Búsqueda de artículos

lunes, 17 de diciembre de 2018

LIBISOSA: EL DIAMANTE EN BRUTO DE LA ARQUEOLOGIA ESPAÑOLA



Si estás leyendo esto caben dos posibilidades (intento adaptarme al mundo sin grises): que seas conocedor, seguidor o simpatizante -incluso fan- de Libisosa, o, que, movido por tu curiosidad e interés por la historia y la arqueología, te estés preguntando qué es (spoiler: lee el titular) y dónde está. Empecemos por el final: hablamos del municipio de Lezuza, a 50 km de Albacete capital. Hace más de 2000 años por allí pasaba la principal autopista de la península ibérica, la vía Heraclea, por lo que controlaba el paso de la Alta Andalucía a la costa levantina, lo que le daba al enclave un caché y un poder, en términos geoestratégicos, militares y comerciales, que explicaría su auge y su caída.

Hasta hace pocos años, Libisosa estaba en el fondo del cajón de la Historia, en el de la ropa que sabes que tienes pero que no te pones nunca. Era uno de esos topónimos apenas mencionados en las fuentes clásicas en el catálogo de las colonias romanas (Plinio) y poblaciones iberas oretanas (Ptolomeo). Sufiliación con la Lezuza moderna parecía clara, a falta de un peritaje oficial. De allí procedían algunas inscripciones y restos materiales esparcidos por diversos museos de la geografía española, fruto de hallazgos casuales por las labores agrícolas y de rebuscas individuales. La confirmación definitiva llegó cuando se empezó a prospectar y excavar de forma sistemática su “Cerro del Castillo” hace poco más de dos décadas. Así es cómo la actividad arqueológica, proyecto científico mediante, sacó a Libisosa del ostracismo y la puso en el escaparate del mundo académico.

Vista a vuelo de drone del yacimiento de Libisosa, la primavera de 2018 (www.cultura.castillalamancha.es)

Entonces, ¿qué hay en Libisosa? Se estima que el área arqueológica abarca más de 30 Ha. Y de toda esa superficie (y sus profundidades), se ha podido intervenir hasta la fecha en el 10 %. Gracias a ello, hoy sabemos que su historia se remonta al Bronce Final, que contó con un papel nuclear en época ibérica y que, efectivamente, allí se instaló la colonia foroaugustana con derecho itálico citada por Plinio. De esta fase destacan su foro y su decumano máximo, exhumados en las primeras campañas de excavación en la parte alta del cerro. Ese ius italicum, privilegio poco común que le fue conferido a sus colonos, buscaba sin duda un incentivo para fijar a la población en un emplazamiento de enorme relevancia estratégica. La mutación de la romanidad que empieza a ser patente en el s.III también afectó a Libisosa, y su decadencia. De hecho, cuando en época visigoda y altomedieval cambian los ejes viarios, Libisosa desaparece de la Historia, hasta su breve resurgir entre los siglos XIII y XV, como ponen de manifiesto la popular torre vigía, que da nombre al cerro, y el complejo político-religioso de una orden militar.

Foro de la colonia romana de Libisosa

¿Es esto lo que convierte a Libisosa en una joya singular del patrimonio arqueológico español?: no, aunque lo mencionado hasta aquí no es moco de pavo. Lo que convierte a este yacimiento en un diamante en bruto es su fase iberorromana, por su excelente conservación, debido, paradójicamente, a su destrucción precipitada y sistemática, que se ha vinculado con las guerras de Sertorio (82-72 a.C.). El derrumbe parcial de sus paredes de adobe provocó un “efecto sepultura” que nos ha trasladado una visión congelada y privilegiada, una foto fija de su estado previo a la devastación, una ruptura traumática (y una fortuna para los arqueólogos) de la que rinde también cuentas algún resto óseo, como el hallazgo del esqueleto infantil tirado sobre la calzada.

La imagen de la devastación, la suerte del arqueólogo: ánforas ibéricas y romanas sepultadas bajo los escombros

El estudio de la Hispania republicana, de su conquista y administración improvisada sobre la marcha, y de la situación de las poblaciones ibéricas, seguramente dediticias, que se mantuvieron a través de alianzas (lo que conocemos como Ibérico Final), es un puzzle muy complejo. Y ahí la Lezuza ibérica es la pieza más grande, porque es la que más ayuda a completarlo. Dentro del barrio iberorromano encontramos, por ejemplo,un imponente edificio oligárquico, con sus paredes de adobe de cerca de 2 m y su cuba de plomo para el tratamiento de la lana. No hay muchos sitios en España donde se pueda admirar una pared de tapial, con las huellas del encofrado, de 2100 años de antigüedad. Aunque seguramente el mayor atractivo sea su registro material, miles de objetos completos de cerámica y metal. La Libisosa iberorromana contiene, entre otras cosas, el conjunto de vajilla de bronce romana republicana más relevante de Hispania, o un excepcional conjunto de objetos rituales ibéricos, que constituyen una novedad extraordinaria para el conocimiento de la iconografía y religión ibérica. Las últimas intervenciones, cuyos resultados se resumieron recientemente en una conferencia en el Museo Arqueológico Nacional, que se puede ver íntegramente en su canal de Youtube, muestran un yacimiento que parece encontrarse en continua competición consigo mismo, y que se ha ido configurando como una suerte de matrioshka, una muñeca rusa de contextos cerrados. Es una mina para la investigación científica.

