Juliano decidió tomar posición prometiendo a sus soldados que no serían enviados a Oriente. Estas palabras provocaron una oleada de entusiasmo y júbilo. Juliano, siguiendo las antiguas tradiciones bárbaras, fue alzado en un escudo por los auxiliares Bátavos, Hérulos y por otras unidades como la de los Petulantes y, tras ceñirle la cabeza con una diadema, fue proclamado emperador.

Su destino se estaba cumpliendo. Meses después Constancio murió y, finalmente, Juliano fue reconocido como “Augusto” en todo el imperio. Con el poder recién adquirido, comenzó a trabajar para limitar el poder de los cristianos y revivir la antigua religión romana, sin ponerse nunca oficialmente de su lado pero promulgando leyes para asegurar la tolerancia religiosa.

Era un gobernante prudente y sagaz y trató de luchar contra la corrupción, pero tuvo que emprender una última gran empresa, pues deseaba continuar las hazañas de Alejandro Magno. Con auspicios favorables, decidió atacar a los Partos, enemigos a los que Roma nunca había logrado someter del todo. Después de una serie de victorias, los romanos llegaron hasta las murallas de Ctesifonte (capital del Imperio Sasanida) pero tuvieron que retirarse porque se acercaba nuevas fuerzas persas. Durante una escaramuza el Emperador, que acudió sin armadura, fue alcanzado por una lanza en el costado. La herida resultó ser mortal. Lo llevaron a su tienda, pero no hubo nada que hacer. 

Pronto Juliano murió y con él los últimos fuegos del paganismo. Murió también uno de los últimos auténticos romanos, alguien que nadie olvidaría en los siglos sucesivos y hasta el día de hoy. 

He aquí un pasaje de Voltaire que se refiere a Juliano, y que lo dice todo sobre este gran personaje:

"Tenía todas las cualidades de Trajano; todas las virtudes de Catón, e incluso todas las que admiramos en Julio César; y también tenía la continencia de Escipión. Finalmente, fue en todo igual a Marco Aurelio, el primero de los hombres".

(Nota) Para realizar la miniatura de la foto, me apoyé en el consejo de dos grandes eruditos y recreadores del Imperio tardío, Marco Cecini y Frank Geza. Este último interpreta el personaje de Juliano en las recreaciones y gracias a ello pude inspirarme en él para algunos detalles de mi trabajo.

Icono donde se representa a San Mercurio matando al emperador Juliano.
Iglesia de San Mercurio. El Cairo. Wikimedia Commons
ARTICULOS DE IVAN LA CIOPPA

EL VINO, ALIMENTO SAGRADO Y PRODUCTO SOCIAL.

LOS ROMANOS Y EL ACEITE DE OLIVA. UNA HISTORIA DE AMOR

LA CURIOSA HISTORIA DEL COLOR AZUL EN EL MUNDO ROMANO.

SATURNALIA. LA FIESTA ROMANA POR EXCELENCIA

Os dejamos UN ENLACE por si queréis haceros con un ejemplar de "La legión que vino del mar" de Iván La Cioppa.



domingo, 26 de diciembre de 2021

EL QUIJOTE TIENE ACUEDUCTO. EL ACUEDUCTO DE CONSUEGRA, TOLEDO.

Una colaboración de Pedro José Villanueva para Historia y Roma Antigua .

La figura del Quijote se yergue imponente sobre La Mancha, y es cosa de valientes lidiar con él.

El resto del rico patrimonio de la comunidad manchega, pasa a ser segundo plato en las visitas turísticas; aún así, no debemos obviar la importancia de este rico pasado que todos compartimos, y pocos conocemos suficientemente.

La Mancha está poblada de sorpresas, y en pleno corazón de la tierra del Quijote, se desdibuja serpenteando y mal herido, el que es uno de los acueductos más largos de Europa y Norte de África. Sí, como lo oyen: 25 kilómetros de pura ingeniería romana olvidada y oculta entre paredes de cal y muro labriego. 

Restos del acueducto de Consuegra a principios del siglo XX

El acueducto en cuestión, abastecía la presa romana de Consuegra, tomando sus aguas de Fuente Aceda en los Yébenes (Toledo), cerca del Castillo deteriorado de Guadalerzas, y transportándolas en un lento peregrinaje hasta Consaburum (Consuegra latinizado); 3.000 metros cúbicos diarios para abastecer a una población de casi 10.000 almas en aquel entonces.

Todo ello está perfectamente documentado por estudiosos, que supieron ver e interpretar la importancia del insigne monumento; desde el alférez de carabineros Domingo de Aguirre en el siglo XVIII, pasando por el investigador Francisco J. Giles en 1971 y terminando en los años 80 con el estudio de los historiadores R. del Cerro, F. Martínez y J.Porres. Pero me van a permitir hablarles de otro tipo de estudio, un estudio ilusionante que mantiene vivo lo poco que queda de la presencia del monumento:

El amor y apego por la tierra; el sentir de lo propio que te hace de dónde naces; la historia social, esa historia que pasa de generación dejando su huella. Todo esto se palpa en la población toledana de Urda. 

Uno de los arcos que ha llegado hasta nuestros días


Ejemplo de apego a la tierra, Clemente Fernández, no sucumbió a la llamada de la ciudad y trabaja sus tierras: viñas y olivos, con la esperanza de que las cosas mejoren y dejar un buen porvenir a sus dos hijos. Conduce el todo terreno con la maestría del que conoce cada palmo de terruño, y mientras rellena con combustible las bombas de agua que quitan las sed a las plantas, va señalándome los restos de todo aquello que el viajero busca y pocas veces logra encontrar. Aquí, la placa homenaje de tres ejecutados en la Guerra Civil Española corona un altillo a su paso por el camino; acullá, el esqueleto de un puente romano, que resiste estoicamente apoyado sobre el margen seco del arroyo a los pies del Castillo, mientras el ganado vacuno espanta moscas…Todo un ir y venir de curiosidades, fuera de las guías de turismo.

Nos apeamos en una era y cruzamos el campo seco de cardos espinosos, dirección a los restos de una vivienda caída por el paso del tiempo y el olvido de sus moradores—Sus hijos marcharon a Madrid y no quisieron saber.

