jueves, 22 de noviembre de 2018

LOS COLEGIOS O CORPORACIONES EN LA ANTIGUA ROMA


Un artículo de Ángel Portillo, autor de "Lignvm"  para HRA

Antes de profundizar tenemos que hacer una reflexión. Para cualquier persona del presente resulta más que lógico pensar en el mañana, o dicho de otra forma: en prosperar. Todos pensamos en un futuro y que con esfuerzo y entrega lo conseguiremos. Esto no era así en el pasado. Los pobres de entonces eran personas que tenían lo justo para sobrevivir.
Calle de Roma(il. Carlos Martínez Álvarez)
Era imposible que ahorrasen y la posibilidad de mejorar era casi nula. Su objetivo era, básicamente, el de seguir viviendo. La preocupación fundamental de la mayoría era conseguir algo de comida para cenar. Partiendo de esa base, no pensaban en ascender socialmente; es más, ni se les pasaba por la cabeza.  Su condición de nacimiento era la que tendrían el resto de sus vidas. 

Foto de dominio público. Puede verse una representación idílica de la puerta Trigemina en las murallas Servianas, entre el río Tíber y la colina del Aventino. También se puede observar el puerto fluvial de Emporium con sus almacenes, horrea).

El tener que hacer frente siempre a la posibilidad de no conseguir lo suficiente para sobrevivir, hace que se adopten actitudes individuales y sociales encaminadas a favorecer la supervivencia a corto plazo. Entre algunas de estas estrategias, están la de la solidaridad y la cooperación con tu prójimo, así como la asociación en la defensa de intereses comunes es decir: la unión hace la fuerza. Sin despreciar otras causas como la perfección y el control de la calidad de un producto o servicio, lo anteriormente explicado es, en mi opinión, una parte importante del origen de los colegios o las corporaciones de profesionales (collegia). Aunque como siempre, todo en Roma estaba envuelto en la leyenda. Plutarco en sus famosas vidas paralelas dice que Numa Pompilio distribuyó al pueblo por artes y oficios, e impulsó el interés de grupos profesionales y de solidaridad. 
Estela de Sens(Francia)
Con el tiempo, se fueron desarrollando diferentes tipos de collegia: unas eran cofradías religiosas donde se agrupaba, por barrios, la plebe romana; otras eran del mismo tipo pero de patricios, más tendentes a conspirar; las había también funerarias, y entre algunas otras estaban las de profesionales o artesanos (collegia artificum vel opificum). Sirvan de ejemplo de este tipo de collegia algunos de los dedicados a la construcción: carpinteros (fabri tignarii); albañiles (structores), y trabajadores en demolición (subrutores).


Ostia antica, escena de la vida cotidiana en el mosaico del frigidarium de las termas "Dei Cisarii( taxistas)". Dominio publico
Para cualquier trabajador pobre, por poco cualificado que estuviera, era una amenaza para su supervivencia que otro individuo ejerciera su oficio, pues amenazaba su subsistencia y la de su prole. Por ese motivo estas corporaciones eran muy reacias, utilizando cualquier medio para lograrlo, a permitir que nadie fuera de sus, por así llamarlos, socios ejerciera su actividad. 
Los collegia se reunían para decidir intereses y actuaciones. Tenían un presupuesto común y se pagaban cuotas de pertenencia. En las grandes festividades religiosas, organizaban procesiones con sus propios estandartes. Muchos tenían deidades adaptadas y ritos religiosos propios. Añadir que, por la estructura familiar romana, la pertenencia al gremio se extendía desde el pater familias hasta el último miembro de la unidad familiar. Así que la familia se incorporaba plenamente en la corporación. Hasta tal punto llegaba esta unión, que muchas veces, los miembros de estos grupos buscaban ser enterrados en los mismos lugares.


 

Durante el día si nos situáramos, por ejemplo, en la puerta Trigemina, encontraríamos a collegia como los cisiarii (taxistas para nosotros) o muliones y iumentarii (que alquilaban mulas, asnos u otros animales), dispuestos a ofrecer sus servicios a cualquiera que saliera de la ciudad. Sobre la hora décima, al aproximarse la noche, se acumularían infinidad de carros de diferentes tipos, portados por miembros de los carrucarii (transportistas de mercancías), que introducirían el género procedente del puerto fluvial y lo distribuirían por la ciudad de las siete colinas. Estos tenían que estar fuera de Roma antes de la salida del sol. Recordemos que el tráfico rodado, salvo algunas pocas excepciones, estaba prohibido durante las horas diurnas. Subiendo por el río Tíber, nos encontraríamos bueyes tirando de barcas y a hombres pertenecientes a los helciarii (sirgadores) que eran personas que con cuerdas, desde la orilla, tiraban de las barcas. En los muelles de Emporium  lintrarii (barqueros) o saburrarii (hombres que lastran barcas) se encargarían de sus quehaceres. En los almacenes hallaríamos vigilantes (custodiarii), porteros (baiuli) o mozos de carga (saccarii). 
Excavaciones del puerto de Emporium
Apuntar para finalizar dos últimas características de las corporaciones en Roma: la primera, en una ciudad fundada ex novo era posible una planificación y los trabajadores de los diferentes gremios podían vivir en calles o barrios colindantes. Sin embargo en la Urbe, era prácticamente imposible aglutinar a los miembros de ningún collegia.  Los romanos estaban repartidos por toda la ciudad y toda ella estaba repleta de infinitos almacenes, fábricas y tiendas. Por lo tanto, al igual que estos locales estaban distribuidos de una manera caótica, de la misma manera que lo estaban los miembros de las corporaciones que trabajaban en ellos. Y la segunda, el poder sospechaba de cualquier reunión de ciudadanos, fueran cuales fueran sus motivaciones. Estas corporaciones estaban vigiladas, regladas y en algunos periodos fueron prohibidas.

Autor: Ángel Portillo.
Blog del autor: Lignum en Roma
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Fuentes: La Roma de los olvidados de Robert C Knapp. La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio de Jérôme Carcopino. La vida en la antigua Roma de Johnston W Harold. Viajes por el antiguo Imperio Romano de Jorge García Sánchez.  

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