Un texto de Carolina Cabrero González para HRA.
La Cueva de los Murciélagos (Albuñol, Granada) fue descubierta a inicios del siglo XIX debido a la actividad minera, lo que dio pie enseguida al descubrimiento en su zona más profunda de los restos momificados de 68 individuos enterrados durante el mesolítico y el neolítico junto a numerosos elementos de ajuar. Entre estos elementos destaca un alto número de objetos realizados en esparto que han podido estudiarse pormenorizadamente en la actualidad dando lugar a gran cantidad de nueva información sobre las sociedades de la Prehistoria Reciente.
En esta ocasión vamos a tratar un tema prehistórico que podría pasar perfectamente por actual. Como decía Yves-Saint Laurent, “un buen diseño puede soportar la moda de 10 años”, y algunos parece que pueden aguantan bastante más, incluso varios milenios.
En este número vamos a referirnos a la Cueva de los Murciélagos de Albuñol, en la costa granadina.
Figura 1. Vista de la entrada de la Cueva de los Murciélagos.
Esta cueva fue descubierta en 1831, siendo el principal atractivo inicial la enorme presencia de murciélagos y, por ende, de guano. El guano, para aquellos lectores que no conozcan este material, es la acumulación de excrementos de murciélago, que resulta ser un magnífico abono para los cultivos. Este elemento fue extraordinariamente demandado y utilizado a lo largo del siglo XIX en las explotaciones agrícolas que iban siendo cada vez más intensivas en el nuevo mundo industrial, por lo que pasó a convertirse en un material muy preciado. De esta manera, encontrar guano en aquellos tiempos sería semejante a encontrar petróleo, por lo que se dio inicio de forma inmediata a la explotación de la cueva para comerciar con este elemento. Durante estos primeros trabajos, se encontró también presencia de vetas de plomo, lo que llevó a la total explotación de este espacio. Es aquí donde viene lo interesante: en plena fiebre del guano y de la minería, en la zona más profunda de la cueva, se encontró el enterramiento de hasta 68 individuos de diversas edades perfectamente momificados acompañados de elementos textiles y de objetos de ajuar, como cestos en los que se habrían depositado ofrendas a los difuntos. Seguramente si esto hubiera sido todo lo que se encontró junto a los enterramientos, la situación habría sido bastante diferente, pero se dio la mala suerte de que uno de los inhumados presentaba también una diadema de oro, lo que dio pie al saqueo y destrozo de este hallazgo excepcional. Tanto es así que, de esos 68 individuos iniciales, sólo se ha conservado un cráneo infantil, actualmente custodiado en el Museo Arqueológico Nacional.
Figura 2. Dibujos realizados por Manuel de Góngora y publicados en 1868.
Esta sería la dramática situación que se encontró Manuel de Góngora y Martínez, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Granada, cuando llegó a la cueva y se dispuso a estudiar los restos que en ella se habían encontrado (los pocos que se habrían salvado por su escaso valor material). Este arqueólogo publicó en 1868 Antigüedades prehistóricas de Andalucía, una obra pionera en la arqueología del sur peninsular, y en ella le dedica una gran parte de las páginas a la Cueva de los Murciélagos. Por supuesto, hay que tener en cuenta que los saqueadores que habían desvencijado la cueva no habían pensado en una posible cronología prehistórica, únicamente habrían considerado el valor económico del descubrimiento. Es precisamente Manuel de Góngora el primero en considerar el origen neolítico de los enterramientos y de los objetos junto a ellos encontrados. Como suele suceder ante los casos de hallazgos tan extraordinarios, la comunidad científica no se terminó de creer completamente la hipótesis de este arqueólogo y, de hecho, hubo que esperar hasta 1970 para que el carbono 14 certificase esta suposición.
Figura 3. Algunos de los cestos conservados de la Cueva de los Murciélagos.
Recientemente se ha iniciado un nuevo proyecto liderado por la Universidad de Alcalá de Henares y la Universidad Autónoma de Barcelona con el objetivo de estudiar los elementos realizados sobre material orgánico (madera, caña, esparto) encontrados en la Cueva de los Murciélagos y amortizados como parte del ajuar junto con los difuntos. Concretamente se han estudiado mediante técnicas modernas un total de 76 objetos, fundamentalmente realizados en esparto. ¿Cuál es la importancia de estos materiales? La Prehistoria se ha estudiado y definido tradicionalmente por los elementos fabricados en este período sobre materiales no perecederos, fundamentalmente, la piedra, ya que es prácticamente el único elemento que puede resistir miles de años sin deteriorarse o desaparecer. De ahí la clasificación en Paleolítico (piedra antigua) y Neolítico (piedra nueva). Por supuesto, esto significa que tenemos una visión bastante sesgada de lo que era la vida cotidiana de las comunidades prehistóricas. Son muy pocos los casos en los que se ha podido recuperar materiales orgánicos, en este caso, el extraordinario descubrimiento viene posibilitado por las condiciones anormales de la cueva, fundamentalmente, la falta de humedad y la enorme sequedad, que han permitido la momificación natural tanto de los cuerpos como de los elementos orgánicos. En consecuencia, se trata de un contexto único que permite el análisis de materiales que habitualmente no pueden observarse.