—¡Ahí lo tienes! Eso es lo que queda de lo que hicieron los romanos para llevar el agua—Me revela orgulloso Clemente.

Observo parte de los pocos arcos del acueducto que quedan, estupefacto, contrariado al ver el estado en el que se encuentra el monumento, y sobre todo ¡maravillado! imaginando la multiplicidad de circunstancias que se han dado durante tantos años, para que el acueducto quedase de este modo tan singular, camuflado y a salvo de la destrucción. Ya nada queda de los 40 arcos que se contabilizaban en pie en el siglo XVIII, tan solo estos 7 supervivientes, emparedados como en los tétricos relatos de Edgar Alan Poe, encerrados entre ladrillo y mampostería de principios de siglo XX.

Vista desde el exterior del uno de los arcos.


Después de las fotografías de rigor, incluida la de Clemente en uno de los arcos (cosa que me costó conseguir), volvemos a Urda, a la hospedería de 1906 La Casa del Médico (una villa al puro estilo toledano y mimada por sus propietarios) donde he estado hospedado los tres últimos días. Mientras recojo a toda prisa, pienso en la importancia de que personas como Clemente estén al paso de los viajeros, lo importante de que mantengan nuestra historia social.

La Mancha, sin lugar a dudas, tiene la esencia de lo que fue pensado y de lo que fue escrito. 

¡Larga vida al acueducto!

Sic Transit Gloria Mundi 



Pedro J. Villanueva es politólogo, divulgador histórico y escritor. Acaba de lanzar su novela "El festival de la cosecha" una novela que trata sobre la mayor matanza de civiles en Europa; en un solo día. Campo de Concentración de Majdanek; 18.000 fusilados, durante la Segunda Guerra Mundial.
Si quereis saber más sobre la novela pinchar sobre la imagen.







sábado, 18 de diciembre de 2021

SATURNALIA. LA FIESTA ROMANA POR EXCELENCIA

Una colaboración de Iván La Cioppa 

El 17 de diciembre comenzaba en la antigua Roma unas festividades que quizás se pueden considerar como las más importantes del año: hablamos de las Saturnales, que se celebraban en honor a Saturno, padre de Júpiter, dios de la agricultura y la abundancia. Según la tradición, después de ser destronado por su hijo, Saturno se cobijó en la región de Lazio, con el dios Jano. Aquí fundó un nuevo reinado con el que inició la Edad de Oro. Para algunos, sin embargo, este reino estaba ubicado en las Islas Benditas, identificadas con Canarias. Durante este período no había diferencias sociales, ni guerras, ni crímenes. Todos vivían felices y la tierra daba sus frutos sin ser cultivada. Entre los romanos era común la creencia de que, en invierno, Saturno abandonaba el inframundo y deambulaba por la tierra desesperado porque no podía bendecir los campos, cuando estaban sin cultivar por el frío.


La liturgía de las Saturnales servía precisamente para ganar el favor del dios y animarlo a volver a su lugar para revivir la tierra en primavera. De hecho, las Saturnales no eran más que una recreación del mítico reino de Saturno. De hecho, solo durante esta festividad los esclavos eran considerados como hombres libres y se sentaban a la mesa de sus señores que a menudo los servían. Como muestra de esta igualdad “por un día”, todos se vestían con la “synthesis”, una prenda que daba mayor libertad de movimiento, y el “pileus”, un gorro símbolo de libertad. Os sorprenderá saber que incluso hoy en día se usa una versión puntiaguda de ese gorro en algunas fiestas. Mientras tanto, la pantomima continúa con la elección de uno de los esclavos como "Princeps saturnalicus" una especie de rey de la fiesta y caricatura de la clase dominante.



Se le vestía con ropas de colores vivos y se le llevaba en procesión por las calles, adornadas con guirnaldas y festones. En todas partes se instalaban banquetes, espectáculos, mercadillos. La gente jugaba y se lo pasaba bien, repitiendo la frase "Io Saturnalia" para propiciar la buena suerte. Otra tradición era el intercambio de regalos llamados "strenne", del nombre de Strenia, diosa de la abundancia y de la buena suerte. 

Otra peculiaridad era la suspensión de todas las actividades bélicas, laborales y judiciales. Incluso el funeral y el duelo se posponían porque el sufrimiento y la tristeza habrían arruinado todos esos actos propiciatorios de alegría y diversión. Solo una vez se renunció a esta prohibición, y fue cuando murió Germánico, uno de los más grandes generales romanos y sobrino de Tiberio. Como prueba del gran cariño que le tenía el pueblo romano, los funerales se celebraron como de costumbre.


 Las Saturnales también se celebraban en el ejército. En las fortalezas, de hecho, los soldados llanos se equiparaban a los oficiales y comían en la misma mesa. Con la llegada del cristianismo, el nacimiento de Cristo se situó precisamente en este período, siendo estos días, tradicionalmente, los más importantes del año. Al principio las Saturnales y las Navidades coexistían pero, con el declive de la religión antigua, sólo la segunda quedó en el calendario, heredando muchas de las características de la fiesta pagana, como la abstención del trabajo, los adornos de las calles y de los hogares y el intercambio de regalos. Así que ahora ya sabes, si quieres ganarte el favor del dios Saturno con un bonito regalo, regálate y regala a tus seres queridos una gran novela histórica como "La legión vino del mar"!



miércoles, 1 de diciembre de 2021

LOS ROMANOS Y EL ACEITE DE OLIVA. UNA HISTORIA DE AMOR

 Una colaboración de Iván La Cioppa para Historia y Roma Antigua.

Al principio de mi novela histórica "La legión que vino del mar", descubriréis que el padre del protagonista Cayo Flavio Áquila es un vendedor de aceite, actividad que años atrás lo había llevado, junto a su progenitor, a visitar Mogontiacum, donde se alistó en la Legio I Adiutrix. Muy interesante y curioso fue para mí el estudio de este alimento que, en la antigua Roma, se consideraba de fundamental importancia. El olivo siempre ha sido considerado como muy querido por los dioses y el propio Heracles blandía una rama con la que hacía brotar otras plantas de olivo. Para los romanos, la producción de aceite de oliva era tan importante que muchos escritores ilustres se ocuparon del proceso y de sus cualidades en sus obras. Entre los más famosos podemos recordar a Plinio el Viejo, Catón el Censor y Columela. 

