miércoles, 21 de diciembre de 2022

LA EJECUCIÓN DEL GENERAL RAFAEL DEL RIEGO ( "CABEZA DE FIERRO"

Un texto de Pedro J. Villanueva para HRA.

El general Rafael del Riego fue un oficial de la Guardia Real que abrió las puertas al liberalismo europeo con su alzamiento. Contrario al Rey absoluto Fernando VII, alzó al pueblo y a la mayoría de un ejército descontento, a favor de la Constitución española de 1812. Su levantamiento, trajo consigo nuevos derechos, pero también muchas envidias; tres años denominados como el "Trienio Liberal" (1820-1823) que acabaron de una forma violenta con la entrada de Los Cien Mil Hijos de San Luis desde Francia y la ejecución de nuestro protagonista. Vamos a saber más sobre este personaje, clave en el transcurso del siglo XIX español.

Momento en que la Constitución de Cádiz es proclamada en la Plaza Mayor de Madrid en 1820.
Fuente: Museo de Historia, Madrid.

El día 9 de abril de 1784, nace Raphael Joseph María Manuel Antonio, conocido en los años siguientes como General Riego; el 14 de octubre del mismo año, viene al mundo quien será su antagonista: Fernando VII. El rey nunca será enemigo para Riego, que siempre fue un liberal, constitucional aunque no republicano, mito y víctima de su propia fama.

Riego, debió ser testarudo y obstinado—de ahí el sobrenombre de "cabeza de fierro" —obstinación que le llevó a ser traicionado y engañado en multitud de ocasiones, cayendo en una utopía, las más de las veces, difícil de entender en la época que le tocó vivir. Y es que el Trienio Liberal ha dado mucho de qué hablar, y nuestro paisano asturiano, Riego, ha sido personaje principal en la deriva política, llena de conspiraciones, que finalizó con la llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis a España.

Retrato de Rafael Riego

Unamuno, define a Riego de forma magistral:

Un hombre que lo fue de carne y hueso, y sangre y alma que se ha convertido en un himno”

Este himno ha sido motivo de polémica, tanto por su autoría como por las implicaciones políticas que posee, siendo el himno nacional durante la Primera República Española (1873-1874) e incluso de manera no oficial, también se le atribuye a la Segunda República (1931-1939). A este respecto, mucha gente piensa que el himno de Riego fue compuesto después de su muerte, y es lógico, ya que algunas de sus letras hacen referencia a su ejecución:

“Aunque Riego murió en el Cadalso, no murió por ningún honor, Que murió con la espada en la mano defendiendo la Constitución” 


Pero lo cierto, es que el himno fue compuesto para alentar al levantamiento, y para dar a conocer a las poblaciones por donde pasaba la columna móvil de las tropas Riego, lo que estaba pasando, en ese invierno de 1820. La mayoría de expertos coinciden en que el autor mayoritario de la letra del himno fue su amigo y compañero de armas, Evaristo San Miguel, de sobra conocido por la facilidad de su pluma y conocimientos políticos de la situación; y la música se le atribuye en mayoría a José Melchor Gomis. Partes de su letra han sido cambiadas en numerosas ocasiones y adaptada a cada circunstancia, pero en su esencia ha conservado lo importante: Libertad, Constitución y derechos de los ciudadanos.

Riego, fue católico. Rezaba diariamente el Credo, tal y como había sido norma en la familia; y lo hizo el día de su muerte, de camino al cadalso asustado y humillado.

Hay mucho escrito sobre el famoso General, y no sería justo con su memoria continuar en el mismo punto sin aportar nada nuevo. Las historias son como ovillos de lana que, aunque parezcan perfectamente atados, muestran pequeños hilos de los que tirar para enseñarnos lo que esconde en su interior; la figura de Riego mantiene muchos de ellos a la vista, invitándonos a descubrir, y este artículo desentraña alguno de ellos ¿y si comenzamos por el final?

María Teresa del Riego

Como si se tratase de los relatos de Edgar Alan Poe, el fúnebre final de Riego no pierde su fragancia romántica. Casado con su sobrina, Teresa del Riego, tan sólo disfrutan unos meses de paz y compañía mutua durante su matrimonio; de hecho, hubieron de casarse por poderes en Cangas de Tineo (actual Cangas del Narcea, donde actualmente una placa recuerda este hecho).