Escaleras de acceso y cuba de plomo del edificio oligárquico del barrio iberorromano

Pero no estamos escribiendo estas líneas para hablar sobre el estatus académico de los hallazgos de la actual Lezuza. Si por algo se ha definido el Proyecto Libisosa desde el principio es por su decidido esfuerzo por la puesta en valor del Patrimonio que se iba recuperando con las intervenciones de campo, por rendir cuentas ante la sociedad, en la era analógica a través de Jornadas de Puertas Abiertas.Gracias al servicio de Turismo puesto en marcha por el Ayuntamiento de Lezuza, el yacimiento es ya visitable todo el año, así como su Colección Museográfica, inaugurada en 2011.El Proyecto Libisosa es, ante todo, un proyecto científico hecho desde la Universidad, con el apoyo y complicidad de las instituciones públicas (Gobierno regional, Diputación, Ayuntamiento), pero con la conciencia de funcionar también como un motor de desarrollo socio-económico, incluso de empleo directo, pero también como escuela de formación de futuros arqueólogos. Un servidor salió de esa cantera.

Vaso ritual de la “Diosa y el príncipe ibero”
Efectivamente, con la excavación arqueológica se crea Patrimonio, se revaloriza por tanto el lugar, el pueblo, ciudad o región en la que se interviene. Se potencia su visibilidad. Pero para ello debemos fomentar lo que hacemos, cómo lo hacemos, por qué y para qué lo hacemos. Necesitamos cómplices en todos los órdenes sociales. Tenemos que financiar nuestra investigación y, al mismo tiempo, justificar el gasto. Por eso en los últimos meses el Proyecto Libisosa se ha decidido por dar un paso más, combinando transparencia y proselitismo, al dirigirse al gran público a través de las RRSS (@libisosaoficial), con un peculiar recurso al lenguaje audiovisual. Creo en el deber de adaptar el lenguaje, el código, con la honestidad del científico y las herramientas que nos ofrece la sociedad contemporánea; en la obligación de estudiar el Pasado y, al mismo tiempo, saber proyectarlo desde el Presente. La del Proyecto Libisosa es una actividad amateur en este sentido, pero al menos es un ejercicio de divulgación “desde dentro”. Y soy consciente del peligro, porque la espectacularidad intrínseca de Libisosa puede alimentar la fantasía errónea y romántica de lo que el aficionado o un parte de la sociedad tiene sobre lo que es la Arqueología. Pero supongo que un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

En ocasiones se ha querido definir (yo mismo lo he hecho) a Libisosa como la “Pompeya ibérica”. No es ni mucho menos una comparación descabellada, salvando multitud de matices, y diferencias de forma y fondo. Y es breve. Es muy de Twitter. Pero Pompeya es Pompeya. Justamente he tenido el privilegio de formar parte de un equipo de la Universidad de Alicante que estuvo excavando en una de sus insulae no hace mucho, antes de que se declarara zona de emergencia, y de la (pen)última época dorada que está atravesando desde el punto de vista mediático.Durante 6 años tuve el placer de recorrer sus calles vacías antes de la apertura al público (cuando había huelga de conserjes); de hundir mis manos en el lapilli que la sepultó. Sin duda, fue toda una experiencia, en muchos sentidos. Pero, ¿sabes qué?, también llevo 20 años excavando en Libisosa. Casi desde el principio. Más de media vida. Y, créeme, a Libisosa… solo se le parece Libisosa.

Imagen de la última campaña de excavaciones de 2018
Héctor Uroz Rodríguez
Sobre el autor: Héctor Uroz es Profesor de Historia Antigua de la Universidad de Murcia, y Doctor y Licenciado en Historia con Premio Extraordinario por la Universidad de Alicante. Sus libros y artículos científicos se han centrado en el estudio del mundo ibérico y romano, en cuestiones de cultura material, de Iconografía y religión. Tiene una amplia experiencia en el trabajo de campo, habiendo participado en excavaciones arqueológicas en Pompeya o La Alcudia de Elche, mientras que del importante yacimiento de Libisosa no solo actúa de co-director científico, sino que además administra y crea todo el contenido de sus RRSS. Recientemente se ha unido a la Plataforma “Divulgadores de la Historia”.


Libisosa en las RRSS:

3 comentarios:

  1. Magnífica la explicación.
    Más profesores como tú se necesitan para que la Arqueología no parezca aburrida. Hacía años que no leía algo tan claro, directo, breve y didáctico.
    Enhorabuena, me has hecho volver a los 90 cuando empecé la carrera de Geografía e Historia. La dejé por otros proyectos pero la sigo estudiando por mi cuenta y hacía tiempo que aparté lo Íbero por la Edad Media. Después de leerte pienso volver a ello.

    ResponderEliminar

Uso cookies para darte un mejor servicio.
Mi sitio web utiliza cookies para mejorar tu experiencia. Acepto Leer más