En esta ilustración se pueden observar tres sistemas distintos de prensar el aceite en la Antigüedad.

Dependiendo de varios factores, había diferentes calidades de aceite: desde el más preciado (Oleum ex albis ulivis), obtenido de aceitunas aún no maduras, hasta el más ordinario (Oleum caducum), extraído de aceitunas recogidas del suelo y ya maduras. Sin embargo, el aceite tenía un defecto importante: se estropeaba rápidamente y por esa razón los romanos preferían conservar las aceitunas y producir el aceite cuando se iba a consumir. La importancia del aceite también se refleja en el hecho de la existencia de un profesional para negociar su venta, el negotiator oleareus. Y en tiempos de guerra, los que poseían más de 2500 metros cuadrados de olivar estaban exentos del reclutamiento. Ni siquiera en estado de emergencia se permitía suspender la producción.

También es sorprendente que solo una pequeña parte del aceite consumido por los romanos era para uso alimentario. La otra parte se utilizaba para el cuidado e higiene del cuerpo, cosmética, iluminación, rituales sagrados y medicinas. Los deportistas, por ejemplo, solían rociar sus cuerpos con aceite para protegerse del sol e hidratar la piel. Después del entrenamiento, con el estrígil se quitaban la capa de aceite, polvo y sudor, y esta mezcla no se desechaba, sino que se guardaba en un frasco para uso medicinal. Esta pomada y otras similares, siempre a base de aceite de oliva, se utilizaban para curar heridas, úlceras, cólicos y fiebre.


Los legionarios también utilizaban mucho aceite, más que los ciudadanos comunes. De hecho, lo usaban como aliño, para la conservación de alimentos y para defenderse tanto del frío como del sol: se extendían una capa de aceite sobre la piel, y servía de aislante, pues defendía de los rayos del sol y también mantenía el calor cuando la temperatura era muy baja. Al respecto, Tito Livio cuenta que durante la Segunda Guerra Púnica, hubo una gran batalla en el río Trebbia, en diciembre, en pleno invierno; el frío era insoportable y entre otros factores, los cartagineses ganaron precisamente porque se habían rociado el cuerpo con aceite y esto los había mantenido calientes en comparación con los romanos que, al no utilizar aún esa técnica, padecieron mucho más tan bajas temperaturas.

Se calcula que un legionario romano consumía, en promedio, medio litro de aceite al día, una cantidad considerable. No obstante, los ciudadanos de a pie también consumían bastante: unos 55 litros al año. Una cantidad elevada en comparación con nuestro presente. Pronto Roma ya no pudo satisfacer solo con la producción italiana las necesidades de aceite de ciudadanos y soldados así que permitió el cultivo del olivo también fuera de su península. El propio César impuso la entrega de suministros de aceite a los pueblos conquistados. Con gran sorpresa se descubrió que la Bética era ideal para la elaboración de un aceite de excelente calidad. Testimonio de ello es el Monte Testaccio, en Roma, formado en gran parte de fragmentos de ánforas de aceite procedentes de la Bética. Después de la caída del imperio en Occidente, se siguió produciendo aceite en esa zona. También los musulmanes comprendieron su potencial, llegando hasta nuestros días su producción y consumo.

Foto del Monte Testaccio

Reminiscencias del estrecho vínculo entre el aceite de oliva y la historia romana perduran hasta nuestros días, por ejemplo en un aceite especial producido en el valle del Po, relacionado con un legionario romano. Se llamaba Caio Vettonio Massimo y luchó en las guerras marcomanas lideradas por Marco Aurelio. Se dice que, al retirarse, recibió unos terrenos al pie del Monte Grappa, destinados a olivares. Sorprenderá descubrir que hoy en día se sigue produciendo aceite en esa zona de olivares y que en sus terrenos se encontró , aún intacto su sarcófago.
El sepulcro de Caio Vettonio Massimo 

La importancia del llamado "oro verde" entre los romanos puede resumirse en una cita del «De re rustica» de Columela: "Entre todos los árboles, el primero es el olivo".

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lunes, 29 de noviembre de 2021

EL ITINERARIO DEL EMPERADOR VIAJERO EN HISPANIA. ADRIANO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

Un texto de Federico Romero Díaz

La figura de Adriano es bastante controvertida entre los historiadores, ya que estamos ante un personaje histórico con una imagen llena de contradicciones. Es comúnmente aceptado que impuso un cambio de dirección a la política expansionista de su antecesor, Trajano, retirándose militarmente de algunas zonas que este había ocupado. También se dedicó a fortificar las fronteras en Britania, ordenando la construcción del muro que lleva su nombre, en África y en el Limes renano-danubiano.


 Este movimiento de repliegue hacia las fronteras más fácilmente defendibles  y su política de desarrollo interior favoreció una época de paz y prosperidad reforzada por un carácter moderado y justo en líneas generales. Sin embargo la muerte de cuatro senadores al principio de su subida al trono imperial y las muertes y condenas de otros senadores ya en la etapa final de su gobierno.

Estas últimas de debieron a las tensiones por su sucesión y a que su carácter, se volvió cruel e irritable a causa de una penosa enfermedad de origen cardiaco, empañaron su recuerdo hasta el punto de que a su muerte el Senado dudó si se merecía la consideración de dios o la de tirano. Finalmente será la insistencia de su sucesor Antonino Pío, la que conseguirá que se celebre un entierro digno de un emperador y de que los senadores accedieran a otorgarle los honores que como emperador se merecía. En este aspecto es importante señalar que una cosa es la imagen negativa que las fuentes prosenatoriales han pretendido dar de Adriano y de otros emperadores y otra muy distinta es la visión que de él se tenía en el pueblo en general y en determinadas regiones como Grecia en particular, donde fue muy apreciado gracias a la predilección que Adriano, amante de la cultura helénica, siempre demostró hacia esta parte del Imperio.