La deriva de la guerra, con la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis en España, obliga a María Teresa del Riego a embarcarse desde Andalucía rumbo a Inglaterra, mientras Riego se queda para luchar en defensa de la Constitución.

La noche antes de su ejecución, Rafael del Riego, recibe la visita de su sirviente y amigo, Ramón. A este, le hace entrega del pañuelo negro que llevaba anudado al cuello, para que lo hiciese llegar a su Teresina. 

Después de la ejecución de Riego en Madrid—luego volveremos a ella—Teresa fallece, tras una penosa enfermedad, a los pocos meses cerca de Londres. El hermano del General, Miguel del Riego (eclesiástico de profesión y hombre culto) acompañaba a Teresa en esos sus últimos días; antes de darle sepultura, corta varios mechones de pelo a su sobrina, para llevarlos a su familia y alguna de sus mejores amigas en España. Puede parecer grotesco, e incluso macabro, pero era una costumbre largamente extendida en la época, sobre todo entre las familias pudientes. 

Los avatares del destino, y donaciones hechas a la Biblioteca Nacional en Madrid, hacen que el mechón de pelo de Teresa, y un trozo del pañuelo negro de Rafael, terminen reposando juntos dentro de un sobre en uno de los archivos de la Sala Cervantes. La fragancia de romanticismo acompaña su final, y si obviamos la parte más tenebrosa, es un bello final que ambos reposen juntos—de algún modo— entre estantes de cultura y libertad. Pero volvamos a la ejecución de Riego y olvidemos por un momento a nuestros desdichados amantes.

Mechón de pelo de Teresa del Riego y fragmento del pañuelo negro de Rafael de Riego. Imagen de la Biblioteca Nacional de España.
El joven general asturiano, sufrió muchas heridas, confió demasiado, y tomó decisiones contradictorias, y si me permiten, se ablandó en numerosas ocasiones. Para mí, la más llamativa acontece al final del Trienio, en una conversación ante el Rey. Este se quejaba de alborotos, y de lo difícil que era para él, tener que soportar el ¡Viva Riego! a su paso, y que le cantasen el Trágala; manifestaba que esas situaciones provocaban tumultos y peleas entre los madrileños. Riego, conciliador, prohibió al momento las dos cosas: el ¡viva Riego! y que se entonase el Trágala de los liberales; lo que desconocía—o no quería ver el General—es que el Rey y sus realistas, conspiraban a su espalda en Europa para derrocar la Constitución.

No hay duda que el juicio de Riego fue del todo injusto y fuera de todo Derecho. Todos—el Rey más que nadie—querían su ejecución; Riego debía ser el que pagase por todo, y quién mejor que él, para que cundiese el ejemplo entre los que se atrevieron a intentar cambiar el orden natural de las cosas: Dios y Rey; que mejor golpe a los constitucionales que ejecutar a su héroe. Ya Riego atisbaba, en pleno Trienio Liberal, que las cosas no iban por buen camino, y que las dificultades políticas eran palpables; un cambio de régimen no se hace en tres años; decía:

La libertad se pierde, estamos rodeados de precipicios

Fernando VII

La sentencia: muerte en la horca y su cuerpo desmembrado. Fueron muchos los que escribieron que así fue su ejecución, incluso en los escritos que se publicaron en el extranjero, mencionaron todo ello aderezado de literatura novelesca; se llegó a decir que los ciudadanos jugaron al balón con la cabeza de Riego. Busquemos un poco de luz en el asunto.

¿Qué significaba para un oficial del ejército morir en el cadalso? 

Un deshonor, la mayor humillación que se podía dar a un soldado; lo habitual era la pena de garrote vil, en el que el reo o condenado moría sentado; la muerte por colgamiento quedaba reservada a los criminales de peor ralea, y Riego fue sentenciado a ello.

Mucho se ha dicho sobre la altura del cadalso, una altura que supuestamente se debió a que el Rey, Fernando VII, así lo ordenó para que todos viesen como se ejecutaba a Riego; lo cierto es que la altura de los cadalsos se fue modificando debido a que muchos de los condenados, saltaban de la escalera y huían corriendo maniatados entre la gente, y esto derivó en que se aumentase la altura del mismo; el caso más sonado aconteció durante la ejecución del “Empecinado”—años después de la muerte de Riego— que huyó de esta manera.

