UNA COLABORACIÓN DE IVAN LA CIOPPA PARA HRA.
Entre los temas sobre el ejercito romano, muy interesante es el del campamento romano, llamado «castra». A menudo se utiliza erróneamente el singular «castrum», con el que los romanos no indicaban el fuerte militar sino más bien las estructuras civiles de defensa.
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Reconstrucción de Isca y la canabae del sur (© 7reasons) ( fuente gladiatrixenlaarena.com) |
El ejército romano era una máquina de guerra extraordinaria. Todo estaba calculado y establecido con reglas y protocolos muy estrictos, gracias a ello, Roma llegó a crear su vasto imperio. Una de las costumbres más peculiares era la construcción de campamentos temporales, que se realizaba cada vez que una legión terminaba su sesión de marcha diaria. Los legionarios eran tan competentes y hábiles que suscitaron una gran admiración entre los pueblos contra los que lucharon. Y es precisamente gracias a los escritores no romanos que podemos darnos cuenta de ello. Recordamos por ejemplo al griego Polibio y al judío Flavio Josefo, que en sus obras muestran su admiración por la disciplina y el rigor con que los soldados romanos atendían a sus tareas.
La obra fundamental sobre este tema es sin duda el «De Munitionibus castrorum», publicado hacia finales del siglo II d.C. y atribuido a un autor desconocido, identificado con el nombre de Hyginus. Este manual describe con gran detalle todas las fases de construcción y las distintas estructuras internas con todas sus cifras y medidas. De estas fuentes se desprende que el legionario romano típico no solo sabía luchar sino que tenía muchas otras habilidades y estaba preparado para resolver cualquier problema que se le presentase. No es casualidad que el equipamiento de cada soldado incluyera herramientas como la dolabra y la pala, indispensables para la construcción del fuerte. Otra peculiaridad de los fuertes romanos fue su uniformidad. Todos los campamentos tenían la misma forma (cuadrada en la época republicana, rectangular en la época imperial baja y media y circular en la época imperial tardía) y, en el interior, cada tienda o edificio se encontraban siempre en el mismo lugar. Siempre había dos vías principales que se cruzaban, la «via praetoria» y la «via principalis», flanqueadas por otras vías secundarias como la «via quintana». Esto permitía ahorrar mucho tiempo. En el territorio enemigo era necesario actuar con rapidez y un buen campamento, construido como es debido y en poco tiempo podía salvar la vida de miles de soldados de emboscadas o ataques repentinos.
Los enemigos atacaban a menudo mientras los romanos trabajaban en la construcción del fuerte y, mientras una parte de los legionarios ahuyentaba a los atacantes, sus compañeros continuaban sin inmutarse con su trabajo. Sin embargo, no era infrecuente que los bárbaros fueran más agresivos que de costumbre y superiores en número. Entonces, los constructores también tenían que dejar de lado la dolabra y blandir el gladius del que nunca se desprendían. Algunos ejemplos se pueden encontrar en el «De Bello Gallico» de Julio César.
Gracias a las fuentes, sabemos que el tiempo necesario para levantar el campamento era de 4-5 horas o incluso 3 horas si todas las condiciones eran favorables. Su tamaño oscilaba entre una y cincuenta hectáreas, pudiendo acoger hasta dos legiones.
Bajo el gobierno de Augusto, muchos campamentos, construidos en lugares estratégicos, se convirtieron en permanentes y todas sus partes fueron reconstruidas en mampostería. Las paredes podrían alcanzar un grosor de 3,5 metros. Las fortalezas albergaban anfiteatros, balnearios, hospitales y mucho más, como el fuerte de Brigetio, sede de la «Legio I Adiutrix« que se narra en la novela. Alrededor de estos imponentes edificios nacieron pequeñas aglomeraciones urbanas llamadas «canabae», habitadas por todos aquellos que, de una forma u otra, prestaban servicios al ejército como comerciantes y prostitutas pero también familiares que seguían a sus maridos y a sus padres en sus campañas. Muchos de estos poblados pronto se expandieron cada vez más para convertirse en verdaderas ciudades como Turín, Florencia, Estrasburgo o Maguncia. En Gran Bretaña, muchas ciudades como Manchester y Lancaster aún conservan el término «castra» en el nombre, transformado en "chester" o "caster", en recuerdo de su origen: un fuerte romano.
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Maqueta que muestra el antiguo campamento romano. Está en el Centro de Interpretación del León Romano, en la Casona de Puerta Castillo. |
Traducción del italiano por Alice Croce Ortega
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Os dejamos un enlace por si queréis haceros con un ejemplar de "La legión que vino del mar" de Iván La Cioppa.
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