Adriano llegó al trono con cuarenta años, tras una larga trayectoria en el desempeño de cargos militares y civiles que le habían permitido conocer gran parte del Imperio (Hispania, Germania, Dacia, Grecia, Siria, etc). De los veintiún años de su gobierno pasó más de doce fuera de Roma. Viajó sin cesar por el Imperio como nunca antes había hecho ningún emperador impulsado por su afán de asegurar una buena administración a sus súbditos, para mostrar la generosidad del Emperador, para impulsar la construcción y reparación de monumentos y todo tipo de infraestructuras,  para solventar problemas puntuales como la rebelión de Bar Kojba (132-136) en Judea, para poner en marcha incluso la fundación de nuevas ciudades y en un porcentaje muy importante por su sed de aprendizaje y conocimiento.



En este artículo vamos a dejar de lado los viajes que realizó por otras zonas del imperio, muy tratados en otros textos y nos vamos a centrar en su estancia en Hispania entre los años 122 y 123.

Sabemos que primero inició un viaje de inspección por la Galia y el Limes renano-danubiano y que desde allí, se desplazó hasta Britania para dirigir uno de sus grandes proyectos la construcción del monumental Muro de Adriano en la parte norte de la isla y que en contra de lo que muchos piensan tenía una función simbólica y comercial más que una finalidad militar.

Muro de Adriano( Fuente Arre Caballo)
Se trataba de delimitar con claridad en la isla donde acababa el Imperio y donde empezaba lo que ellos llamaban el barbaricum, es decir las tierras en las que no imperaba la ley romana. Desde allí y con la intención de desplazarse a Hispania pasa a la Galia, donde junto a Julio Vestino, su nuevo secretario ab epistulis, originario de la ciudad gala de Vienne, (a unos 30 kilometros de la actual Lyón), se encarga de solucionar mediante una carta los problemas surgidos en Alejandría, posiblemente derivados del enfrentamiento entre las comunidades judía y griega de la ciudad egipcia. También conocemos por la Historia Augusta que impulsó la construcción en Nemauso (la actual Nimes) de un templo en honor de Plotina, su madre adoptiva y la mujer de su antecesor,
Plotina (Wikimedia commons)

Trajano. Como dato anecdótico también sabemos que justo antes de pasar a Tarraco, posiblemente en el invierno del 122 falleció su caballo Borístenes, al que siempre había demostrado un gran afecto. De camino a Hispania habría recorrido la antigua vía Domicia, visitando la capital de la provincia, la actual Narbona, donde elevó al rango de senador a uno de sus caballeros más destacados, el militar Lucio Emilio Arcano.

Ya en Hispania debió pasar por Barcino, la actual Barcelona, donde había nacido uno de sus hombres de confianza Pedanio Fusco, marido de su sobrina Julia. Adriano, siendo un muchacho en su viaje de ida y vuelta a Itálica ya había estado en Tarraco, visitando con un grupo de personas de la Bética al famoso poeta Floro que residía allí. Por lo tanto es probable que Adriano estuviera bien informado de la historia y los monumentos de Tarraco. 

Sabemos pr la Historia augusta que:

"Reconstruyó el Templo de Augusto con su propio dinero"

Tácito nos cuenta que ese templo databa del año 15 y que había sido Tiberio el que dio su aprobación a la demanda de los hispanos para construirlo. Tarraco era una próspera colonia romana y su trazado urbano estaba dividido en dos grandes partes divididas por la mole de su gran Circo. En el sector nordeste se hallaban los principales edificios públicos, incluidos los dos foros y el mencionado templo


Reconstrucción de la Tarraco romana. (Wikimapia.org)

Adriano sabría que fue precisamente en esa ciudad donde Augusto, al que Adriano pretendía imitar en su comportamiento político, había convocado a representantes de todos los aliados hispanos de Roma. Tal vez por eso, imitando a su modelo, Adriano convocó a representantes de toda Hispania en Tarraco. No debe ser tampoco casualidad que la estancia del emperador romano coincidiera con el 150 aniversario de la primera vez que un emperador recibió el nombre de Augusto (Octavio lo recibió el 27 a.C) Las monedas imperiales de esa época abrevian el nombre de Imperator Caesar Hadrianus Augustus en un simple Hadrianus Augustus. Todo coincide, Adriano pretendía mostrarse como un nuevo Augusto que traía estabilidad, paz y prosperidad al Imperio. En la asamblea sabemos que se trató la necesidad de realizar una leva militar en Hispania y que a pesar de las reticencias de los hispanos, esta se llevó a cabo, no solo ese año del 123 sino durante casi 40 años más.

La Historia Augusta nos cuenta una curiosa anécdota de la estancia de Adriano en la ciudad:
".. se enfrentó a un gran peligro del que salió muy airoso. Mientras paseaba por unos jardines, un esclavo de su anfitrión se precipitó sobre él con una espada. Adriano lo sujetó y se lo entregó a los sirvientes que corrían a su encuentro. Una vez sabido que el esclavo estaba loco, lo entregó a los médicos para que lo trataran y él no se alteró lo más mínimo"

Lo que hizo Adriano después de la asamblea solo puede ser objeto de conjetura, aunque tenemos monedas y testimonios fragmentarios de la Historia augusta para guiarnos sobre su itinerario. Por las posteriores monedas en las que aparece en trance de arengar a las tropas con la imagen del águila de una legión que conmemoran el exercitus Hispánicus podemos deducir que se desplazó hasta la sede de la única legión romana que había en Hispania la VII Gemina en la actual León lo que no sabemos es si lo hizo pasando por Ilerda, la actual Lérida y Caesaraugusta, actual Zaragoza, Numancia y Clunia o por el Valle del Ebro, llegando a Calagurris(Calahorra) y de ahí a Sasamón, donde Augusto había establecido su campamento en las guerras cántabras. 

Calzadas romanas en Hispania

Una vez llegado a León es probable que también visitara la cercana ciudad de Astúrica, actual Astorga, sede del iuridicus Tiberio Claudio Cuartino, que llevaba allí destinado varios años. No sabemos si después visitó la Bética y Lusitania Lo que si sabemos es que no fue a Itálica, la ciudad origen de Adriano, que presentó una solicitud por escrito para que se elevara el rango de su localidad aunque la ciudad si que será beneficiada por las donaciones imperiales que permitirán su reconstrucción y la construcción de numerosos edificios públicos, desproporcionados por su tamaño para la importancia de la localidad. Por ejemplo su nuevo Anfiteatro será uno de los mayores del Imperio. Al parecer unos disturbios en la Mauritania obligaron al emperador en el 123 a encaminarse a África, siendo posible que viajase a través del sur de Hispania, a acabar con los desordenes y a inspeccionar la frontera y desde allí, debido a las malas noticias recibidas encaminarse apresuradamente al Este a la frontera con Persia.