Con treinta y nueve años, el siete de noviembre de 1823, Rafael del Riego, es llevado al cadalso; la pena de descuartizamiento fue retirada por el benevolente Tribunal. Herido, enfermo y moralmente muerto, es conducido junto a un piquete de caballería, clérigos, religiosos dominicos, y hermanos de la Paz y Caridad, desde la cárcel de la Corona a la Plaza de la Cebada donde le esperaban los verdugos; arrastrado en un serón de paja por una mula aparece ante la multitud.

Después de besar el crucifijo, y con los ojos vendados, recibe el dogal en su cuello; el verdugo, colgado de sus hombros, lo lanza al vacío, mientras sus ayudantes tiran de las piernas del infeliz…El vuelo del verdugo y un latigazo de terror, hace estremecer al populacho acabando con la vida de Rafael… Pero ¿Qué fue de su cadáver?

El general Riego es conducido al cadalso de firma humillante.
Tras su muerte, su hermano Miguel viaja a España para localizar el cuerpo; el resultado es infructuoso. No es de extrañar, si buscamos un poco y documentamos que se hacía con los cadáveres de los ejecutados de la Plaza de la Cebada. Al final del reinado de Carlos IV, por motivos de higiene, se tuvo que planificar que hacer con los restos de tanto infeliz muerto por hambrunas, epidemias y guerras. Por este motivo se crean los cementerios públicos o extramuros; en Madrid se construyen el Cementerio General Norte y el del Sur o Puerta de Toledo, a la otra orilla del Manzanares. Sin embargo, debido a la cantidad de entierros, las clases pudientes comenzaron a buscar descanso en otros cementerios privados (parroquiales), alejados de la plebe, llamados cementerios sacramentales.  El Cementerio Norte y el del Sur, se convierten en la morada para las clases menos favorecidas, y se cuentan en las noticias como era la situación de los mismos:

Sin nadie que lo custodiara, sus puertas abiertas permitían el paso a los perros, dando lugar a increíbles escenas de estar devorando los restos cristianos fuera del recinto del cementerio.»  

Es en el cementerio del Sur, donde fueron a parar los restos del General asturiano. Allí había una fosa denominada: Fosa de los Ejecutados, donde iban a parar los restos de los penados de la Plaza de la Cebada. Imaginemos el estado que pudo hallar el hermano de Rafael a la llegada a este lugar, intentando buscar los restos de su hermano entre tanta inmundicia, ya que no solo había cuerpos enteros, sino que abundaban restos de otros descuartizados que no habían sido perdonados benevolentemente por el tribunal. Como es obvio, las gestiones para dar sepultura digna a Rafael, fueron imposibles. Hay casos de otros cementerios, como el de La Patriarcal, al otro lado de la ciudad, dignos de novelar; se cuenta que ya en el siglo XX, como niños que jugaban al balón en la explanada que ocupó dicho cementerio, encontraban restos óseos de los allí sepultados; el lugar fue conocido como el Campo de las Calaveras. El mismo caso corrió el cementerio del Sur y la Fosa de los Ejecutados; hoy su lugar es ocupado por un aparcamiento moderno, y los restos de sus moradores—seguro que no los de todos—y también los de Riego, fueron llevados a una fosa común en el conocido cementerio de La Almudena.

Y es que la figura de Riego tiene aún mucho que contar; y si apartamos los enfrentamientos ideológicos y centramos nuestra vista en lo real y palpable, la historia de nuestro insigne paisano da para muchos capítulos. Finalicemos este, con la frase del Rey Fernando VI cuando recibió noticia de la ejecución de Riego mientras viajaba en su carruaje:

“Que griten ahora esos liberales: ¡Viva Riego!”

(Queridos lectores, informaros que en la actualidad, tras la aparición de material inédito( cartas y memorias del militar José O¨Donnell sobre la campaña que dirigió contra Riego) Pedro J. Villanueva sigue investigando el tema y esperemos que en breve ampliaremos este artículo)



Otras colaboraciones de Pedro J. Villanueva n HRA.

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