¿En qué consiste este hallazgo? Concretamente, junto a los 68 inhumados se encontraron una gran cantidad de objetos y utensilios realizados en madera y elementos vegetales, como mazos y otras herramientas, así como cestos y, lo que resulta más sorprendente, sandalias. Gracias a este nuevo proyecto y al estudio pormenorizado de estos materiales se ha conseguido obtener nueva información. Por ejemplo, si bien buena parte del enterramiento se realizó en período neolítico, se ha podido saber gracias a las nuevas dataciones radiocarbónicas que esta cueva fue utilizada desde el período mesolítico. Es decir, los enterramientos se fueron sucediendo durante un período muy largo, entre el 7500 y el 4200 ANE. Esto significa también que los individuos enterrados no respondían a las mismas tradiciones culturales: los primeros enterrados mesolíticos, eran cazadores-recolectores, mientras que los siguientes, neolíticos, lo que habrían sido agricultores y pastores. Los cestos de esparto, concretamente, pertenecerían a los primeros, lo que significa que serían similares a los mismos cestos que utilizarían para recolectar, aunque en este caso se depositaron nuevos, sin ninguna señal de uso práctico, y con ofrendas de semillas y plantas. Las sandalias, también realizadas en esparto, se corresponden con los individuos posteriores, los agricultores, y sí tenían señales de uso, lo que significa que probablemente sería el propio calzado que habrían utilizado en vida los individuos enterrados. En la mayor parte de los casos únicamente se conserva la suela, pero en varios ejemplares se conserva parte de las tiras que habrían servido para atar la sandalia al tobillo, tal y como hacemos hoy en día.
Figura 4. Uno de los pares de sandalias conservados.
Casi todas las sandalias encontradas serían de individuos infantiles, correspondiéndose por lo general a nuestra talla 37 actual. Este hallazgo resulta aún más sorprendente ya que son el calzado más antiguo encontrado en Europa, siendo especialmente destacable su extraordinario estado de conservación.
Una de las cosas que llaman la atención es que, a pesar de las diferencias cronoculturales de los individuos enterrados entre el mesolítico y el neolítico, ambos tipos de población compartieron la utilización de las fibras vegetales, concretamente, del esparto. No sólo eso: el esparto es aún hoy un material muy utilizado en todo el entorno del sudeste de la Península Ibérica, aunque, como sucede con muchas de las tradiciones y artesanías, este trabajo se ha perdido desde las últimas décadas del s. XX a la par que decaía la vida rural. No obstante, dentro de las necesarias dinámicas ecologistas que se promueven en la actualidad se están recuperando este tipo de materiales tan “verdes” y cuya elaboración no genera ningún impacto en el ambiente. En resumen, las tendencias actuales nos están devolviendo a lo que estaba de moda hace casi 10.000 años. Como se suele decir, todas las modas vuelven.
NOTA BENE!
¿Por qué se ha producido la
momificación natural de los tejidos en la Cueva de los Murciélagos?
Cuando pensamos en momias lo primero que nos viene a la cabeza es el Antiguo Egipto, pero ese caso está muy lejos de ser el único que podemos encontrar. En algunas ocasiones, ante condiciones muy específicas en el ambiente, se paraliza el proceso de descomposición de los tejidos. Es el caso, por ejemplo, de los mamuts encontrados en el permafrost en Siberia y Canadá, o de Ötzi en los Alpes italianos, en algunos contextos acuosos como es el caso del yacimiento de la Draga en Cataluña, y es el caso de las áreas que quedan totalmente aisladas de la humedad, como se ha dado en el caso concreto de la Cueva de los Murciélagos debido a la morfología y topografía de la cavidad que han permitido su aislamiento. Estos ambientes especiales impiden la proliferación de las bacterias que generan la descomposición de los cuerpos, por lo que se genera la momificación natural de los mismos.
Se piensa que este proceso de momificación natural en condiciones de sequedad podría haber estado en el inicio de la momificación intencional que se practicaba a los faraones egipcios, ya que, probablemente, en un inicio los cuerpos perderían todos los líquidos y se mantendrían conservados de manera no intencional debido a la ausencia de humedad del desierto, y eso habría sido tomado de ejemplo animando a esta sociedad a explorar el proceso de momificación por vía mecánica.
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