Aquí podemos dar por finalizado el paso de Adriano por nuestra Península Ibérica. Podemos concluir que fue un buen emperador que, a pesar de los problemas que tuvo en el trato con una parte importante del Senado, en especial al principio y al final de su gobierno, realizó una incansable labor de reformas administrativas, económicas y militares que propiciaron la prosperidad que caracterizó tanto su reinado como el de su sucesor, Antonino Pío.

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miércoles, 24 de noviembre de 2021

LA CURIOSA HISTORIA DEL COLOR AZUL EN EL MUNDO ROMANO.

 Una colaboración de Iván La Cioppa para HRA.


Como parte de la investigación para la redacción de mi novela “La legión que vino del mar”, ha despertado en mí mucha curiosidad el uso del color azul para la vestimenta de la Legio I Adiutrux. Esta era una anomalía para los legionarios romanos que solían llevar túnicas y capas rojas o blancas. Vegecio, en su «Epitoma rei militaris», afirma que los marineros de la flota imperial vestían túnicas tan azules como el mar para camuflarse e incluso los barcos y las velas a menudo se teñían del mismo color. La Legio I Adiutrix era una legión naval, creada alistando los marineros de la flota de Miseno y la indumentaria azul ha de ser considerada como un legado de su origen marítimo. 

Classiarius de la flota de Miseno

Fuera del ámbito militar, sin embargo, este color no era muy considerado por los romanos que ni siquiera tenían un término para indicarlo. De hecho, utilizaron palabras que lo identificaban como matices de otros colores: «caeruleus», «cyaneus» o «venetus». Las razones de esta connotación negativa son múltiples. En primer lugar, el azul se obtenía de dos plantas: el glasto (Isatis tinctoria), en el norte de Europa, y el índigo (Indigofera tinctoria), en el Oriente. En ambos casos el proceso de fabricación era muy largo y complejo, lo que hacía que el coste del tinte obtenido fuera muy elevado y, por si fuera poco, era muy difícil fijarlo al tejido. 

Además de las razones económicas, hubo otra de origen sociocultural. El azul era un color bárbaro ya que era muy utilizado por germanos, galos y británicos para teñir sus cuerpos. De hecho, el término que empleamos hoy en Italia para el azul marino, “blu”, deriva del germánico “blau”.

Celta pintado de azul

En Oriente, sin embargo, las túnicas azules eran muy corrientes: en efecto, la palabra “azul” proviene del árabe “azraq”. En consecuencia, vestirse con este color en Roma, especialmente en el período republicano y durante el principado, se consideraba inapropiado. El azul marino (el tono más odiado) se consideraba nada menos que el color del infierno y la muerte, y se usaba en los funerales. 

Legionario de la Legio I Adiutrix(Foto Iván la Cioppa)

La mala reputación del azul también afectó a la genética. Los ojos azules se consideraban portadores mala suerte, poco virtuosos y ridículos. Las fuentes nos dicen que Galba tenía ojos azul oscuro y esto acentuó su reputación de emperador malvado y cruel. Este significado se desvaneció gradualmente,  gracias  a la mezcla de elementos de la cultura bárbara en la cultura romana. Un ejemplo típico de esta evolución se realizó en las carreras de carros en el circo que emocionaron, en ocasiones de manera exagerada, a gran parte de la sociedad romana y a algunos emperadores. En ellas compitieron varias facciones opuestas,  también con connotaciones políticas, siendo los verdes y los azules: dos colores notoriamente bárbaros y, durante mucho tiempo, despreciados las dos más seguidas en el mundo romano.

Iván La Cioppa es el autor de la excelente novela "La legión que vino del mar" pincha sobre el título si quieres hacerte con un ejemplar.




domingo, 7 de noviembre de 2021

TRAYECTORIA Y DESAPARICIÓN DE LA LEGION IX HISPANA

Una colaboración del escritor Iván La Cioppa

La Legio IX hispana fue quizás una de las legiones más famosas de la historia de Roma, mítica no tanto por sus méritos en la batalla, por notables que sean, sino por su final envuelto en misterio.

Ciudad y campamento de Eburacum

Según fuentes antiguas se fundó durante la guerra Social y, posteriormente pasó a las órdenes de Julio César en el 61 a.C., cuando era gobernador ulterior de Hispania, y lo acompañó tanto en la campaña gala como en la Guerra Civil. Participó en las batallas de Dyrrachium y Farsalia y en la campaña africana. Si bien demostró gran valor y lealtad hacia su comandante, la legión se manchó de una culpa muy grave al amotinarse en Placentia porque no estaban satisfechos con la paga recibida. Cesar abordó la situación con firmeza, como era su costumbre. Amenazó con diezmar a toda la IX legión, pero los soldados pidieron perdón y, al final, César fue magnánimo, decretando la pena de muerte de 12 de los líderes de la revuelta. Cuando terminó la guerra y los pompeyanos fueron derrotados, César retribuyó a los veteranos de la Legio IX retirándoles del servicio y cediéndoles tierras en el Piceno. 

Vexillarius de la Legio IX Hispana  

En el 46 a. C. Octaviano tuvo que enfrentarse a la rebelión de Sexto Pompeyo en Sicilia. La cuestión era de vital importancia, así que llamó de vuelta a los legionarios de la IX. Los veteranos de César eran la flor y nata del ejército y no eran muchos, pero su presencia podría suponer una victoria segura. De hecho, la IX derrotó a las tropas del hijo de Pompeyo y, fiel a Octaviano, participó a la batalla de Accio donde se ratificó definitivamente el poder del joven César. Derrotado Marco Antonio, Octaviano, futuro Augusto, se esforzó en la consolidación del poder de Roma en las provincias. Entre ellas, Hispania seguía siendo el peor dolor de cabeza porque una parte de ella, Cantabria, aún resistía. Así que la Legio IX fue enviada a Hispania y se cubrió de gloria, luchando contra los cántabros y contribuyendo de forma contundente a la pacificación de la región. Fue precisamente por estas fechas cuando tomó el nombre de "hispana" como reconocimiento a su valor. Posteriormente, la legión sirvió fielmente al imperio en la frontera del Rin, en África y en el Danubio. En el 43 d.C. el emperador Claudio decretó una nueva invasión de Gran Bretaña bajo las órdenes de Aulo Plaucio. Una vez más, Roma necesitaba a sus mejores soldados y la Legio IX respondió a la llamada. En el 52, reprimió valientemente la revuelta de los Brigantes, mientras que en el 61 sufrió una seria derrota en Camulodunum por mano de los rebeldes liderados por la reina Boudicca.

Después de este evento nefasto, las pérdidas fueron reemplazadas por tropas frescas procedentes de Alemania. En el 71 d. C., a la legión se le encomendó la construcción del fuerte de Eburacum, en la frontera con Caledonia, cerca de la actual York. Se asentó y permaneció en esta fortaleza durante más de cincuenta años, enfrentándose a constantes ataques y perdiendo muchos de sus integrantes. Entre el 78 y el 83 d.C., participó también en las campañas de Agricola en la conquista de la Caledonia y en la legendaria batalla del Monte Graupio. La última mención de la IX en las fuentes es del año 108, cuando se menciona con la reconstrucción de la fortaleza. Después de esa fecha no tenemos más noticias. A partir de entonces, el destino de la legión pasa a ser objeto de múltiples hipótesis, entrando en la leyenda. Solo sabemos que tres mil soldados fueron enviados a Eburacum para fortalecer la guarnición alrededor del año 120 y que en 122, Adriano, convertido en emperador, acompañó personalmente a la Legio VI a Gran Bretaña para tomar posesión de esa fortaleza. La IX no se menciona siquiera. Dion Casio en su "Historia romana", elabora una lista de las legiones existentes en el siglo II y la IX no es mencionada. Según el gran historiador Theodor Mommsen, durante el reinado de Adriano, los caledonios atacaron la fortaleza de Eburacum y masacraron a toda la legión.

En apoyo a esta tesis tenemos una obra del historiador Marco Cornelio Frontón, donde afirma que en esos años un gran número de soldados romanos fueron asesinados por los británicos. Lamentablemente, no da ninguna otra información al respecto. La tesis de Mommsen tuvo tanto éxito que en 1954 Rosemary Sutcliff la adoptó en su novela, "El águila de la IX legión", que inspiró la película "La legión del águila". Otras películas sobre la misteriosa desaparición de la legión son "Centurión" y "La última legión", basada en la obra de Valerio Massimo Manfredi. Todas estas especulaciones terminaron en los años setenta cuando se descubrieron varios azulejos con el nombre de la legión, datados en el 120 d.C. en el sitio arqueológico de la fortaleza Noviomagus, en Holanda, demostrando que la legión o parte de ella había abandonado Gran Bretaña y seguía activa después del año 108. Otra evidencia son los cartuchos que informan de las carreras de dos oficiales de la IX, Lucio Emilio Caro y Lucio Saturnino, que sirvieron en la legión después de 122. Sobre la base de estas nuevas pruebas, se ha planteado la hipótesis de que la Legio IX, a principios del siglo II, abandonara Gran Bretaña para ocupar el fuerte de Noviomagus. Posteriormente, según la tesis más acreditada, fue enviada a Capadocia para participar en la guerra contra los partos, desatada por los romanos en 162. Probablemente fue en esta ocasión cuando la IX encontró su fin. De hecho, Dion Casio afirma que, durante la guerra romano-parta, una legión entera fue masacrada por los partos en Elegeia, en Armenia. Como no había ninguna otra legión en esa zona, se asume que fuera la IX.Aparte de estas tesis, lo cierto es que en una columna que muestra una lista de legiones activas en la época de Marco Aurelio, la IX hispana no está. Así que ya había desaparecido de una forma u otra, dejando, sin embargo, una huella imborrable en la historia.

Ivan La Cioppa es autor de " La legión que llegó del mar" pulsa aquí o en la imagen si quieres hacerte con un ejemplar




lunes, 1 de noviembre de 2021

ALISO. LA HISTORIA DE SUPERVIVENCIA DEL DESASTRE DE TEUTOBURGO. BREVE RESEÑA.

Una reseña de Federico Romero Díaz 

«En el campo, los huesos de los soldados yacían esparcidos por el suelo, cada uno en el lugar donde había caído defendiendo su posición o huyendo. Había restos de armas y también los huesos de los caballos, mientras que había cabezas humanas clavadas en los troncos de los árboles de alrededor. En estas arboledas se encontraban los altares bárbaros donde habían sido sacrificados los tribunos y los centuriones». 


Vuelta a la escena de la batalla del bosque de Teutoburgo. Ilustración de Vilius Petrauskas.

Con estas palabras, nos describe Tácito el paisaje que se encontraron los legionarios romanos de Germánico al llegar a lo que había sido el campo de batalla de Teutoburgo en septiembre del 9 d.C. Una coalición de pueblos germánicos se sublevó contra la ocupación de sus territorios por el ejército romano. Esta acción causó unas 30.000 bajas, entre ellas legionarios, cohortes auxiliares, alas de caballería y civiles, comerciantes y familiares que seguían a las legiones. La derrota supuso la muerte del gobernador Publio Quintilio Varo y la eliminación de las legiones XVII, XVIII y XVIIII y del control y de la presencia romana entre el Rin y el Elba.

Mapa de la provincia de Germania en el año 9. El territorio sometido al Imperio está en amarillo. En rojo se puede apreciar el camino de retorno seguido por Varo.(Wikimedia commons)

Los romanos habían construido una red de fuertes de apoyo en el camino a las legiones, muchas veces en torno a los ríos, vías naturales de comunicación. En torno al río Lippe había varios fuertes como el de Oberadem y Anreppen que también cayeron a manos de los germanos. Solo uno de ellos resistió al empuje de los seguidores de Arminio el fuerte Aliso, comandado por Lucio Cedicio. "Aliso. Los últimos supervivientes de Teutoburgo" escrito por Ángel Portillo es el relato de superación y supervivencia de los centenares de legionarios y civiles que allí resistieron.

EL AUTOR

Ángel Portillo nació en Barcelona, pero ha vivido casi toda su infancia y adolescencia en Badalona. El museo de esta antigua ciudad es donde empezó a interesarse por el mundo romano. Docente de vocación, es profesor de instalaciones electrotécnicas en Badalona, Flix y Tortosa. Residente en la comarca del Montsia (Tarragona) tiene la suerte de poder contemplar a diario una de sus pasiones el Mediterráneo. Es autor de la trilogía Lignvm que forman en realidad una única historia la vida del legionario Aurelio Vitalis, hijo de un carretero de Roma. También ha comenzado recientemente la serie de "Crónicas romanas" cuya primera entrega fue "Cunina. Diosa tutelar de la infancia" siendo "Aliso. Los últimos supervivientes de Teutoburgo" la segunda entrega.


LA OBRA

Aliso responde perfectamente a la línea narrativa de su autor que se diferencia de todo lo que he leído en novela histórica hasta ahora por su capacidad de reflejar con fidelidad en sus personajes la mentalidad, valores e ideas de la época. En este aspecto Ángel demuestra valentía ya que es una manera de pensar que al lector de nuestra época puede resultarle brusca, violenta, machista, brutal en definitiva pero al fin y al cabo fiel a la verdad histórica. Los seres humanos de nuestro presente les debemos mucho a la romanidad que a través de los siglos nos ha llegado, si bien es cierto que , afortunadamente, estamos muy alejados de los valores y de los usos típicos de aquellos momentos.

La novela refleja, como en la primera entrega cual es la opinión de los dioses sobre los sucesos que se van narrando en sus páginas, enlazando lo humano y lo divino, a la manera de los autores clásicos. En la Antigüedad la separación entre ambas esferas no estaba tan nítidamente marcada como en nuestros días.

Además de estos puntos fuertes, la novela presenta otras virtudes. Por ejemplo es un relato trepidante en el que los protagonistas deben enfrentarse a la enorme amenaza de los germanos que les impiden la retirada hacia las posiciones romanas seguras del otro lado del Rin. Aún así la germana Idalia, que lleva en su interior el hijo del centurión Cneo Vitrubio --muerto mientras cubría la huida hacia el fuerte Aliso--, el antiguo compañero de este Marco Coso, la prostituta Besares de Hispania, y el auxiliar Aldahir, entre otros no renuncian a la lucha por sus vidas, por tener un futuro en una época en la que la vida humana valía bien poco.

En conclusión Ángel Portillo Lucas nos presenta una novela imprescindible para aquellos que quieran profundizar en el conocimiento de la autentica mentalidad romana del momento. Un conjunto de valores muy diferentes a los nuestros pero entroncados directamente con nuestro bagaje cultural, no os la perdáis.

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lunes, 27 de septiembre de 2021

LOS VIAJES DEL PEQUEÑO "CALIGULA"

Escrito por Federico Romero Díaz

En esta ocasión vamos a hablar de los viajes que en su infancia hizo uno de los emperadores más conocidos del imperio romano Calígula. La visión que de él tenemos esta marcada por la locura, el desenfreno sexual, y la crueldad más absoluta. La responsabilidad de que tengamos esta visión tan negativa del personaje la tienen fundamentalmente dos historiadores pro-senatoriales: Suetonio y Dión Casio. Séneca, que estuvo condenado a muerte por Calígula tampoco dijo mucho positivo y para colmo de males la parte de la obra que Tácito escribió sobre Calígula se ha perdido. Para tener una visión más objetiva hay que conformarse con los testimonios de Flavio Josefo, Filón de Alejandría que habló varias veces con él o con Plinio en Viejo.

Ilustración del juego "Calígula" de PierLuca Zizzi

Esta visión tan negativa se ha perpetuado en nuestro presente con Calígula creado en Yo Claudio por el novelista Robert Graves, que sirvió de base a la serie de la BBC del mismo título o al depravado e insaciable personaje de la película de Malcolm McDowell de 1979, realizada con el respaldo de la revista Playboy. En nuestros días varios autores tratan de ofrecernos una imagen más real de este emperador, tratando de separar lo real de lo ficticio. Nosotros ahora vamos a centrarnos en una faceta poco explicada y muy curiosa de su vida : los viajes que realizó a lo largo de su infancia. 

Según Suetonio, Cayo Julio Cesar Germánico "Calígula" nació en Italia, la ciudad costera de Anzio en el año 12, en el seno de una familia “feliz”. Pocas personas podían jactarse de tener una sangre tan azul como nuestro personaje Su padre era Germánico Julio Cesar, sobrino-nieto de Augusto, hijo de Antonia la Menor, la hija de Marco Antonio. Era a la vez sobrino e hijo adoptivo del actual emperador Tiberio. Por su carácter y méritos era uno de los hombres más admirados y queridos del Imperio. Se había casado con Agripina la Mayor, hija de la mano derecha de Augusto: Marco Vipsanio Agripa y Julia. Al nacimiento de Cayo Julio Cesar Germánico, el verdadero nombre de Calígula, la pareja ya había tenido otros dos hijos varones Nerón César y Druso César. Su matrimonio suponía la reconciliación de dos de las grandes familias romanas de su época, la estirpe de Marco Antonio y la de Augusto.

Agripina y Germánico. Retrato por Pedro Pablo Rubens.
1614. Galería Nacional de Arte. Washington

Vamos a ponernos un poco en antecedentes. En el año 14 Augusto fallece y Tiberio debe abandonar la frontera del Limes renano-danubiano para ser nombrado emperador. Germánico es enviado a sustituirlo al frente de las legiones del limes germano. La herida del desastre de Teutoburgo(9 d.C) seguía abierta. A Roma no le era fácil olvidar la desaparición, a manos de las tribus dirigidas por Arminio, de tres de sus legiones y la humillación que le había supuesto tener que replegarse a la nueva frontera de las orillas del Rin. Su hijo pequeño, Calígula de dos años y su esposa Agripina, de nuevo embarazada, siguieron a Germánico. Agripina le confeccionaba al niño pequeños uniformes de legionario, con los que se paseaba por el campamento. Los soldados veían en el pequeño como una especie de amuleto. Los zapateros de la legión le elaboraron unas pequeñas "caligae", a imitación de las que llevaban los legionarios, de dónde le viene a Cayo el apodo de Calígula (botitas) con el que tanto sus padres como los legionarios le llamaban. Siendo ya adulto rechazará que le llamen con ese apodo infantil, por considerarlo indigno de su condición imperial. Ante la amenaza y el deshonor que a los legionarios les suponía obligar a su comandante a mandar a su familia fuera del campamento por falta de confianza en ellos, cedieron en su rebelión, entregando a los cabecillas para que fueran juzgados sumariamente. Al inicio del verano del 17 Germánico, tras sus victoriosas campañas contra los germanos, es reclamado para celebrar un triunfo en Roma a donde acude para el desfile triunfal que será un recuerdo muy importante para Calígula, un niño de cinco años, siempre recordará esos momentos junto a sus padres y hermanos--todos ellos subidos en un solo carro-- desfilando juntos en medio de la admiración y de las aclamaciones del pueblo romano.

Tras unos meses en Roma, Tiberio envía a Germánico a poner orden en las provincias orientales del Imperio. En este viaje lo acompañarán de nuevo el pequeño Cayo y su esposa Agripina, quedando sus otros cuatro hermanos en Roma.

Germánico, además de un excelente militar, era un hombre con inquietudes culturales, que incluso había escrito alguna obra de teatro. El viaje a Oriente lo hacen sin prisa, visitando a su paso los lugares y monumentos más importantes y recibiendo en todos ellos el cariño de la población local. Tras navegar or el Adriático,  llegaron al escenario de la batalla naval de Accio, situado en la costa occidental de Grecia, donde la flota de Cleopatra y Marco Antonio, abuelo de Germánico, fue derrotada por Octavio, el día 2 de septiembre del 31 a.C. Allí, en una capilla dedicada a Apolo, conmemoraron la batalla. Pasaron por Atenas, la isla de Eubea, dejando a Agripina en la isla de Lesbos y llevándose con él a Calígula, Germánico continuó su viaje de turismo,  por la ciudad de Aso. 

Batalla de Accio

Ubicada en la península de Tróade, al otro lado de Lesbos. En el Templo de Apolo Clario cercano a la ciudad de Colofón en la misma costa jónica, Germánico consultó al famoso oráculo que se encontraba en la oscura cripta bajo el templo, Tácito escribió que corría el rumor de que le había profetizado una «muerte temprana». Otras paradas de su largo viaje fueron Bizancio, el Mar Negro, o el Egeo. También visitaron las míticas ruinas de Troya, la isla de Rodas llegando por fin a Siria, donde tanto a él como a su familia se le rendirán los máximos honores.

Tras una breve estancia de Germánico en Capadocia donde reorganizó la administración romana, la familia viaja a Egipto para tratar de paliar la hambruna que sufría esa provincia. Llega a Alejandría para visitar los palacios en los que César, Marco Antonio, Cleopatra y los reyes ptolemaicos habían gobernado las tierras de Egipto. Allí fueron de nuevo agasajados con múltiples fiestas y recibimientos y Germánico, viajero insaciable, decidió partir en una travesía por el Nilo en medio de la adoración popular que su padre y, por extensión él, disfrutaban en todos los lugares a los que llegaban. En las  ruinas de Tebas, un sacerdote egipcio le tradujo unas antiguas inscripciones que hablaban de un ejército de 700.000 hombres dirigidos por el faraón Ramsés que había conquistado el norte de África, Persia y gran parte de Oriente Próximo. Germánico visitó las pirámides y la estatua de Memnón, y, antes de volver, viajó por el Nilo hasta Elefantina y Siena, que entonces marcaban la frontera sur del Imperio Romano.

Viajes-de-Germanico-por-Oriente-y-Egipto-17-19-dC-Mapa-CGEAE-J-I. Wikimedia

Tras el fin de la travesía volvieron a Siria, en el 19 para hacerse cargo de las tareas de gobierno que se le habían encomendado a Germánico que morirá al poco tiempo, con 33 años, muy posiblemente envenenado por Pisón el gobernador romano de Siria. Nuestro Calígula de apenas siete años, volvía a Roma, junto a su madre y al cadáver de su padre. A la llegada de su barco, en Brindisi, fueron recibidos con todos los honores por parte de la Guardia Pretoriana y, ya cerca de Roma, le salió al encuentro una delegación compuesta entre otros por Druso el hijo de Tiberio, el futuro emperador Claudio, y sus cuatro hermanos. El pequeño Cayo, solo un niño despreocupado al que le encantaba cantar y bailar, pasará de ser reverenciado como hijo del gran Germánico a una etapa bien diferente al cuidado de su madre primero y de las ancianas Livia y Antonia después. Es un momento muy peligroso para su familia ahora en el punto de mira de Tiberio y de su prefecto del pretorio Sejano.

Agripina llega a Brindisi con las cenizas de Germánico, donde es recibida por una delegación romana

Nuestro personaje quedó al cuidado de su bisabuela Livia que no sentía ninguna simpatía hacia la familia de Germánico y Agripina. No debieron ser años fáciles los de su adolescencia. En el 31, con 19 años se le notificó su traslado a Capri, junto al Emperador. Es difícil saber cuánto hay de verdad y de exageración malintencionada en las noticias que nos han llegado sobre las depravaciones sexuales y la crueldad que allí presenció Calígula y el impacto que sobre su personalidad pudieron tener . Calígula se coronó como emperador a los 24 años. Hasta los siete podemos decir que disfrutó de una infancia feliz, rodeado del cariño de sus padres, de los legionarios y del pueblo que adoraba a su familia. Tras el fallecimiento de su padre su vida se transformó en un ejercicio de supervivencia en el que se vio obligado a tratar de pasar inadvertido ante aquellos que lo observaban con sospecha deseosos de despertar la desconfianza de Tiberio y Sejano  

¿Fue realmente Calígula el loco cruel y depravado que nos cuentan las fuentes? Probablemente no, el pueblo siempre estuvo a su favor y lloró su asesinato tras cuatro años de gobierno. En la actualidad muchos piensan que no fue realmente un loco cuel, aunque sí que se comportó como un joven arrogante y soberbio, demasiado engreído en su dignidad imperial e inexperto y falto de preparación para la difícil tarea de gobernar el gigantesco y complejo Imperio de Roma. Incapaz de controlar su ira, acabó volviéndose impredecible y peligroso para aquellos que lo rodeaban y eso acabó costándole la vida

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